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2005 (94). "Tota Pulchra. Giuseppe Cesari, Caballero de Arpino", en Inmaculada. Catálogo de la Exposición conmemorativa del 150º aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción. Santa Iglesia Catedral de Santa María la Real de la Almudena. Madrid, mayo octubre 2005. Madrid, Fundación Las Edades del Hombre, 2005, págs. 138-140. ISBN 84-88265-24-7.
Título: Tota Pulchra
La evolución iconográfica de las representaciones inmaculistas alcanza un punto casi definitivo en la tipología de la Tota Pulchra. María es llamada "toda bella, sin mancha", y se la imagina elevada en el aire, sin pisar la tierra, y rodeada de las figuras bíblicas que ensalzan su inmaculada belleza. Pero, mientras los ejemplares más antiguos distribuyen los símbolos en rígido paralelismo en torno a la Virgen, Giuseppe Cesari crea un prototipo en el que las alegorías forman parte del paisaje, solución que se generalizará en la pintura barroca. Los ejemplares más representativos de la Tota Pulchra atribuidos a Cesari son el de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid, los de la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, el del Palacio Ducal de Medina Sidonia, de Sanlúcar de Barrameda, procedente del convento de los PP. Mercedarios de la misma ciudad, y el presente lienzo de Lepe. A cierta distancia se hallan el del Museo de Bellas Artes de Sevilla y el de la Sacristía de la Catedral hispalense, que se consideran versiones libres. La Toda Bella aparece como Asunta al cielo. Su rostro, ligeramente terciado y enmarcado por las doradas ondas de la cabellera, expresa una noble y seria mirada. Une las manos ante el pecho en actitud orante. Dos ángeles mancebos abren el manto azul y dejan ver, ceñida por un lazo al alto talle, la elegante túnica color jacinto que cae en finos pliegues verticales o adopta redondeadas formas por efecto del contrapposto, para descansar en armonioso quebramiento sobre cinco querubines. Una media luna cóncava sustenta en el aire a la Señora sin mancilla. En alto, dos ángeles coronan a la Virgen Inmaculada, mientras sostienen unas cintas que proclaman: "TOTA PVLCHRA ES AMICA MEA" / "ET MACVLA NON EST IN TE" (Cant 4, 7). Los atributos bíblicos que elogian la belleza de María aparecen salpicados por un paisaje, en el que el autor ha sabido jugar con los contrastes de luz para recortar las figuras. En la lejanía del mar, una nave entra en la bahía, en la que se refugia (Salmo 106, 30). Sobre la colina que desciende al valle, aparecen sucesivamente la torre de David (Cant 4, 4) y la puerta del cielo (Gen 28, 17), la palmera (Eccl 24, 18) y el ciprés (Eccl 24, 17), el pozo de aguas vivas (Cant 4, 15), la vara de Jesé (Is 11, 1), la fuente sellada y el huerto cerrado (Cant 4, 12) del que descuella el manzano o el árbol de la vida (Gen 2, 9), el espejo sin mancilla (Sab 7, 26), el dragón de siete cabezas ante la mujer apocalíptica (Apoc 12, 3-4), el lirio de los valles (Cant 2, 1), el rosal de Jericó (Eccl 24, 18), la zarza que arde sin consumirse (Ex 3,2). En una isla, en el curso del río, el olivo (Eccl 24, 19); y, al otro lado del valle, la casa de Dios (Gen 28, 17) y la torre de marfil (Cant. 7, 4). Entre nubes, apenas se transluce el disco dorado del sol en el horizonte, a la altura de la luna (Cant 6, 9), y la estrella de la mañana en el lado opuesto (Ap 2, 28). Giuseppe Cesari era, en los últimos años del Quinientos, el artista de más éxito del último manierismo italiano. Su estilo, de rebuscada gracia formal y vistoso cromatismo, le granjeaba de los sucesivos pontífices encargos de gran importancia. Clemente VIII le llegó a nombrar Caballero de Cristo, de donde le vino el nombre de Cavalier d'Arpino. Es el autor de los cartones para mosaicos de la cúpula de San Pedro, y de los grandes frescos que decoran la Sala de los Horacios y Curiacios del Capitolio romano. A partir de 1610, Arpino no sigue las nuevas corrientes artísticas, sino que vuelve a un estilo severo, una expresión melancólica, fría e irreal, aunque dotada de un colorido refinadísimo. Ejemplos de sus obras tardías son la Coronación de la Virgen, de la Chiesa Nuova en Vallicella, de Roma, y el San Miguel, de Arpino. A esta etapa de su obra parece corresponder la serie de lienzos de la Tota Pulchra. El presente cuadro perteneció al vecino de Lepe, Domingo Mora Gómez (+21-07-1934), casado con Dolores Cordero Rodríguez (+19-04-1940). Domingo lo había adquirido en Sevilla, al parecer en la Casa de Murillo. Por disposición testamentaria, el cuadro estaba destinado a la capilla sacramental de Ntra. Sra. de la Bella, de la parroquial de Lepe. A la muerte de ambos, el cuadro permaneció en la casa de la calle Monjas, heredada por su ama de llaves, Rosario Ágreda de los Santos, hasta su muerte, acaecida el 19 de julio de 1970. Así consta por el testimonio oral de Francisca Muriel Rodríguez, quien sirvió en dicha casa entre 1936 y 1953. Manuel Jesús Carrasco Terriza
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