ICONOGRAFÍA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE LA PEÑA
Conferencia impartida en Puebla de Guzmán, 17 de septiembre de 2022
Como cada seis años, la bendita imagen de Nuestra Señora, la Virgen de la Peña, ha bajada de su santuario a su pueblo. Entre otras actividades me han pedido que trate de la iconografía de la venerada imagen, cosa que hago con mucho gusto, para mayor gloria de la Madre de Dios, María Santísima de la Peña.
La iconografía nos ayuda a leer la imagen: no sólo pondera sus valores artísticos, sino que intenta penetrar en su significado, intentando comprender qué piedad, qué teología dieron lugar a su composición, y cómo se ha ido formando esa tipología a lo largo de la historia del arte.
Tratamos, por tanto, no sólo de contemplar o de venerar la imagen de la Santísima Virgen de la Peña, desde el punto de vista estético, sino de comprender el origen de la representación artística y su significado. Para ello, analizaremos
a) los tipos o modelos que la precedieron a lo largo de la historia.
b) La composición del grupo escultórico de la Virgen y del Niño, su posición, sus gestos, su indumentaria.
Todo ello constituye un lenguaje de signos, cuya lectura nos ayudará a comprender mejor el contenido teológico de la imagen.
En la iconografía de las Vírgenes sedentes se distinguen varios tipos, según pongan su atención en un aspecto u otro:
– Theotokos: la Madre de Dios. Concilio de Éfeso (431)
– Deipara o Dei Genitrix: sentada en un trono con el Niño en su regazo.
– Galaktotrophousa: amamantando al Niño.
– Maiestas Mariae , Majestad de María,
– Sedes sapientiae, Trono de sabiduría.
– Kyriotissa, la Señora
La Virgen de la Peña participa de muchas de esas características. Puede denominarse Kyriotissa, o Señora, por ser Madre del Rey y Señor Jesucristo, Kyrios. El Niño se muestra como Pantocrátor, bendiciendo con la derecha y llevando en su izquierda la esfera del mundo, creado y redimido por Él. La Virgen entronizada es llamada Cathedra Christi, o también Virgen Trono, o Sedes Sapientiae, en recuerdo del trono de Salomón, labrado en marfil y recubierto de oro puro .
Hagamos un recorrido por la historia del arte para recordar las variadas representaciones de la Virgen María, en posición sedente.
2.1. Arte paleocristiano y bizantino.
Las primeras representaciones de la Virgen María aparecen en las Catacumbas de Priscila, de Roma (h. 170), en una escena que se interpreta como la Virgen con el Niño, y el profeta Balaam señalando la estrella que saldrá de la estirpe de Jacob (cf. Núm 24, 17), refiriéndose tanto a David como a su descendiente Jesucristo.
Otra figuración es la de una madre con su hijo, que no se refiere a la Virgen María, pero es un antecedente de la iconografía de la Virgen Madre sedente: Roma, Catacumba de Priscila, Cubículo de la Velatio, h. 308.
Pero donde encontramos una continuidad es en la escena de la Adoración de los Magos: Entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra (Mt. 2, 1-12).
● La adoración de los Magos. Siglo IV. Sarcófago de Flavio Julio Catervio. Tolentino, catedral.
● Adoración de los Magos. Rávena, s. V
● Adoración de los Magos. Marfil. Evangeliario, Milán, s. V.
● Adoración de los Magos. Mosaico. San Apolinar Nuevo, Rávena. s. VI.
● Adoración de los Magos. Santa María in Trastévere, Roma. s. XIII
Posiblemente de esta representación dependa la iconografía de la Virgen como Trono de Jesús, Sedes Sapientiae.
● Virgen Nikopoia, o Virgen de la Victoria. Santa Sofía, Constantinopla. Año 867.
● Meter Theou, la Theotokos. Monasterio de Hosios Lukas. Beocia, Grecia, s. XI.
Una de las formas más apreciadas de la escultura mariana de la época románica es la que representa a la Virgen sedente con el Niño entronizado en su regazo, expresando la consideración teológica de María como sede de la divinidad. La frontalidad, la severidad, el hieratismo, nos sitúan ante un Niño Dios, un pequeño Pantocrátor que juzga y gobierna el mundo desde el trono materno. El Niño está situado en eje con la Madre. Desproporción jerárquica.
● Virgen de Ger. Baja Cerdaña (Lérida). Museo de Arte de Cataluña. Segundad mitad del siglo XII. Muestra a María como Trono de Cristo
● Virgen de Monserrat. s. XII. Vírgenes negras. En madera, recubierta con láminas de oro.
● Virgen de los Ángeles. h. 1084. Torreciudad, Barbastro.
● Virgen en Majestad. Basílica de Orcival (Auvernia, Francia). s. XII.
Avanzado el tiempo, con la suavización de las condiciones de vida de los pueblos, se suavizó también la expresión iconográfica. El Niño, aunque todavía con los caracteres deíficos, se sienta en un lado de la Madre. Es en el arte gótico cuando se humanizan las formas, las expresiones y sobre todo las actitudes. El Niño ya conversa con la Madre, y juega con un ave o una fruta. Es la tipología denominada Eleousa, o Mater Amabilis.
Mientras los anteriores modelos iconográficos consideraban a María como Deípara, Madre de Cristo Dios, este tercer grupo contempla a la Virgen como Madre de Jesús Niño. Los primeros ponían el acento en la divinidad; este último lo pone en la humanidad. De pie o sentada, aflora el sentimiento amoroso materno-filial no sólo entre María y Jesús, sino también entre María y el fiel, que es invitado con la mirada a participar de aquella comunicación gozosa. El amor materno que Ella infunde en el misterio de la Redención (y el arte no dejará de hacerlo presente a la religiosidad popular), hace más próximo y accesible al hombre el amor del Padre .
En estas imágenes se recuerdan escenas de la vida real, con afán intimista y anecdótico. Jesús juega con su Madre, poniendo la mano en el pelo o en el escote. A veces se entabla un íntimo coloquio entre ellos, acercan sus rostros o cruzan sus miradas. En Bizancio recibe un nombre muy expresivo: el de Glykophilousa, la dulce amante. Una variante, perfectamente fijada, es la denominada Pelagonitissa , en la que el Niño juguetón se convierte en nota característica.
María, en cualquiera de los tres modos de representación, como Señora, como Conductora o como Amable, es verdadera Madre de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, aun cuando en algunas se acentúe más la divinidad y en otras la humanidad.
● Virgen de la Sede. Catedral de Sevilla. s. XIII. Talla en madera, recubierta con láminas de plata.
● Virgen de la Torre. Cumbres de San Bartolomé. Fines del s. XIII.
● Virgen del Pajarito. Cumbres de San Bartolomé. Fines del s. XIV.
La profunda humanización operada en el arte llega a su culmen con el Renacimiento, donde, sin abandonar los contenidos dogmáticos, alcanza altura sublimes la belleza corporal como expresión de la belleza espiritual. Los grandes maestros que han admirado la gracia humana de las esculturas de la Grecia y la Roma clásicas no sienten reparo en aplicar sus cánones estéticos a la gracia divina de las figuras de Cristo y María.
El sentimiento de gozo amoroso puede aparecer nublado por un velo de tristeza ante la premonición de los sufrimientos de la Pasión. Ecos de este sentimiento los descubrimos en varias imágenes onubenses de estilo manierista, en las que la melancolía de la época da pie para ver tras ella la melancolía de la Pasión.
● Virgen de Brujas. Miguel Ángel Buonarroti. 1504.
● Virgen de Belén. Pietro Torrigiano. h. 1525. Monasterio de San Jerónimo / Museo de Bellas Artes. Sevilla. La escultura de la Virgen de Belén que hiciera el florentino Torrigiano, para el convento de San Jerónimo de Sevilla en 1525, rebosa de la belleza natural con que la maternidad adorna a la mujer. Su figura dejó tras de sí numerosos seguidores.
Pietro Torrigiano lo tenía todo para triunfar en Florencia. Trabajaba en la Corte de Lorenzo de Medici, hacía esculturas admiradas por todos y el Papa se había interesado por su obra. Pero su carácter violento le acabaría jugando una mala pasada. Torrigiano no pudo soportar la predilección de Lorenzo el Magnífico por las esculturas de su mejor amigo, Michelangelo Buonarroti, al que en un ataque de ira acabó rompiéndole la nariz. Esta agresión le costó el exilio de Florencia, de la que salió mientras que veía como su compañero se convertía en el artista más famoso del Renacimiento italiano. El exilio permitió a Torrigiano viajar por toda Europa en busca de clientes. Pasó por Flandes e Inglaterra para acabar en Sevilla. En este momento la capital hispalense era, gracias al comercio con América, la ciudad más grande del mundo. El florentino, trajo consigo las ideas del renacimiento italiano adaptándolas a los materiales de los que disponía en Andalucía. Si en Florencia Miguel Ángel trabajaba el mármol, él optó por el barro policromado.
● Se le atribuye una imagen de la Virgen de Belén, de la Capilla de la Universidad de Sevilla, en barro cocido.
● Entre sus seguidores, un escultor de Lyón, castellanizado como Nicolás de León, que inspirándose en aquella Madonna talló en madera dos imágenes:
● Virgen de la Purificación para Manzanilla, h. 1540,
● y otra denominada de la Granada para Almonte, ésta datada en 1546. Ambas figuras sedentes toman del modelo florentino la composición general, la naturalidad de los volúmenes y la anatomía desnuda del niño. Un detalle se incorpora a la composición de la Virgen sedente: el cojín que situado debajo del pie izquierdo de la Señora hace que de un modo insensible pero eficaz rompa la frontalidad.
3. La Santísima Virgen de la Peña
Este modelo iconográfico y en esta cronología, segundo cuarto del siglo XVI, se inscribe la bellísima imagen de nuestra Señora de la Peña, Patrona de Puebla de Guzmán.
3.1. Representaciones artísticas
● Grabado de 1802, con la imagen idealizada. “NA SA DE LA PEÑA / Vº R.to de esta Milag.sa Imag.n q.e se ven.ª en su / Hermita rrural de la Villa de la Puebla de Guzman: dado / a luz á exp.s y devoc.n de el Liz.do Dn Ant.º Mrnz Presbº nat.l de / dha. Villa aº 1802 / estan consedidos 200 días de indulgencias rezando una Salve ó ave maría”
● Grabado de 1802, con la imagen real, con el mismo marco y la misma inscripción.
● Litografía, s. XIX. “NA SA DE LA PEÑA / Vº R.to de esta milagrosa Imajen que se venera en su Hermita rural / término de la Villa de la Puebla de Guzman / están concedidos 200 días de Indulgencias rezando una Salve ó Ave Maria”.
● Sebastián García Vázquez, 1948. “Virgen de la Peña / Madre soberana / ¿Qué será del pueblo / Si lo desamparas?”. Capilla bautismal de la Parroquia de la Santa Cruz, Puebla de Guzmán.
● Fotografía anterior a 1936.
● ¿Una copia de la imagen de la Virgen de la Peña, o una imagen parecida, puesta para la fotografía? César Ortiz de Echagüe, “España mística” (1943).
● La imagen de perfil.
● Sucesivas postales y estampas: Postales SAN-PI Sevilla 1976; Industrias Elite; 1981 Escultura mariana onubense ...
● La Virgen Madre aparece sentada sobre un sencillo podio, como su modelo florentino
● Con el Niño recostado en su regazo y portando una fruta en la mano derecha.
● Ella viste túnica color jacinto rosa sobre fondo oro y aplicaciones de piedras en el pecho.
● El cuello cuadrado de la prenda presenta un galón de encaje como la fimbria.
● Sobre la túnica, un manto azul también de oro, cae desde el cuello sin broche por encima de los hombros y del brazo izquierdo, recogiéndose luego bajo el derecho para cubrir completamente el regazo y las rodillas. El pelo luce libremente, sin velo, cayendo a la espalda.
● Bajo el pie izquierdo, de calzado rojo dorado, aparece el cojín que hace que la rodilla izquierda se eleve ligeramente, ofreciendo por otra parte, una posición más cómoda para el pequeño Jesús.
● El Niño tan sólo viste una camisa corta, de color violeta, que deja ver las robustas rodillas. Porta el orbe con la izquierda, y bendice con la diestra. La figura de Jesús Niño se aparta claramente de la iconografía de la época, posiblemente por imperativo del contratante, que consideraría excesivamente profana la composición del florentino. En las tres esculturas que hemos mencionado como próximas a la Virgen de la Peña, el Niño adopta la misma posición recostada. Pero en todas aparece desnudo, cruza su brazo derecho sobre el pecho, y no ostenta atributos iconográficos, por lo que resalta su humanidad en infantil abandono: diríamos que acababa de salir del baño, en una estancia inundada de tibio y vaporoso olor a limpio.
El Niño de la Virgen de la Peña, en cambio, es un Pantocrátor recostado, que porta el mundo coronado por la cruz salvadora en la izquierda, por cierto con ayuda –intencionada por el artista o el contratante, o casual– de la mano de la Madre. Mientras que con la derecha bendice, con los tres dedos erguidos en la forma simbólica de la Trinidad. Sobre su cabeza lucen las tres potencias del alma humana, que, según San Agustín, son imagen de la Santísima Trinidad (esse, nosse, velle; memoria, entendimiento y voluntad) expresión de que esa perfecta naturaleza humana de Cristo es instrumentum coniunctum divinitatis, está unida a la divinidad.
La imaginería de la Theotokos, refrendada por el magisterio de la Iglesia y venerada durante siglos por millones de cristianos, muestra a Jesús Niño con los atributos divinos y redentores, por entender que Jesucristo es el mismo, en plenitud de persona divina y misión soteriológica, a lo largo de todas las etapas de su vida. Iesus Christus, heri et hodie, ipse et in saecula .
● El rostro. Pero si llama la atención esta escultura no es tanto por su composición, que reconocemos deudora de unos modelos previos o contemporáneos, cuanto por la delicada belleza, pura, inocente e infantil de su rostro, verdadera expresión de la plenitud de gracia sobrenatural. El rostro es espejo del alma. La mirada no está libre de lo que los autores dieron en llamar la “melancolía de la Pasión”, entreviendo en su expresión un recuerdo de las palabras del anciano Simeón: Una espada traspasará tu alma, preanuncio de los sufrimientos redentores de Cristo.
● Elementos complementarios: La corona que simboliza la realeza de la Madre de Dios
● Corona de Cárdenas, fechada en 1763, en plata dorada y enriquecida con 36 piedras falsas: aguamarinas, granates y zafiros. Ostenta los punzones de Cárdenas y el cochinito. Conserva una inscripción que dice: "Pesa 28 onsas y 10 adarmes. Año de 1.763" .
● Corona de plata.
● Corona de plata sobredorada, con piedras falsas, donativo de D. Tomás de Moro Vázquez y señora.
● Corona de plata dorada, sin la aureola de estrellas.
● Corona de oro, del legado de D. Eduardo Romero Carrasco, presbítero. Testamento otorgado en Huelva el 9–10-1952, ante el notario Alfonso Cruz Auñón, ejecutado en 1985.
● Corona de la coronación canónica, 4 de julio de 2009. Obra del orfebre sevillano Agustín Donoso.
● El cetro, símbolo de gobierno.
● Rosarios: es la contemplación de la vida de Cristo a través del corazón de María. Símbolo de la oración sencilla.
● Cadenas, cruces, joyas, pendientes... Embellecen a la mujer.
● La media luna, del Apocalipsis.
● Vara de alcaldesa perpetua.
● Vestiduras de la Virgen. En la exposición organizada con motivo de la coronación canónica, se expusieron los 11 mantos con los que cuenta la Sagrada Imagen, así como numerosos pecherines bordados y mantillas de encaje con los que se adorna a la Virgen en las ceremonias más importantes. Se trata de verdaderas obras de arte nacidas de la rica artesanía encajera de la comarca, en la que se pueden contemplar ricos bordados en malla, delicados encajes de bolillos y paños de bocadillos profusamente decorados que han sido realizados por las mujeres de la comarca durante los últimos siglos. Entre los mantos más hermosos con los que cuenta la Sagrada Imagen, destaca el que luce la imagen mariana los días de romería y que está bordado con numerosos elementos emblemáticos del Andévalo, como las bellotas o las flores de jara, representativos de la zona y, entre los más curiosos, los realizados en Perú y enviados por una devota originaria del país sudamericano tras el cumplimiento de una promesa.
La escultura, que fue profanada en la barbarie iconoclasta de 1936, fue restaurada al año siguiente por el tallista sevillano Francisco Rodríguez. Posteriormente fue sometida a un nuevo tratamiento por el profesor Cano Correa, con intervención del ilustre y laureado puebleño Sebastián García Vázquez. Sebastián Santos en 1971 completó la talla del dorso y renovó por completo la policromía, imprimiendo en la imagen el sello inconfundible de su arte: un exquisito sentido de la belleza femenina, puesto al servicio de la fe y la veneración a la Virgen Madre de Dios. El estudio exhaustivo y la restauración llevada a cabo por Pedro Manzano nos han mostrado que la imagen original se conserva íntegramente.
1) La iconografía de la Virgen de la Peña, Theotokos, expone a la veneración de los fieles la doctrina cristológica y mariológica, como manifestación de la fe de la Iglesia.
2) La intemporalidad de la imagen de culto permite aplicar a Jesús Niño las propiedades de Cristo Redentor, Hijo de Dios e Hijo de María.
3) La propia tipología de la Virgen con el Niño, como Kyriotissa o Eleousa, expresa intencionadamente la divinidad y la humanidad de la misma persona del Verbo Encarnado.
4) La figura de Jesús Niño representa para el pueblo fiel la única persona divina del Verbo, único sujeto de atribución simultánea de propiedades humanas (cuerpo, alma, comportamiento, ciencia) y divinas (Todopoderoso, Creador, Conservador, Juez y Señor).
Manuel Jesús Carrasco Terriza
Puebla de Guzmán, 17 de septiembre de 2022
2.1. Arte paleocristiano y bizantino.
3. La Santísima Virgen de la Peña
3.1. Representaciones artísticas