EL PATRIMONIO ARTÍSTICO ONUBENSE
Introducción a Aurora CID CASTILLA (Coord.), Descubre Huelva. Mito, historia
y patrimonio, Huelva, Ayuntamiento de
Huelva, 2021, pp. 14-15.
Conocer nuestro pasado es conocer
nuestra identidad: somos lo que hemos sido y lo que queremos seguir siendo.
Nuestro pasado es nuestra historia y nuestro arte, aquello que hicieron
nuestros mayores, de lo que estamos orgullosos, y que queremos conservar,
valorar, disfrutar, transmitir y acrecentar a las generaciones futuras.
A
lo largo de estas páginas, vais a conocer mejor el patrimonio artístico de
Huelva capital, que, en gran parte, es de índole religioso. Recuerdo una
anécdota de una persona importante, que, cuando hojeaba la Guía artística de Huelva y su provincia, exclamó “¡No hay más que
iglesias!”. No sé si le dio por preguntarse: ¿por qué una gran parte del
patrimonio artístico es religioso? Es la pregunta que debemos hacernos al
contemplar nuestro patrimonio onubense.
La primera respuesta es que la
religión cristiana es el culto que tributamos a Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, que es la suma bondad, la suma verdad y la suma belleza. Al autor de la
belleza no se le pueden ofrecer más que cosas bellas. En el Antiguo Testamento
se alaba a Abel, porque ofrecía a Dios lo mejor de su ganado. Y nos cuenta
también cómo Salomón se esmeró en reunir los mejores artesanos para la
construcción del templo de Jerusalén, la confección del arca de la alianza y
demás objetos de culto. Para Dios, lo mejor y lo más bello.
En segundo lugar, la Iglesia es como
Cristo, humana y divina, visible e invisible, que necesita de instrumentos para
el desarrollo de su triple misión: la evangelización, el culto y su propia
organización. Transmite el mensaje evangélico por medio de palabras, músicas,
imágenes, esculturas y pinturas. Celebra y expresa su fe por medio de la música
y de la danza; alimenta su fe en los sacramentos, cuyos objetos de culto
–orfebrería, bordados, libros, etc.– procura que sean dignos de su servicio.
Para su vida social necesita de iglesias para reunirse y celebrar la
eucaristía, ermitas para venerar a Dios en lugares apartados, monasterios para
la vida consagrada de hombres y de mujeres, hospitales, edificios de curia,
seminarios, etc. Y, todo ello, según lo permitan sus medios, procura que goce
de calidad y de belleza.
El patrimonio artístico-cultural se
va formando en la medida de las necesidades y de las posibilidades económicas,
y viene condicionado también por su situación geográfica y por factores
sociales y los centros de gobierno. Por su historia, Huelva no fue provincia
hasta 1833, y no ha sido diócesis hasta 1953, por tanto, no fue centro
político, religioso ni económico, sino que tenía su centro principalmente en
Sevilla. Por su situación geográfica, sus expresiones artísticas van a recibir
la influencia sobre todo de Sevilla, pero también de Cádiz, de Extremadura y de
Portugal.
Afortunadamente, en nuestra
provincia, contamos con ejemplos de las bellas artes desde la época
paleocristiana y visigótica, por ejemplo, en Almonaster y en Niebla, que fue
Diócesis al menos desde el siglo V hasta el XII. De la arquitectura mudéjar y
gótico mudéjar tenemos ejemplos bellísimos como la iglesia de Villalba, la de
Trigueros, San Pedro de Huelva, y los monasterios de la Rábida y el de Santa
Clara de Moguer, y San Francisco de Ayamonte. Del gótico podemos contemplar la
iglesia de Aroche, la del Castillo de Aracena o el convento jerónimo de la Luz,
en Lucena. El estilo manuelino portugués está presente en la portada de
Almonaster. En la Sierra y el Andévalo se levantaron iglesias y ermitas en las
que intervienen arquitectos renacentistas, como Diego de Riaño y Hernán Ruiz,
como Zufre, Aracena o El Cerro de Andévalo. El
terremoto de Lisboa, de 1755, hizo necesario la reparación o construcción de
nuevos edificios, como el convento e iglesia de la Merced de Huelva (hoy
Catedral), las iglesias de La Palma, Bollullos o Almonte, y otras muchas, en
los que intervienen los Figueroa – Ambrosio, Leonardo, Antonio Matías–, Pedro
de Silva, Francisco Díaz Pinto, etc. Tampoco faltan ejemplos, aunque de menor
entidad, en centros mineros, a lo largo del siglo XIX. Finalmente recordemos el
neogótico de Pérez Carasa en la iglesia de la
Milagrosa de Huelva, o el regionalismo de la del Corazón de Jesús, de Traver y Tomás.
La escultura y los retablos han
dependido de los maestros y talleres de Sevilla, de los que tenemos obras
góticas, renacentistas y barrocas, como la Virgen de los Milagros de La Rábida,
la Virgen de la Peña, de La Puebla, o la Virgen de la Cinta de la Catedral, de
Martínez Montañés, 1618, o la Virgen Chiquita, de Hita del Castillo. Tenemos
también obras de talleres gaditanos, en la Merced. Hay varios ejemplos de
retablos de columnas salomónicas (Cumbres Mayores, Encinasola)
y de estípites (San Pedro de Huelva). Imagineros notables del siglo XX han sido
Sebastián Santos, Antonio León Ortega y Moreno Daza.
Magníficas pinturas en retablos del
siglo XVI podemos contemplar en Cala (por partida doble: uno mural y otro en
tablas), y en Zufre, atribuido a Hernando de Esturmio; y aunque desmembrado, el magnífico del Salvador
de Ayamonte, de Jan Sanders van Hemessen.
En distintos lugares disponemos de obras de Francisco de Herrera y de Juan de
Roelas, del siglo XVII. Y en el siglo XVIII, la escuela sevillana tuvo a dos
maestros nacidos en esta provincia: Alonso Miguel de Tovar, natural de Cortelazor, o Juan Ruiz Soriano, de Higuera de la Sierra.
Aunque hay ejemplos de todas las
épocas en orfebrería, tejidos y bordados, no hemos contado con talleres locales
de importancia.
No podemos olvidar las danzas
religiosas, de origen castellano, que se ejecutan en procesiones y romerías. El
territorio onubense cuenta con el más amplio repertorio de danzas
religioso-festivas de toda Andalucía: de 22 danzas rituales, 14 pertenecen a la
provincia de Huelva. Doce de ellas se ejecutan en diez pueblos de la comarca
del Andévalo (Alosno,
Cabezas Rubias, El Almendro, El Cerro de Andévalo, Puebla de Guzmán, San
Bartolomé de la Torre, Sanlúcar de Guadiana, Villablanca, Villanueva de los
Castillejos y Villanueva de las Cruces) y dos en la Sierra (Cumbres Mayores e
Hinojales).
Como tampoco podemos obviar el arte
musical que surge de la Semana Santa, y, sobre todo, de la romería del Rocío,
con miles de sevillanas y de melodías, desde el poema sinfónico de Joaquín Turina, hasta la Salve rociera de Pareja Obregón.
Y, aun así, se repite, una y otra
vez, que en Huelva no hay nada. Desde luego, no es comparable con ciudades que
han sido residencia de señoríos y centros de gobierno, pues, como ya hemos
dicho, Huelva no fue capital de provincia hasta 1833. Durante años vino a ser
la terminal de las minas de Riotinto. De esa etapa quedó el embarcadero de
mineral de Riotinto y la estación neomudéjar de ferrocarriles. Poco a poco, a
lo largo de los siglos XIX y XX, debido a la actividad comercial y
administrativa, fueron construyéndose edificios como la Casa Colón, el
Ayuntamiento, el Instituto Rábida, el Banco de España, el Gran Teatro; casas
señoriales, como el Palacio de Mora Claros, en la calle Botica; edificios
industriales, como las cocheras del Puerto; en urbanismo, la barriada Reina
Victoria, una especie de ciudad jardín de estilo inglés. La arquitectura
contemporánea está bien representada en la Estación de Autobuses o en el Aqualón. El Museo Provincial reúne lo mejor de nuestra
arqueología fenicia, tartésica y romana. La escultura monumental no se limita
al Monumento a la Fe Descubridora, de Miss Whitney, sino que ha ido
enriqueciendo calles, plazas y jardines: el monumento a los Litri, al fútbol, a
la romería del Rocío, o las figuras del Museo de escultura al Aire Libre, por
citar algún ejemplo.
Este es nuestro patrimonio, que
hemos de conocer, divulgar, conservar y acrecentar, como signo de la vitalidad
de nuestra fe cristiana, y constitutivo de nuestro “ser onubense”.
Manuel Jesús Carrasco Terriza