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«La Diócesis de Huelva (1953-1993)», en Historia de las diócesis españolas. 10. Iglesias de Sevilla, Huelva, Jerez y Cádiz y Ceuta. Madrid-Córdoba, Biblioteca de Autores Cristianos - Servicio de Publicaciones de Cajasur, 2002, págs. 531-571. ISBN 84-7914-621-4.
LA DIÓCESIS DE HUELVA (1953-1993 1. EL MARCO LOCAL a) Situación geográfica La diócesis de Huelva coincide geográficamente con la provincia de Huelva, situada al sur occidental de España y perteneciente a la comunidad autónoma de Andalucía. Tiene una superficie de 10.085 km². Su altitud superior es de 1.050 metros en la Sierra de Robledo, de Arroyomolinos de León, y su altitud inferior es de 0 m. en la laguna de El Portil, Cartaya. Limita al norte con la diócesis de Badajoz; al este con las de Sevilla, Cádiz y Jerez, al sur con el océano Atlántico, y al oeste con la diócesis de Faro, en el Algarve portugués. El territorio comprende cuatro zonas netamente diferenciadas: la Sierra, o zona norte, terreno montuoso, con un microclima oceánico que origina una abundante vegetación, en frondosos paisajes de castaños y encinares, y que nutre su famosa ganadería porcina. El Andévalo y Minas, zona central, árida, dedicada a las explotaciones mineras. El Condado o la Campiña, al sudeste, cuenta con fértiles campos para la producción de la vid, el olivo y los cultivos hortofrutícolas, y se engalana con la belleza del parque de Doñana y de sus playas. La Costa, al sudoeste, presenta un terreno llano en su interior, muy apto para los modernos cultivos de cítricos y fresones, y se proyecta en su litoral hacia la actividad pesquera y turística. Junto al estuario que forma la confluencia de los ríos Tinto y Odiel, asomándose al Atlántico por su desembocadura, radica la ciudad de Huelva, capital de la diócesis y de la provincia. Ha experimentado en los últimos decenios un gran desarrollo industrial, que la configura como un importante centro de industrias químicas y básicas. b) El Pueblo de Dios en Huelva La población de Huelva, en los últimos casi cincuenta años ha pasado de 369.722 habitantes (en 1950) a 454.735 (en 1996), sin embargo, su peso en Andalucía ha descendido del 6,55 al 6,29%. Las cifras del movimiento natural de la población se acercan progresivamente a las globales de España. La tasa de nupcialidad ha evolucionado desde el 7,28 por mil en 1953 al 4,95 en 1994, inferior a la tasa nacional en 0,32 y 0,11 respectivamente. La natalidad descendió vertiginosamente, desde 7.782 nacimientos en 1953 a los 4.912 en 1993; la tasa por mil anual pasó de 20,30 a 11,01 en dichos años; en el primer caso era inferior en 0,13 puntos a la tasa nacional, mientras que en 1993 superó a la tasa nacional en 1,36 puntos. La mortalidad se mantuvo prácticamente estable, con 3.859 fallecimientos en 1953, y 3.894 en 1993; la tasa, en el primer año, fue del 10,65 por mil, frente al 9,59 de España, mientras que en 1993 quedaron prácticamente equiparadas en 8,73 y 8,70 respectivamente. El saldo migratorio, que era de -3.771 en el quinquenio 1951-55, tuvo su punto álgido en 1961-65, con -27.130, para arrojar un saldo positivo de 4.303 en 1991-1995. La esperanza media de vida, que estaba en 62,37 años en 1951, ha pasado a 76,90 en 1997. Comúnmente es admitido que se trata de un pueblo de carácter sencillo, abierto, afable, emprendedor y pacífico. A veces se manifiesta un tanto inconstante en sus determinaciones y más imaginativo que real, también propenso a dejarse llevar de sus impulsos de momento, pero dato siempre de paciencia, capacidad de espera y alegría vital. Se resiste, aparentemente a lo colectivo y organizado, pero es abierto a la colaboración solidaria. Un 98 % es bautizado, aunque la práctica sacramental es escasa: no más de 20 % en el Condado, y hasta el 4 % en algunas zonas de la ciudad. En el primer tercio del s. XX, era clima habitual la apatía religiosa, la indiferencia y el sectarismo, como testimonian los biógrafos del arcipreste, don Manuel González García, y su más inmediato seguidor en los caminos de la pedagogía, del apostolado y de la santidad, don Manuel Siurot. La creación de la diócesis supuso el despertar de un dinamismo cristiano que se hizo notar en el acercamiento a la práctica religiosa y en la mayor presencia de los valores cristianos en la vida pública. 2. La creación de la diócesis Tras la reconquista de Niebla en 1257 por Alfonso X, el obispado de Niebla no es reconstituido, a pesar de las intenciones de Fernando III, expresadas en el privilegio otorgado a la iglesia de Sevilla el 20 de marzo de 1252(1). El papa Inocencio IV, el 30 de marzo de 1252, recomendaba vivamente al rey Fernando y al infante Alfonso que dotaran las sillas rescatadas del dominio musulmán. La antigua sede iliplense es sacrificada, junto con otras, para engrandecer la mitra hispalense, en un intento de emular la sede toledana. Niebla pasa al recuerdo como un arcedianato, dignidad del cabildo metropolitano(2), que perduró hasta el concordato de 1851. La idea de que la antigua circunscripción diocesana recuperara su autonomía no debió perderse del todo: así lo vemos expresado en el memorial que san Juan de Ávila redactó en 1561 para el arzobispo Guerrero, para su presentación ante el concilio de Trento(3). Entre los profundos cambios producidos en el siglo XIX cabe destacar la nueva organización territorial, una vez consumada la desaparición de los señoríos jurisdiccionales. Huelva pasa a ser provincia en noviembre de 1833(4). No obstante, la toma de conciencia de la pertenencia a una misma entidad territorial entre las antiguas comarcas --con nexos históricos divergentes, heredados de la tendencia atomizadora del Antiguo Régimen--, fue tarea lenta, a la que habían de contribuir instituciones, como la Diputación. La provincia tuvo que esperar ciento veinte años más para que una diócesis se convirtiera en factor decisivo de cohesión territorial. La Iglesia, tan quebrantada materialmente por la exclaustración primero y la desamortización después, se disponía, a mediados del siglo XIX, a hacer frente a la nueva situación de sus relaciones con el Estado español, elaborando un concordato. A lo largo de su gestación, se planteó la necesidad de adecuar la división eclesiástica de diócesis a las nuevas provincias. En el Proyecto de arreglo general del Clero, de 1848, todos los miembros de la Junta Mixta estaban de acuerdo en la necesidad de una nueva división de diócesis y provincias eclesiásticas, y en procurar, dentro de lo posible, la uniformidad de la división eclesiástica y civil. No obstante, no se llegó a un acuerdo en lo relativo a la supresión y creación de circunscripciones diocesanas, por lo que se recogieron los votos particulares. Eran favorables a la creación de una diócesis en Huelva los vocales nombrados por el Nuncio(5). Sin embargo, se llegó a la firma en 1851 sin que cuajara la idea de una diócesis en la nueva provincia de Huelva. No por ello se abandonó el tema. En 1937 se hallaba prácticamente ultimada la creación de la Diócesis onubense, cuando el sucesor del cardenal Ilundáin, el también cardenal Segura y Sáenz, optó por un aplazamiento indefinido(6). Pero un mes antes de la firma del nuevo concordato entre la Santa Sede y el Estado Español, la Secretaría de Estado comunicaba al cardenal de Sevilla, con fecha 13 de julio de 1953, la decisión de la Santa Sede de crear de la nueva diócesis(7). La ingente población de la archidiócesis de Sevilla, que tenía entonces 1.752.000 almas, obligaba a esta medida. «Son tantos los hijos que nutre y alienta, que difícilmente un solo Pastor, por más que multiplique sus deseos y por más esfuerzos que derroche en pro de la gloria de Dios, podrá atender a las necesidades de la Archidiócesis. Por esta razón nos hemos determinado a separar una parte de ella, y erigir una nueva Diócesis, que comprender la provincia civil conocida con el nombre de Huelva». La bula pontificia Laetamur Vehementer está fechada en Castelgandolfo el 22 de octubre de 1953. En ella se dispone separar de la archidiócesis de Sevilla la región que comprende la provincia civil de Huelva, creando la diócesis Huelvense, como sufragánea de la de Sevilla. Establece como sede y residencia episcopal la ciudad de Huelva, y como catedral el templo dedicado a la Virgen María. El nuevo obispo cuidará la creación del Cabildo Catedral y de un Seminario. Formarán la mesa episcopal aquellos bienes que le correspondan de la justa y equitativa partición de los que constituyen la mesa episcopal hispalense, y los que provengan de aranceles de curia y de donativos. El clero que se haya de asignar a la nueva Diócesis se hará según acuerdo mutuo entre el arzobispo de Sevilla y el obispo de Huelva. Deberán ser trasladados desde la curia hispalense al archivo de la curia de Huelva todos los documentos y actas correspondientes a la nueva diócesis. Finalmente, queda designado como ejecutor de la bula el cardenal Cicognani. Por bula de la misma fecha, 22 de octubre de 1953, es preconizado, como primer obispo de la sede, el entonces obispo de Barbastro, Mons. Pedro Cantero Cuadrado. El nuncio apostólico, Mons. Hildebrando Antoniutti, extiende un decreto, fechado en Madrid el 11 de febrero de 1954, disponiendo la ejecución de la bula fundacional. Designa como templo catedralicio el de la Virgen de la Merced. Los sacerdotes quedarán incardinados en la diócesis en que se hallen en la fecha del decreto, salvo que soliciten lo contrario. Quedan en la nueva diócesis los bienes inmuebles y las fundaciones pías que estén en su territorio. Se transferirán a la nueva diócesis los fondos de reserva que le correspondan del erario hispalense. Las deudas y obligaciones se repartirán de común acuerdo entra ambas iglesias. Al obispo preconizado le indica, en oficio de 15 de febrero, que la bula de nombramiento sea leída al clero de la ciudad, reunida al efecto, y al pueblo en el púlpito de la catedral. Por fin, Mons. Cantero tomó posesión el 14 de marzo de 1954, en el templo de la Merced, firmando como testigos el gobernador civil, Francisco Summers, el presidente de la diputación, Rafael Salas, y el alcalde de la ciudad, Rafael Lozano, con cuyo acto comenzó a regir la vida de la Iglesia en Huelva. Tenía entonces la nueva diócesis 6 arciprestazgos, 88 parroquias y 101 sacerdotes para 379.147 almas. Las comunidades religiosas masculinas eran 4 con 35 religiosos, y 34 las femeninas, con 273 religiosas. La creación de la nueva diócesis no pudo ser más oportuna, en todos los aspectos. La situación económica, política y social se encontraba en un momento de equilibrio, una vez superados los graves problemas de la postguerra. El Gobierno de España comienza a ser aceptado por la comunidad internacional, con el restablecimiento de relaciones oficiales con la Santa Sede y con los Estados Unidos. Y desde el punto de vista religioso, asistimos a un momento de esplendor, que se manifiesta en el creciente número de vocaciones sacerdotales y religiosas, y en la pujanza de la Acción Católica, omnipresente en los más variados campos de la vida de la Iglesia y de la sociedad. 3. Los cuatro obispos de la diócesis A lo largo de los casi cincuenta años de existencia, la diócesis ha sido regida por cuatro obispos: Cantero Cuadrado, García Lahiguera, González Moralejo y Noguer Carmona. a) Mons. Pedro Cantero Cuadrado (1954-1964) Don Pedro Cantero había nacido el 23 de febrero de 1902 en Carrión de los Condes (Palencia). En Carrión estudió las primeras letras en las escuelas de las Hijas de la Caridad y en el colegio de los Maristas, y las humanidades en el Seminario Menor de Carrión, dirigido por los PP. Jesuitas. En Comillas cursó los estudios de Filosofía y Teología entre los años 1918 y 1925, obteniendo el doctorado en ambas ciencias. Fue ordenado sacerdote el 20 de marzo de 1926, y enseguida recibió el nombramiento de coadjutor de Herrera de Pisuerga. Más tarde se trasladó a Valladolid, donde trabajó en el campo social con el P. Sisinio Nevares, S. J. Obtuvo el doctorado en Derecho Civil en la Universidad Central de Madrid, con la tesis titulada El Tribunal de la Rota española. Posteriormente hizo un curso de estudios corporativos en la Universidad Católica de Milán. Un encuentro con el beato Josemaría Escrivá el 14 de agosto de 1931 cambió la perspectiva de su vida(8), y se entregó de lleno al apostolado en la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, promovida por Ángel Herrera, que se dedicaba al campo social, al mundo obrero, y a la prensa y opinión pública. Durante la guerra civil española fue capellán de la División de Caballería. A su término, el doctor Cantero desempeñó diversos cargos: Asesor Nacional de Cuestiones Morales y Religiosas de Auxilio Social, Rector del Real Patronato de Nuestra Señora de Loreto, profesor del Instituto Social Obrero, del Colegio de Huérfanos de la Armada y del Colegio Oficial de Aparejadores, y profesor de Doctrina Social de la Iglesia en el Instituto Central de Cultura Religiosa Superior. Sus actividades se habían centrado en el apostolado social y en el periodismo. Era redactor religioso y editorialista del diario Ya. Entre las publicaciones de Cantero Cuadrado destacan La hora católica en España, Alma y técnica del apostolado de San Pablo, y La intervención de la Iglesia en materias sociales. Mons. Cantero recibió la consagración episcopal en Carrión de los Condes, el 27 de abril de 1952. En su corto pontificado en Barbastro restauró la catedral, construyó el Seminario de verano en el Santuario de Guayente, en el valle de Benasque; fomentó la Acción Católica; inauguró el Seminario y visitó pastoralmente la diócesis. El 22 de octubre de 1953 es preconizado Obispo de la nueva diócesis de Huelva, tomando posesión de la sede el 14 de marzo de 1954. Programa pastoral El programa pastoral de don Pedro Cantero venía diseñado por formación sacerdotal y universitaria, por la propia experiencia episcopal y por la situación concreta de una diócesis que había que construir desde sus fundamentos. En el mensaje de toma de posesión, decía: «Ardua, delicada y bella al mismo tiempo, es la tarea de organizar y regir una nueva Diócesis. En nuestra tarea fundacional, los problemas de orden material son ingentes, pero mayores y más trascendentes son las tareas de orden espiritual, para infundir y mantener un alto espíritu sobrenatural y una tensión apostólica en el Clero y en el pueblo. Mas por grandes que sean nuestras necesidades, nuestras flaquezas y nuestras miserias, mayores han de ser, y lo son, nuestras esperanzas en Dios y en vuestras fervorosas y constantes colaboraciones»(9). A los dos años de vida de la diócesis, con motivo de la visita del Jefe del Estado, trazaba el amplio panorama de lo que estaba siendo su programa de trabajo: «...con la ayuda de Dios, la Diócesis de Huelva, hoy la benjamina de España en el concierto bimilenario de las diócesis españolas, aspira resueltamente a una organización estructural, a una vida interna y a una proyección externa de sus propias instituciones diocesanas, que respondan adecuadamente [...] a las exigencias de la Iglesia y de la gran España católica en los tiempos actuales, por la autenticidad de un espíritu cristiano con todas sus consecuencias, por la reciedumbre y la viveza de un sentido social iluminado por la antorcha de la justicia e inflamado por la llama del amor al prójimo, y por la abertura --tan luminosa e incitante en este paisaje histórico de las rutas colombinas-- al universalismo misional del mundo hispánico»(10). Organización institucional Desde un editorial, la revista Ecclesia, sin ocultar las dificultad de poner en pie una diócesis, con tan poco clero, auguraba que los comienzos arduos de la nueva diócesis de Huelva se convirtieran en espléndida floración(11). Las instituciones de la Curia fueron creadas de inmediato. El 17 de marzo de 1954 nombraba los Consultores Diocesanos y el Canciller-Secretario, en la persona de don Gregorio Martínez. El 22 de marzo era nombrado el primer Provisor y Juez del tribunal eclesiástico, don José Salazar Abrisquieta. Como Gobernador Eclesiástico fue designado don Julio Guzmán, el 3 de mayo. El tribunal eclesiástico quedó completado con el nombramiento del Fiscal, Promotor de Justicia y Defensor del Vínculo, don Luciano González Álvarez, el 2 de octubre. Con visión de futuro, y pese a las incomprensiones de cierto sector de la sociedad, Cantero levantó de nueva planta el edificio de la residencia episcopal y curia diocesana, en un emplazamiento ciertamente privilegiado, en la parte alta del Conquero. El edificio fue proyectado por los arquitectos Luis García de la Rasilla y Vicente Benlloc, y ejecutado con una subvención extraordinaria del Estado y la aportación de la diócesis. Se plasma en él el sentido práctico de don Pedro: un edificio funcional, de aspecto noble, por sus líneas clásicas y la decorosa sobriedad de sus materiales, blanco y luminoso, envuelto en naranjos y limoneros, con vistas a la ría del Odiel y al paisaje de la histórica ruta colombina. La planta baja se dedica a oficinas de la curia, y la planta alta a residencia episcopal. El edificio quedó terminado el 25 de julio de 1956, y fue ocupado de inmediato por la residencia episcopal y por las oficinas. Fue bendecido por el Nuncio Antoniutti, en su segunda visita a Huelva, el 7 de marzo de 1959. Ni de lejos podría soñar don Pedro que aquel edificio llegaría a ser, por un día, residencia papal. Por disposición de la bula fundacional, quedaba designada como Catedral la iglesia de Ntra. Sra. de la Merced, puesta a disposición de la diócesis por la Diputación Provincial, propietaria del edificio. La bula de erección del Cabildo fue firmada por el papa Pio XII en Roma el 4 de junio de 1954. En ella se dice que es parte de su misión el constituir un coetus de sacerdotes para la majestad del culto divino y para aconsejar al obispo. Constará de 5 dignidades (deán, arcipreste, arcediano, cantor y maestrescuela), 4 canónigos de oficio y 7 de gracia. Concede los vestidos corales: roquete y birrete con borla verde; muceta roja para el verano, y capa magna negra con vueltas rojas para el invierno. Con la fundación del Cabildo cesó el Consejo de Consultores diocesanos. A petición del prelado, fueron declarados patronos de la Diócesis la Santísima Virgen, en el misterio de su Concepción Inmaculada, y San Leandro, por el breve pontificio Ut recens sati, de 14 de junio de 1954. Clero y Seminario Con la creación de la nueva diócesis se dio a los sacerdotes la posibilidad de incardinarse definitivamente en ella, o en la de Sevilla. De los sacerdotes onubenses residentes en Sevilla, 9 solicitaron su incorporación a Huelva, mientras que 12 pidieron su traslado a Sevilla. Para la composición de los cuadros directivos de la Curia, del Seminario y de los movimientos apostólicos, se vio obligado a pedir la ayuda personal de sacerdotes de otras diócesis. En Sevilla, en los tiempos del cardenal Segura, se había perdido la costumbre de enviar sacerdotes a cursar estudios superiores en facultades universitarias. Al crearse la Diócesis onubense, el clero más preparado quedó en Sevilla. De ahí que una de sus primeras medidas fuera el enviar a universidades y centros eclesiásticos superiores de España y de Roma a sacerdotes y seminaristas idóneos El Seminario ocupó una parte importantísima del tiempo y del corazón del obispo. El primer curso de existencia de la diócesis quiso ya tener Seminario propio, para lo que pudo contar con el edificio de la Universidad de Verano de La Rábida, generosamente puesta a su disposición por quienes la regían. Nada más simbólico para don Pedro que emprender la andadura a la sombra del Monasterio de la Rábida, cuna de América. Aquel curso 1954-55, los que iniciaron sus estudios humanísticos lo hicieron en La Rábida, mientras que los demás continuaban en Sevilla o en Salamanca. «Siendo preocupación máxima de nuestro Ministerio pastoral la formación de un clero abundante y bien preparado», a los cuatro días de la toma de posesión, Mons. Cantero instituía la Obra Pontificia de las Vocaciones Sacerdotales. La primera carta pastoral de su pontificado, fechada en el convento de La Rábida el 30 de abril de 1954, estuvo dedicada a las vocaciones sacerdotales. A sólo un mes de su llegada, escribía el obispo: «Al afrontar, bajo la mirada de Dios, el porvenir de nuestra amadísima Diócesis de Huelva, surgen por su trascendencia sobrenatural y social la institución de nuestro Seminario, corazón de la Diócesis, bastión y foco de espiritualidad sacerdotal, central celeste de donde arranca y se difunde, en última instancia, toda luz y energía que lleva la palabra de Dios, la corriente sobrenatural de la gracia, la vida del culto a los pueblos y a todas las obras de la Diócesis». Sin dinero, el obispo se lanzó a construir un gran edificio para el Seminario. Pudo más el ímpetu del pastor y la absoluta convicción de que en el Seminario estaba el futuro de la Diócesis. Mientras los seminaristas cursaban sus estudios en Sevilla o en La Rábida, los arquitectos Luis García de la Rasilla y Vicente Benlloc preparaban el proyecto del Seminario Mayor y Menor. Como el edificio de la Curia, reflejaría la mentalidad pragmática de don Pedro: quería mucha luz y mucha ventilación, un Seminario alegre y luminoso, con materiales sobrios y duraderos, funcional, amplio, apostando fuertemente por un futuro prometedor de vocaciones sacerdotales. Su emplazamiento, entonces apartado de la ciudad, se justificaba por la posibilidad de verse rodeado de campos de deporte, huertas, granja y talleres diocesanos. Era proverbial la visita diaria del obispo, apoyado en su pequeño bastón, y acompañado por Francisco del Valle, su secretario, y por Eduardo, su chófer. Solía decir que para él el Seminario era como un cuadro artístico, al que todas las tardes venía a darle una pincelada. El Seminario Menor fue inaugurado el 21 de noviembre de 1955, y el Mayor el 25 de abril de 1961. Las cifras de alumnos revelan por sí solas el espectacular desarrollo de las vocaciones en los primeros años de vida de la Diócesis. Al cumplirse el primer decenio de la Diócesis, se pasó de 70 seminaristas a 224. Es notable, también, el inmediato envío de estudiantes a las universidades pontificias de Salamanca y Comillas, con vistas a la capacitación del clero local y a la formación del cuadro de profesores. Hasta el curso 1959-60 no hubo Seminario Mayor en Huelva. Es muy de notar la perseverancia de los seminaristas mayores que se encontraban en Sevilla en el momento de la fundación de la Diócesis, y que acabaron casi todos recibiendo la ordenación. La edificación fue posible gracias a los donativos de los fieles, por medio de la Cruzada Pro Seminario, que recaudó en cinco años 3.899.381,70 ptas. De dicha cantidad, tan sólo 405.960 ptas. (un 10,41 %) tuvieron su origen en subvenciones de entidades oficiales. A los diez años de la creación de la Diócesis, el Seminario daba sus primeros frutos con la administración de la clerical tonsura a once seminaristas formados en sus aulas. Erección y construcción de nuevas parroquias Adelantándose al crecimiento de la ciudad y al desarrollo de la provincia, el prelado se lanzó a la erección de nuevas parroquias y a la construcción de sus templos. En todos ellos, la iglesia se veía rodeada a construcciones complementarias, para la enseñanza y para actividades sociales. En Huelva se levantaron los complejos parroquiales de San Sebastián, Los Dolores y El Rocío. En la provincia, los de Ntra. Sra. Reina del Mundo, de Corrales; la Concepción, de Minas Concepción; Santa Bárbara, de Tharsis; Santa María de Jesús, de El Campillo; María Auxiliadora, de Bollullos del Condado. En Santa Olalla se inició la Fundación Gragera de León, que contaba con iglesia, casa para las religiosas y grupo escolar. En 1964 se encontraban en construcción los templos de María Auxiliadora, en Bollullos, San Antonio, en Nerva, y el Gran Poder, en Isla Cristina. Nuevas comunidades religiosas Nuevas casas religiosas fueron erigidas en la diócesis. En 1956 se establecen las Misioneras Eucarísticas de Nazaret, las Nazarenas, que había fundado don Manuel González, el vicario de Huelva, y que se dedican al apostolado eucarístico y catequético por las parroquias. El 2 de febrero de 1962, la diócesis acogió la casa y comunidad de Oblatas de Cristo Sacerdote, que se edificaría frente al Santuario de la Cinta. La primera piedra de la casa fue colocada por el fundador de la Congregación, y poco después obispo de Huelva, Mons. García Lahiguera. La cooperación con la Iglesia universal La idea misional de conectar a Huelva con su pasado americanista para lanzar a la diócesis a un futuro de evangelización estaba presente en los proyectos de don Pedro. Muestra de ella fue la inmediata creación de las estructuras de la cooperación misional, y la traída de unos seminaristas de Santo Domingo para formarse en Huelva. El Secretariado Misional Diocesano fue creado el 29 de septiembre de 1954. Acompañaba al decreto de erección y a los estatutos una Instrucción Pastoral, en la que consideraba el primer obispo de Huelva que el medio más eficaz y rápido para la reconstrucción diocesana es crear un ambiente misional en el clero, en el seminario, en las escuelas, fundándose en que Cristo recompensa el ciento por uno(12). En pleno Concilio erigió el Centro Ecumenista Pablo VI, el 31 de enero de 1964. El apostolado seglar Preocupación prioritaria del prelado fue la formación de dirigentes para el apostolado seglar. Cuando se inició la Diócesis, la Acción Católica contaba con 80 centros, y 2.660 asociados. A los cinco años, el número había aumentado a 156 centros, con 5.004 asociados. Pieza clave para la buena marcha de la Acción Católica eran los consiliarios. Por esta razón, el primer cuadro de consiliarios diocesanos estaba formado por el prestigioso párroco de San Pedro, para la Junta Diocesana, y cuatro jóvenes sacerdotes, titulados en universidades eclesiásticas, para las distintas ramas. El 17 de febrero de 1955, el Nuncio Antoniutti bendijo la nueva Casa Diocesana de Acción Católica, que, además, sirvió de sede del Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad, Secretariado Diocesano de Misiones, Cáritas Diocesana, Asociación de Padres de Familia, Secretariado Diocesano de Cine, Radio y Televisión, Caja de Asistencia Social, Acción Social Patronal, Cine-club juvenil, JOC femenina y Tómbola Diocesana de Caridad. Los Cursillos de Cristiandad se iniciaron el 8 de diciembre de 1956, quedando erigido su Secretariado el 1 de enero de 1959. Hasta marzo de 1959 se habían dado 22 cursillos, por los que pasaron 738 militantes de cristiandad, y 59 sacerdotes. Otra de las preocupaciones de Cantero fue la atención a los sectores laborales más importantes de la provincia, y tradicionalmente más descristianizados: los hombres de la mina y los de la mar. Es famosa la fotografía de don Pedro en contramina, con el casco de minero y el farol en la mano. En su ánimo estaba el promocionar la cultura de los pueblos mineros, y atender las necesidades asistenciales de sus mayores. Con tal objetivo creó en Nerva, tierra de artistas, un complejo benéfico-social y apostólico, en un edificio de nueva planta, que incluiría un templo parroquial, una Escuela de Iniciación a las Bellas Artes y un asilo para ancianas. No se le ocultaban al prelado las especiales circunstancias de la vida del mar. Tres cuartas partes del tiempo de la vida profesional las pasa el marino a bordo de la nave, privado de la compañía y el afecto de su familia y de la atención espiritual; las escalas en los puertos están llenas de peligros morales, con riesgo de perder la fe. Incluso los pescadores de bajura muestran caracteres sociológicos especiales, pasando fácilmente de la miseria al derroche para volver a la miseria. Ante ese panorama, confió en la eficacia de una institución de tanta experiencia, como el Apostolado del Mar, erigiéndolo en la diócesis el 22 de agosto de 1954. Había sido fundado en 1920, como una obra especializada para los marineros, dentro de la organización y finalidad de la Acción Católica. Entre sus objetivos y métodos estaba el establecer centros en los principales puertos, y hacer apostolado entre los marineros por ellos mismos. Obtuvo de la Compañía de Minas de Riotinto un solar, estratégicamente situado cercano a la Pescadería y al muelle de Levante, en el que, bajo la advocación de Ntra. Sra. Estrella del Mar, levantó el complejo pastoral-educativo de Stella Maris. Comprendía, por una parte, la atención personal a la gente del mar, y, por otra, una escuela náutico-pesquera. El Club Stella Maris ofrecía residencia, con cafetería, salas de estar, biblioteca, oficina de asistencia marítima, y capilla. Era un hogar abierto a los marineros, que les sirviera para paliar en parte su desarraigo familiar y afectivo. El edificio fue inaugurado por el Ministro de Marina, almirante Pedro Nieto Antúnez, el 14 de enero de 1962. Catequesis y enseñanza El Secretariado Catequístico Diocesano quedaba constituido el 21 de noviembre de 1956. Desde el principio organizó Cursillos de formación para catequistas, y certámenes catequísticos diocesanos, en sus distintas fases, parroquial, arciprestal y diocesana. Uniéndose al Plan Nacional de Alfabetización y Extensión Cultural, don Pedro Cantero lanzó una Cruzada Diocesana de Extensión Cultural, declarando uno de los objetivos programáticos de su acción pastoral: «Estoy convencido que el servicio más urgente y más eficaz y más duradero que yo, como Obispo de Huelva, puedo y debo prestar a nuestra Diócesis y provincia --y singularmente al mundo del trabajo-- es el servicio de la enseñanza religiosa, social, profesional y humana». Organizó un Patronato Escolar Diocesano --erigido el 30 de junio de 1955--, con el fin de proteger todas las escuelas de enseñanza primaria de la Iglesia, parroquiales nacionalizadas y privadas ya existentes y las que se fueran creando. En los cuatro primeros años de vida del Patronato dependían de él 40 escuelas de Enseñanza Primaria, en las que se educaban 2.000 niños y niñas; tres comedores escolares, y una Colonia Escolar en Almonaster. A los diez años de vida de la diócesis, el número se elevaba a 61 escuelas dependientes del Patronato Escolar, con un total de más de 3.500 alumnos. En la ciudad de Huelva venía realizando una maravillosa labor educativa, apostólica y social el Politécnico Madre de Dios, dirigido por el padre Laraña, S. J. desde 1949 hasta 1960. Cientos de jóvenes estudiaron en sus aulas las ramas profesionales del metal, electricidad y madera. En los Javieres y en la Vanguardia Obrera nacieron hermandades y se formaron los futuros dirigentes de la política y de la sociedad onubense. Por su parte, el prelado promovió un centro, pionero en España, para la joven mujer trabajadora, preparándola profesionalmente para la industrialización de la provincia. En sucesivas fases (entre 1959 y 1962) entraba en funcionamiento el Centro de Formación Profesional Femenino, construido de nueva planta junto a la nueva parroquia de San Sebastián de Huelva. Su inauguración oficial tuvo lugar el 25 de abril de 1961, con la visita del Jefe del Estado. En el centro recibirían formación 200 jóvenes obreras, en las especialidades de electrotecnia, radiodifusión y secretariado. La Escuela Diocesana de Formación Profesional Marítimo-pesquera Martín Alonso Pinzón, la primera de su clase entre las escuelas de formación profesional de la Iglesia, pretendía preparar profesionalmente y cristianamente a los futuros hombres de la mar, «descendientes de aquellos gloriosos tripulantes de las tres carabelas». La dirección quedó encomendada a los Salesianos. Las escuelas fueron bendecidas por el Nuncio de Su Santidad, en 1959, ocurriendo su inauguración oficial el 30 de abril de 1963. Una de las últimas realizaciones de Mons. Cantero fue la adquisición de terrenos para la construcción del Colegio Menor San Pablo, en Huelva, y Arias Montano, en Aracena, pensados para facilitar el acceso de los más jóvenes a los estudios de bachillerato, acercándolos a los únicos Institutos de la provincia. El ministerio de la palabra y la comunicación La vocación periodística de don Pedro Cantero se reflejó enseguida con la publicación de la revista Huelva Católica, desde enero de 1956, y con la creación, en 1960, de la Emisora Diocesana, de la Cadena de Ondas Populares Españolas (COPE), que, con su joven equipo bajo la dirección de José María Roldán, ejerció un importantísimo papel dinamizador en la vida provincial, y consiguió dar a la Iglesia diocesana una imagen pública y una presencia viva, moderna y atrayente. Por su resonancia extradiocesana, destacaremos algunas cartas pastorales y otros escritos. En materia social: La industrialización de Andalucía desde el punto de vista apostólico; El problema social en España; Principios básicos de la propiedad privada (instrucción pastoral con ocasión del establecimiento en Huelva de un Polo de Promoción Industrial). En materia de prensa: El ordenamiento jurídico de la libertad de prensa; La Prensa Católica al servicio de la verdad, fundamento de unión de los pueblos; La Escuela de Periodismo de la Iglesia. En materia de enseñanza: La Iglesia y la formación profesional obrera; La preparación cultural y profesional de los agricultores; Instrucción Pastoral acerca del Apostolado del Mar. En materia de libertad religiosa: Reflexiones acerca de la libertad religiosa en el ordenamiento jurídico español actual. Algunos de estos escritos pastorales, junto con otros anteriores, fueron publicados en la obra Diálogos con el mundo actual, con motivo de su despedida de la Diócesis y traslado a la sede metropolitana de Zaragoza. El ministerio de la santificación, el culto y la caridad Una de las primeras realizaciones de don Pedro fue la construcción de la Casa de Ejercicios. Colocaba la primera piedra el 7 de diciembre de 1954, y se inauguraba el mismo día del año siguiente. Desde su fundación fue dirigida por el sacerdote navarro don Rosendo Álvarez Gastón, luego obispo de Jaca y de Almería. Las Misioneras Seculares fueron durante años el alma de la casa. La razón de su prisa por contar con este instrumento apostólico quedaba expresada en su primera Instrucción Pastoral sobre Ejercicios Espirituales, en la que decía: «Una Diócesis que quiera resurgir espiritualmente, que quiera estar a tono con las exigencias del momento, que quiera templar sus apóstoles para la lucha que requieren las múltiples necesidades planteadas en el mundo actual, necesita con urgencia una Casa, una Obra de Ejercicios Espirituales». En los cuatro primeros años, pasaron por sus instalaciones un total de 6.561 personas, asistentes a tandas de ejercicios, cursillos de cristiandad, asambleas, retiros y cursillos varios. A los diez años, el número se elevaba a 15.870. Otra de las primeras iniciativas de Cantero fue la de renovar la vitalidad religiosa de las parroquias, por medio de misiones parroquiales, que recorrieron las dos terceras partes de la diócesis. El primer año de vida de la diócesis vino a coincidir con el Año Mariano internacional, el primero de la historia, con motivo del primer centenario de la bula Ineffabilis Deus, de proclamación del dogma de la Inmaculada. Queda en la memoria de todos la Gran Semana Mariana Diocesana. La diócesis, nacida en el Año Mariano y puesta bajo la protección de la Inmaculada se disponía a celebrar el primer centenario de la proclamación del dogma inmaculista, con un programa bien nutrido de conferencias y exposiciones bibliográficas y artísticas, actos públicos de oración y de penitencia. Finalizó con una magna procesión de Patronas en la capital, a la que acudieron 27 veneradísimas imágenes, y con la consagración de la diócesis al Inmaculado Corazón de María. Cáritas Diocesana fue una de las primeras instituciones creadas por el nuevo obispo, el 21 de noviembre de 1954, con el fin de organizar la actividad caritativa de la Iglesia, ejercicio fundamental de la virtud cristiana. Entre 1954 y 1957 se extendió la organización a toda la Diócesis, por medio de los grupos de Acción Católica. Fueron los años de la ayuda social americana, a la que sirvió de cauce de distribución. Se organizaron cantinas pre-escolares, dispensarios farmacéuticos, repartos de alimentos y de ropas de abrigo. Preocupaba al obispo la urgente necesidad de viviendas, para cuya solución no bastaban las iniciativas estatales: «Hemos visto las chozas que se alzan en los suburbios de nuestra capital, donde viven en condiciones infrahumanas centenares y centenares de familias, con perjuicios y daños inmensos para la salud de las almas y de los cuerpos. Por muchos y graves que sean los problemas que sobre Nos pesan directamente en la organización y gobierno de esta nueva Diócesis, este problema de la vivienda para las familias obreras Nos urgen con exigencias de verdadera y auténtico apostolado cristiano». Como forma de obtener ingresos, Mons. Cantero organizó, desde el primer año de su llegada, la Tómbola Diocesana de Caridad, con la más favorable acogida popular. La tómbola tenía como consigna única «el ejercicio de la caridad cristiana, realizado con eficacia social, con señorío, con gesto risueño, y un estilo moderno». La tómbola se organizó varios años en la primera quincena de agosto, en torno a las Fiestas Colombinas, y en la primera quincena de septiembre, alrededor de las fiestas de la Virgen de la Cinta. La primera tómbola dejó como beneficio la cantidad de 805.063,29 ptas. Los ingresos repercutieron inmediatamente en la ayuda a 20 familias necesitadas para la adquisición de otras tantas viviendas, y en la construcción del Grupo Escolar Virgen de la Cinta. Por iniciativa del prelado, se constituyó el Patronato Diocesano de la Vivienda Virgen de la Cinta, que llevó a cabo la construcción de 96 viviendas de tipo social, con la ayuda del Instituto Nacional de la Vivienda. Hermandades y cofradías La relación del primer obispo de Huelva con las cofradías de penitencia comenzaron en los cultos cuaresmales de 1954, y continuaron a lo largo de todo su pontificado, asistiendo a diversos cultos y procesiones penitenciales, tanto en la ciudad como en la provincia. De su devoción a la patrona de Huelva, la Virgen de la Cinta quedó patente testimonio con la donación de su anilla y su pectoral, joyas que luce la imagen de la Virgen Chiquita. Especial interés despertó en don Pedro Cantero el fenómeno devocional de la Virgen del Rocío. Ya en su primera alocución mencionó el título del Rocío, junto con la Inmaculada, la Cinta y la Rábida. Su primer contacto con la devoción almonteña tuvo lugar en la peregrinación especial de las hermandades rocieras a la ermita, el domingo 25 de abril, con motivo del Año Santo Mariano. Aquel día, lleno de emoción, descubrió en él sus enormes potencialidades, como foco de inmensa fe mariana. No dudó en hacerse presente, presidiendo cada año la misa de Pentecostés en el Real, promoviendo la construcción de la carretera que une Almonte con la aldea rociera, y tomando la iniciativa para la construcción de un gran santuario, con certera visión de futuro. La fotografía del obispo secando lágrimas de emoción ante la Virgen del Rocío se tradujo en aquella seguidilla: «El Obispo de Huelva / cómo lloraba / mientras le sonreía / cuando rezaba. / Blanca Paloma, ¿qué tiene tu sonrisa / que lo emociona?». En la romería de Pentecostés de 1956, al terminar la misa del Real, expuso la idea de la construcción de un nuevo Santuario: «Esta joya necesita un digno estuche... Es como un sol entre nubarrones». El 26 de enero de 1964 bendijo y colocó la primera piedra de la basílica, que sería inaugurada por su sucesor en 1967. La diócesis de Huelva y la Iglesia universal Hildebrando Antoniutti, Nuncio de Su Santidad, visitó dos veces la diócesis. En la primera ocasión, el 17 de febrero de 1955, bendijo la nueva Casa Diocesana de Acción Católica. En su segunda visita, el 7 y 8 de marzo de 1959, bendijo las dependencias de la Curia Diocesana. En aquella ocasión dijo: «He visto un pueblo exuberante de entusiasmo, amante de la Iglesia, acérrimo en la conservación de sus tradiciones, unido a su Jefe espiritual, deseoso de seguirle [...] Este florecimiento de la Iglesia onubense ha sido alcanzado gracias a la asistencia providencial de Dios, que se ha servido de un pastor activo y dinámico. Todo se ha desarrollado como crece el árbol de la semilla depositada por el agricultor, gracias al calor fecundante y a la actividad del trabajo». El 29 de abril de 1963 visitaba la Diócesis el nuevo Nuncio, Antonio Riberi, quien elogió la labor realizada por su Obispo: «En esta Diócesis de Huelva, que --es justo repetirlo-- es la benjamina de las Diócesis españolas, me maravilla encontrar unas realizaciones tan prometedoras desde el punto de vista religioso y social». Mons. Cantero participó activamente en las tareas del Concilio Vaticano II. Merced a sus intervenciones, fue designado miembro del Secretariado para la Unión de los Cristianos, siendo recibido como tal por Pablo VI el día 25 de febrero de 1964. Reconocimiento de la ciudad En la emotiva ceremonia de despedida de la ciudad, tras su nombramiento como arzobispo de Zaragoza, la Corporación municipal, y en su nombre, el alcalde Antonio Segovia Moreno, impuso a Mons. Cantero la Medalla de Oro de la Ciudad. Al paso de los años, resulta indudable el impulso que la nueva diócesis y su primer pastor imprimieron a la provincia de Huelva. No se podía construir una Iglesia pujante si no se solucionaban los problemas sociales junto con los religiosos, si no se procuraba el desarrollo humano integral, por medio de la educación y de la formación profesional, y si no se concienciaba a todos de la función social de la propiedad y el valor ennoblecedor del trabajo. Labor que no hubiera sido posible sin la intensa fe y la vibración apostólica de los centenares de jóvenes que militaban en la Acción Católica y en los Cursillos de Cristiandad. b) Mons. José María García Lahiguera (1964-1969) Al primer obispo de Huelva le sucedió García Lahiguera. Había nacido en Fitero (Navarra), el 9 de marzo de 1903, y falleció en 1989, en Valencia, con fama de santidad. Ingresó con diez años en el Seminario de Tudela. Un revés de fortuna -aquella terrible plaga de filoxera que arruinó los viñedos y sus derivados- obligó a la familia a trasladarse a Madrid, aunque el pequeño José María no se trasladó al Seminario de Madrid hasta 1915. Simultaneó los estudios humanísticos con los del bachillerato oficial y con los de música. Con apenas veinte años era ya director de la Schola Cantorum del Seminario de Madrid, y maestro de capilla de la catedral de Sigüenza, plaza que obtuvo en mayo de 1923, aunque nunca llegaría a ocuparla. Sin embargo, una enfermedad en el oído, que le sobrevino por los años 40, le produjo no sólo una sordera parcial e infinitas molestias, sino la pérdida del oído musical. En el Seminario transcurrieron 34 años de su vida, primero como seminarista, luego como superior y profesor, y, por último como director espiritual. Recibió la ordenación sacerdotal el día 29 de mayo de 1926 de manos de Mons. Eijo Garay, obispo de Madrid, y quedó ejerciendo de superior y profesor en el Seminario. Completó sus estudios en la Universidad Pontificia de Toledo, obteniendo el grado de Doctor en Derecho Canónico en 1928. La actitud de padre espiritual, siempre disponible, siempre a la escucha, marcó su vida luego como obispo. Sus desvelos por los sacerdotes llegaron hasta el heroísmo en durante la persecución religiosa en los años de la república y de la guerra civil. A su natural y sobrenatural inclinación por el sacerdocio su sumó la experiencia de la fidelidad y del desvalimiento de los sacerdotes, por lo que fundó una congregación de religiosas contemplativas, dedicadas a la oración y a la oblación por los sacerdotes, las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, aprobada como Pía Unión el 12 de septiembre de 1944. Adelantándonos en el tiempo, digamos que el decretum laudis le fue otorgado el 24 de enero de 1967, y el mismo día del año 1984 tuvo lugar la aprobación definitiva de las constituciones. En 1950 fue nombrado obispo titular de Zela y auxiliar de Madrid. Tomó como lema de su heráldica lo que era, desde hacía años, el lema de su vida: Anima mea pro ovibus meis. Sus catorce años de episcopado madrileño fueron de servicio incondicional al patriarca, a la diócesis, y, de modo especial, a las religiosas, de las que era Visitador General, sin dejar sus actividades y cargos, a nivel nacional. Era Consejero Nacional de Educación, Consiliario Nacional de la ONCE, Presidente de la Comisión Nacional de Ejercicios Espirituales, Vocal de la Comisión de Ortodoxia y Moralidad en la Conferencia de Metropolitanos, Presidente de la Asociación San Pío X y Santa Cecilia para la Música Sagrada, y en 1960 vocal de la Comisión Episcopal de Liturgia, Pastoral y Arte Sacro; en 1966, miembro de elección directa de la Comisión Permanente, continuando como vocal de la de Liturgia. Ya estando en Huelva, en 1969, permanece como vocal de Liturgia y ocupa también una vocalía de la Comisión de Migración; como presidente de la Junta Episcopal Pro Religiosas es también vocal de la Comisión Mixta de Obispos y Religiosos. La diócesis de Huelva a la llegada de don José María A su llegada pudo percibir los problemas pastorales de cada zona. En la costa, la irregularidad del estilo de vida de las gentes del mar; en la campiña, el bajo nivel cultural de la gente del campo y las deficientes condiciones laborales de los jornaleros; en la mina, una sociedad tradicionalmente más culta pero más descreída; y en la sierra, el aislamiento de las poblaciones y la mentalidad más cerrada de sus gentes. El marco religioso se caracterizaba por algunas constantes negativas, como la ignorancia religiosa y la falta de práctica sacramental en los hombres. Junto a las que figuraban otros factores positivos, como la piedad mariana. De cara a los años que se habrían de venir, se adivinaban unos retos pastorales, que venían de la mano del desarrollo económico: por una parte, la atención pastoral del turismo, pensando sobre todo en un turismo extranjero como el que se había iniciado en la Costa del Sol, y la atención al mundo técnico e industrial que sobrevendría como consecuencia del Plan de Desarrollo Económico y de la puesta en marcha del Polo Industrial. En su haber se encontraría con el trabajo realizado infatigablemente y con gran sentido de futuro, de su predecesor, Mons. Cantero, quien se había preocupado de crear las estructuras fundamentales de la vida diocesana. En todos los campos, el salto cualitativo y cuantitativo había sido evidente, especialmente en el número y preparación de los sacerdotes y de los seminaristas. A don José María le tocó en suerte comenzar a cosechar los primeros frutos del Seminario, aunque también las primeras hieles de las defecciones sacerdotales, que ya, al final de su pontificado, comenzaban a apuntar con fuerza. Las cualidades y la experiencia de que venía aureolado Mons. García Lahiguera, en la atención a los sacerdotes, en su reconocida altura espiritual y en su trayectoria como auxiliar en el gobierno de una macrodiócesis como Madrid, lo presentaban como el obispo ideal en el momento oportuno para Huelva. Ya había estado en Huelva, repetidas veces, por haber fundado en su capital el tercer convento de Oblatas, en 1962; había participado en la memorable Campaña Pro Seminario de 1963. Quienes le conocían en el Gobierno de la nación, el mismo Jefe del Estado, deseaban que fuera destinado a una diócesis, como persona no conflictiva en un momento en que se auguraban tensiones con la Iglesia debido a los nuevos aires conciliares. Entre los sacerdotes y los seminaristas mayores se creó una gratísima expectación, poniendo en él la esperanza de que sería el hombre que complementaría y llevaría a su culmen la obra iniciada por Cantero. El mismo don Pedro Cantero comentó a la llegada de don José María, con un sincero testimonio de la profunda espiritualidad de su sucesor: «Yo he montado la estructura material y jurídica de la nueva Diócesis; don José María sabrá darle la auténtica fisonomía espiritual de Esposa de Cristo». Toma de posesión y entrada en la diócesis Las bulas pontificias de su nombramiento como obispo de Huelva llevan fecha de 7 de julio del mismo año. La toma de posesión tuvo lugar el 23 de julio en la Santa Iglesia Catedral de Huelva, por poderes otorgados al Presidente del Cabildo, don Luciano González, y con dispensa de la Sagrada Congregación Consistorial para tomar posesión antes de recibir las letras apostólicas. Con la misma fecha, confirmó como delegado episcopal ad universitatem causarum a don Amadeo Piña Mateos. La llegada a Huelva estuvo cargada de gestos simbólicos, minuciosamente preparados por una comisión, en la que participó un magnífico equipo de colaboradores, vinculados a Radio Popular. Todas las previsiones se vieron desbordadas por el corazón paternal del nuevo Obispo, que se volcaba sin medida en cada uno de los momentos. El prelado llegó al límite de provincia a las cinco y media de la tarde del 6 de septiembre. Descendió del vehículo y besó el monolito que señala la delimitación provincial, como si de un ara se tratase. «Altar, altar de Huelva», diría luego al referirse a este primer encuentro. Aquel día pernoctó en el monasterio franciscano de La Rábida. La comisión organizadora quiso establecer un modo propio de entrada de los obispos en la sede onubense, que hiciera tradición para el futuro. El obispo entraría en motonave por la ría, partiendo de La Rábida, acompañado por multitud de embarcaciones engalanadas, que harían sonar sus sirenas. La alocución pronunciada en el acto de su entrada en la catedral onubense, reviste la importancia de darnos a entender su talante como pastor y maestro de almas, y su proyecto de futuro, que no era otro que los sacerdotes: «¡Sacerdotes, Sacerdotes de Huelva! ... Sin el obispo nada debéis hacer, pero el obispo sin vosotros nada quiere hacer... Mi programa sois vosotros, Sacerdotes de mi alma. Mi programa sois vosotros porque con vosotros todo, he dicho, y sin vosotros nada; pero vosotros y yo con Cristo». Anunciaba, entonces, que el primer paso sería conocer a los sacerdotes uno a uno en los Ejercicios Espirituales, que él daría personalmente en el mismo trimestre. El siguiente paso sería la aplicación de las constituciones conciliares, estudiadas en un Sínodo Diocesano. «Sacerdotes, Sacerdotes... Quiero estar con vosotros, quiero trabajar con vosotros, quiero sufrir con vosotros, quiero alegrarme con vosotros... Brazos abiertos y puertas abiertas... Eso que llaman mi Palacio, y que desde hoy se va a llamar la "Casa del Sacerdote", estará abierta a todos las horas de todos los días, patente a la llamada no, sino a la entrada sin llamar, de cualquier sacerdote de la Diócesis». Continuó dirigiéndose a los grandes sectores de la pastoral: una gran Misión Diocesana; un inmenso ejército de paz, de apostolado seglar que debe conseguir la consagración del mundo, los hogares cristianos, campos abonados para abundante semilla de vocaciones sacerdotales y religiosas; el Seminario, para lanzar desde La Rábida una inmensidad de misioneros a los cinco continentes. Atención a los sacerdotes Tal como anunció en la alocución programática de su pontificado onubense, la primera preocupación fue la de conocer a sus sacerdotes en un clima de intimidad sobrenatural. Quiso que no terminara el año sin haberles dirigido personalmente los Ejercicios Espirituales. Las tres tandas se verían complementadas con una Asamblea sacerdotal diocesana, convocada para el 22 de abril de 1965. Como consecuencia de la Asamblea, el obispo estableció el Día de la Santificación Sacerdotal, a celebrar anualmente el jueves siguiente a la festividad del Corpus Christi, como final de curso y coincidiendo con el último retiro espiritual, o en el día del Beato Juan de Ávila. Su inclinación hacia sus sacerdotes era conocida de todos: las puertas estaban abiertas a cualquier sacerdote en cualquier hora, sin previa cita. Su lema era incesantemente repetido: «Con vosotros, todo; sin vosotros, nada». Pero, a pesar de tan magníficas disposiciones, le tocó sufrir los primeros barruntos de la contestación y las primeras crisis personales de sacerdotes, que él intentó frenar tratando con infinito cariño y con admirable paciencia, y no pocas veces con lágrimas en los ojos y arrodillándose ante los sacerdotes que le exponía su crisis. Al menos en Huelva pudo contener la desbandada. Su nombramiento para Valencia le evitó tener que incoar ningún expediente de secularización, aunque al menos uno nos consta que lo pidió por escrito. La primera promoción formada íntegramente en el Seminario de Huelva recibió de sus manos el diaconado, el 26 de marzo de 1966. García Lahiguera tuvo la deferencia de invitar a Cantero para conferirles el presbiterado, en la ordenación que tuvo lugar el 17 de junio de 1966, en la capilla mayor del Seminario. Con la recogida de las primicias de la etapa anterior vino a coincidir las primeras manifestaciones del cambio de mentalidad en el clero del postconcilio, como el cambio del traje eclesiástico, la reforma litúrgica, la unificación de aranceles, la contestación a los tradicionales modos de la acción pastoral, etc. El obispo sufría las actitudes de ciertos sacerdotes, y se desahogaba ante el Consejo de Presbiterio, manifestando en tono confidencial la honda preocupación pastoral y humana que le ocasionaban las posturas extremas, expresando gran confianza en que todo encontraría solución. El Concilio tuvo como objetivo estudiar todas aquellas cuestiones que plantearan algún problema en relación con la tarea evangelizadora y santificadora de la Iglesia en relación con el mundo. No es de extrañar que se pusieran en cuestión determinadas normas de vida de la Iglesia que, por la dificultad en su cumplimiento, dieran pie a su revisión o a la propuesta de supresión o cambio. Tal fue el caso del celibato sacerdotal, que algunos quisieron se debatiera en el aula conciliar, pero que Pablo VI se reservó a su suprema autoridad. Efectivamente, el 24 de junio de 1967, el Papa fechó la carta encíclica Sacerdotalis coelibatus. Sin ocultar ninguna de las objeciones, reafirma las razones del sagrado celibato, a la luz del Concilio, que distingue entre la virginidad, no exigida por la naturaleza del sacerdocio, y el celibato, plenamente congruente con la identificación del presbítero con Cristo sacerdote, Esposo de la Iglesia. En cuanto a las deserciones, multiplicadas en los últimos años, el papa establece una nueva disciplina en el examen de los casos y en una más fácil dispensa. En la diócesis de Huelva, las intenciones de abandonar el celibato apenas aflora hasta los últimos años de la década del Concilio, y no se inician los expedientes hasta 1970. Consciente de la importancia del Seminario para el futuro de la Diócesis y para la cooperación con las iglesias, el obispo quiso hacerse cargo personalmente de la dirección del Seminario, aunque rodeándose de un buen equipo de formadores, a los que dio plena responsabilidad y confianza. Durante el pontificado de García Lahiguera fue vicerrector Rosendo Álvarez Gastón. Como a los sacerdotes, quiso conocer personalmente a cada uno de sus seminaristas mayores, dirigiéndoles los Ejercicios Espirituales, en enero de 1965. Con frecuencia les predicaba pláticas, para mantenerlos unidos a la marcha de la Iglesia en Concilio; y, especialmente, en momentos de tensión, en que temía la pérdida de virtudes sobrenaturales o que se desdibujaran ciertos aspectos de la disciplina o de la vida de piedad. Participaba frecuentemente de la vida del Seminario, celebrando las fiestas del año litúrgico, comiendo o cenando con los seminaristas, participando en las veladas literario-musicales o asistiendo a las obras de teatro organizadas y representadas por los seminaristas mayores, o acompañándoles en excursiones camperas. Los nuevos aires que se introducían en los Seminarios llegaron a Huelva en el curso 1969-70, con un nuevo planteamiento de los estudios del Seminario Menor, de modo que se adaptaran completamente a los planes de estudio del bachillerato civil. Se proclamaba que seguía siendo Seminario a todos los efectos, estableciéndose como norma de discernimiento el tener gérmenes de vocación. El tema de las vocaciones estaba presente en la predicación ordinaria del obispo. Anualmente, en la campaña del Seminario, se atendía de un modo especial a las colaboradoras de la Obra Pontificia de las Vocaciones Sacerdotales, que realizaban una encomiable labor en las parroquias, para fomentar las vocaciones y para obtener recursos económicos para el Seminario. En 1968 se detecta, a nivel nacional, un descenso de las vocaciones y problemas de renovación en los Seminarios, como repercusión del cambio social y del cambio religioso que se venía produciendo. En la exhortación pastoral sobre la Campaña Pro Seminario, de 1969, se ofrecían datos reveladores de la situación a nivel nacional: si en 1963 eran casi 24.000 los seminaristas españoles, en 1968 se matricularon 20.355, con un descenso de 3.645, por lo que el obispo encarecía a los sacerdotes que prestaran toda su atención al tema de las vocaciones, por su gravedad, urgencia y trascendencia. Participación en el Vaticano II Don José María había asistido a las primeras sesiones del Concilio como obispo auxiliar de Madrid. El 12 de octubre de 1964 emprendía viaje a Roma, para la tercera etapa del Concilio. Desde Roma envió una carta, dando expansión a su corazón de padre: «No será el Concilio la panacea universal, ni el milagro perenne de convertir sin más ni más los males en bienes. Vendrán, sí, los principios básicos, los elementos esenciales de una solución siempre viva y juvenil, cumpliéndose una vez más las palabras del Apóstol: Cristo, y en este caso la Iglesia, su Esposa, solución de todas las dificultades, ayer, hoy y siempre». El 8 de septiembre de 1965, tras celebrar los cultos de la Virgen de la Cinta, marchó para la cuarta y última etapa del Concilio. Su preocupación por los sacerdotes y su larga experiencia como director de sus almas le impulsaron a intervenir en el aula conciliar, el día 25 de octubre, en el esquema De ministerio et vita presbyterorum, proponiendo que el Concilio precisara más los medios para fomentar la vida interior de los sacerdotes, especialmente la dirección espiritual y la práctica de los ejercicios espirituales. Finalmente pidió que se instituyera la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. El recibimiento que se le hizo a su regreso del Concilio revistió el simbolismo de la recepción de la doctrina conciliar en la diócesis. El día 13 de diciembre de 1965 la ciudad vibró tanto como el día de su llegada a Huelva como pastor de la diócesis, con un apoteósico recibimiento. Después del canto del Te Deum, se dirigió al clero y al pueblo, anunciando a cada sector de la Iglesia local los grandes mensajes del Concilio. Reforma litúrgica y contestación doctrinal Había prisa por aplicar cuanto antes las grandes aportaciones del Concilio Vaticano II a la Iglesia. Las más inmediatas fueron las relativas a la liturgia, en parte porque la Constitución Sacrosanctum Concilium fue la primera en aprobarse, y venía precedida por el movimiento litúrgico, y en parte porque eran modificaciones externas, relativamente fáciles de introducir. Las modificaciones afectaron a todos los aspectos de la liturgia: ritos, textos, traducciones, música en lengua vernácula y en ritmos modernos, reformas y adaptaciones de templos. Entre tantos cambios no era de extrañar que la reforma litúrgica se viera empañada por innovaciones caprichosas. La diócesis de Huelva no podía ser un enclave inmune a las fuertes crisis que se levantaron en la etapa inmediatamente posterior al Concilio, en lo que se ha dado en llamar el metaconcilio. Uno de los fuertes problemas fue el doctrinal, que afectó, de una manera o de otra, a todo el contenido del dogma católico. No había terminado el Concilio cuando Pablo VI publicó la encíclica Mysterium Fidei, sobre la doctrina y el culto a la sagrada eucaristía. El año 1967 fue declarado Año de la fe, por iniciativa de Pablo VI. Mons. García Lahiguera publicó una amplia carta pastoral con dicha ocasión, fechada el 8 de diciembre de 1967. El Año de la Fe quedará en la memoria de la Iglesia por el Credo del Pueblo de Dios, que Pablo VI profesó el 30 de junio de 1968. El obispo de Huelva encarecía recibirlo de corazón, leerlo, estudiarlo y recitarlo. Al finalizar el Año de la Fe, Pablo VI dirigió un sentido mensaje a los sacerdotes, recordándoles que la situación de los cristianos y de los sacerdotes serán siempre una situación de paradoja y de incomprensión ante los ojos de los que no tienen fe; la misma situación debe llevarles a tomar conciencia de su ser y de los poderes con que está investido, hasta el punto de poder actuar in persona Christi. La catedral y las parroquias El 29 de marzo de 1965 se reúne con el obispo una comisión del cabildo para tratar del proyecto y realización de la futura catedral de Huelva. El 7 de abril, el obispo y una comisión del cabildo visitaron en Madrid a algunos ministros y directores generales, en orden a la obra de la futura catedral y otras obras apostólicas. Sin embargo, no se llegó a planteamientos definitivos sobre la futura catedral. En la noche del 28 de febrero de 1969, un seísmo afectó notablemente al templo catedralicio. Los daños no se apreciaron de momento, pero el resultado fue que hubo que cerrar la catedral y someterla a una profunda restauración. Durante el pontificado de García Lahiguera fueron erigidas 15 nuevas parroquias, 4 en la capital, y 11 en el resto de la diócesis. Se construyeron nuevos templos parroquiales en El Repilado, Bollullos (María Auxiliadora), Isla Cristina (Jesús del Gran Poder), Minas de San Telmo, Punta Umbría (El Carmen), Fuente de la Corcha, y dos capillas en Mazagón. En abril de 1969, don José María bendijo el Santuario del Rocío, en Almonte. El mismo año bendijo la iglesia de Villalba, restaurada por Bellas Artes. Nueva estructuración pastoral de la Diócesis García Lahiguera se apresuró en poner en práctica las disposiciones conciliares, dando una nueva estructuración a las instituciones diocesanas y parroquiales, que facilitase su acción apostólica y pastoral. El 16 de julio de 1965, fiesta de la Virgen del Carmen, firmaba el decreto de reestructuración de la curia y diócesis de Huelva, precedido de una exhortación pastoral. En ambos documentos se dan las razones que motivan la nueva configuración diocesana. El obispo es consciente de que se introduce un cambio trascendental en el modo de gobierno de la diócesis. Con la afirmación de que «no se trata de una revolución más o menos estruendosa», pretendía alejar una inquietud que no carecía de fundamento, pues se trataba de un nuevo modo de gobernar. El expositivo del decreto ahonda en el sentido del cambio estructural. Establece las razones que motivan el acto legislativo, y que «exigen una acción conjunta y comunitaria en las tareas pastorales de santificar, enseñar y gobernar a los fieles». Unas razones son de índole interno: las directrices del Concilio; y otras de índole externo: las transformaciones de la sociedad. Parte de la base teológica de la voluntad salvífica del Padre, que quiere salvar a los hombres «en la comunidad de Redención que es la Iglesia», formada como Cuerpo Místico de Cristo, como puso de relieve el Concilio. De donde deduce que «las Instituciones instrumentales, al servicio de la acción salvífica, deban participar de ese carácter comunitario, con un vértice de unidad coordinadora en la figura del Obispo, cabeza visible de la comunidad diocesana». La realidad histórica y las circunstancias sociológicas de la ciudad y de la diócesis parecían demandar aquella reestructuración. En efecto, la presencia del Polo de Desarrollo había atraído hacia la capital una gran cantidad de familias de los pueblos de la provincia, al tiempo que la misma emigración seguía incidiendo negativamente en las poblaciones de origen. Era previsible que la presencia, por una parte, de técnicos, químicos, ingenieros, economistas, y por otra de una considerable masa de obreros industriales, imprimieran en la sociedad onubense una nueva fisonomía, una nueva mentalidad, y unos problemas aún no planteados pero que ya requerían disposiciones de creatividad para dar la respuesta oportuna en el momento oportuno. No lo dice el decreto, pero hay que tener en cuenta, en el trasfondo del mismo, la influencia de un trascendental cambio de mentalidad, imponiéndose los métodos de la pastoral de conjunto, por encima de la acción personal. Más aún, la sociedad española, de modo imparable, reclamaba formas de gobierno democráticas, con preferencia sobre las personalistas y autoritarias. En los fundamentos de derecho se acude más al espíritu que a la letra de los documentos conciliares. Se citan genéricamente las prescripciones del Derecho Canónico, la Constitución Dogmática De Ecclesia, la Constitución sobre la Sagrada Liturgia y restantes decretos conciliares, y se introduce expresamente, en la fundamentación jurídica, «la mentalidad de renovación introducida por el Concilio y requerida por las exigencias actuales». La voluntad del legislador queda contenida en la parte dispositiva, dividida en dos apartados: el primero es la revisión de la Curia de Gobierno, de Justicia y de Administración de bienes; el segundo introduce, como novedad, la creación de una Secretaría General de Pastoral y Apostolado, organismo diocesano «que reúna en torno al Obispo, Padre y Pastor de la Diócesis, toda la acción apostólica, confiriéndole un sentido de coordinación y unidad, desde su cabeza hasta las últimas células». Seguidamente, en el cuerpo del decreto, desarrolla la nueva estructura del gobierno de la Diócesis, que viene resumida gráficamente en un organigrama. Los cargos de la curia tradicional los ocupaban don Bernardo Pascual, Vicario General; don Gregorio Martínez, Secretario Canciller; don Luciano González Álvarez, Provisor; y don Francisco Bustamante, Ecónomo. Para dirigir la recién creada curia de apostolado, como Secretario General, fue nombrado don Juan Mairena, verdadero cerebro de la nueva organización de pastoral de conjunto. Sin embargo, la promulgación de las letras apostólicas Ecclesiae Sanctae, llevaron como inmediata consecuencia la creación del Consejo de Presbiterio y Consejo Pastoral, que dejaron en un segundo plano, hasta su total desaparición, aquella Secretaría General de Pastoral. Con fecha 15 de mayo de 1967, el obispo firmó el decreto de creación del Consejo Presbiteral Diocesano, que estaría compuesto por 25 sacerdotes elegidos por libre votación del presbiterio, dos miembros natos --el Rector del Seminario y el Director del Consejo Pastoral--, y dos de libre designación episcopal Desde su constitución, el Consejo de Presbiterio vino a convertirse en el principal instrumento de la pastoral diocesana, ocupando el lugar de la proyectada Curia de Pastoral. El prelado manifestaba su determinación de hacer del Consejo Presbiteral un organismo que exprese la corresponsabilidad del presbiterio con el obispo. El 14 de noviembre de 1967 se aprobó el anteproyecto de Estatutos del Consejo Presbiteral, que quedaron aprobados en su redacción definitiva por decreto de 30 de mayo de 1969. En la sesión de 5 de junio de 1968 se nombró una comisión para estudiar la formación del Consejo Diocesano de Pastoral. De la sesión de 24 de noviembre de 1968 salió la constitución de un organismo de gobierno formado por cuatro vicarios episcopales, que, a su vez, habrían de dar paso a la creación del Consejo de Pastoral. Es de notar que en la misma sesión el obispo informó al Presbiterio sobre el equipo sacerdotal de Nerva, formada en gran parte por sacerdotes obreros: se trata de una experiencia bendecida, respaldada y aplaudida por el prelado. La Conferencia Episcopal estudiaba en aquellos momentos la configuración de la Misión Obrera en España. Como solicitó el Consejo de Presbiterio, el obispo, con fecha 19 de marzo de 1969, creó una Vicaría de Pastoral, que sirviera para estructurar la comunidad diocesana según las exigencias de la pastoral de conjunto. En su comunicación, el obispo motiva la nueva institución en las profundas transformaciones en la provincia, en el ámbito de la cultura, la economía, los sectores productivos, la familia y la juventud, los fenómenos migratorios y el paso de las formas de vida rural a las urbanas. Los aspectos que aparecían como más urgentes eran la actividad evangelizadora con los sectores sociales más alejados, la vida litúrgica, la promoción apostólica del pueblo de Dios, y el diálogo de la Iglesia con el mundo. Fue nombrado Vicario General Pastoral don Ildefonso Fernández, dotado de potestad ordinaria. Al mismo tiempo, nombró cuatro Vicarios Episcopales: don Juan de la Rosa, para los asuntos relacionados con la liturgia; don Francisco Girón, para la misión profética de la Iglesia; don Diego Capado, para la promoción apostólica del pueblo de Dios; y don Felipe Fernández, para la misión de la Iglesia de diálogo con el mundo. El Apostolado del Mar Ya queda dicho cómo don Pedro Cantero dedicó una especialísima atención a los problemas pastorales de los hombres de la mar, instituyendo el Apostolado del Mar en la diócesis. García Lahiguera no sólo asumió con plena responsabilidad aquellas líneas pastorales, sino que se vio aún más comprometido al ser nombrado Promotor o Director nacional del Apostolado del Mar. Stella Maris se convirtió en el centro de la vida de los hombres del mar de Huelva, tanto de la actividad ordinaria del club y de la escuela náutico pesquera, como de los problemas puntuales o de fondo que les afectaba. El naufragio del pesquero Trincher, que conmocionó a toda la ciudad, tuvo en Stella Maris el lugar más idóneo para instalar la capilla ardiente, siendo oficiados por el prelado los oficios de exequias, el 1 de febrero. Siguiendo las sugerencias del equipo sacerdotal que dirigían brillantemente el apostolado del mar en los puertos de las provincia, Huelva, Lepe, Isla Cristina, Ayamonte, emprendió un viaje a Dakar en el pesquero Sierra Espuña, como un gesto profético. El obispo, viviendo en un estrecho camarote y compartiendo sus mismas condiciones de vida, hizo patente la preocupación del Pastor por los problemas humanos y religiosos de la sufrida gente del mar. El viaje duró desde el 26 de febrero hasta el 9 de marzo de 1968, y le acompañaron Ignacio Palacios, entonces director de Stella Maris, y José López Boza. El 19 de abril era nombrado Promotor del Apostolado del Mar en España. El 4 de junio de 1968 dirigió una exhortación pastoral en la que se hacía eco de los profundos cambios técnicos en el mundo de la pesca, que permite una mayor autonomía a los barcos, pero que afecta a la vida familiar de los marineros por sus prolongadas ausencias, y que no siempre supone mejoras en las condiciones de los contratos y en las condiciones de trabajo a bordo. Proclamaba que todo progreso técnico debe ir acompañado del progreso social y humano. El segundo viaje lo realizó a los lejanos caladeros de Terranova, en este caso como Promotor nacional del Apostolado del Mar, y en avión. Fueron 13 días, desde el 15 al 28 de abril de 1969. En aquella ocasión pudo compartir en directo la tragedia del accidente del bacaladero Sierra López, en el que perdieron la vida dos marineros y otro resultó herido. En una exhortación pastoral, fechada en Saint Pierre (Terranova), el 23 de abril de 1969, describía como testigo presencial las deficientes condiciones de vida y de trabajo de los pescadores destacados en Terranova y la lamentable situación psicológica y social, para terminar con un angustioso llamamiento a todos los que podían y debían mejorarlas. Cooperación misionera El Secretariado Misional Diocesano adquirió un fuerte impulso bajo la dirección de Juan Mairena, con normas prácticas y concretas, y con acciones puntuales de gran trascendencia en la vida pública de Huelva. Especial interés mereció siempre la ayuda a Hispanoamérica, impulsado por las exhortaciones de Pablo VI, en apoyo de la Obra de Cooperación Sacerdotal o Apostólico Seglar Hispano-americana, llamada a secundar la invitación de Juan XXIII de enviar 15.000 sacerdotes españoles a Hispanoamérica. Las diferentes campañas nacionales alcanzaron verdadero relieve de acontecimiento social en la ciudad y en la provincia. El Secretariado de Misiones organizó las Semanas Misionales Diocesanas, con participación de ponentes de la talla de Mons. Cirarda, Joaquín María Goyburu y Angel Sagarmínaga, finalizando con una concentración infantil de carrozas en la Plaza de las Monjas. Acción Católica y apostolado seglar En la exhortación pastoral de Pentecostés de 1966 ya afloran indicios de la crisis de la Acción Católica, a la luz de la clarificación que el Concilio hizo del laicado, apóstol en virtud del bautismo. Se planteaba un dilema sin sentido: o apostolado individual o apostolado asociativo. Mons. García Lahiguera decía: «Si bien el seglar puede y debe ejercer el apostolado individualmente, no es menos cierto que en los tiempos actuales es necesario que ejerzan su apostolado uniendo sus esfuerzos». En mayo de 1966 se celebró una Semana Sacerdotal Diocesana sobre Apostolado Seglar, organizada por la Secretaría de Apostolado y Pastoral, en la que intervinieron como ponentes Miguel Benzo, Consiliario de la Junta Nacional de A. C., Dimas Pérez y José Manuel de Córdoba, ambos del Movimiento Rural adulto de A. C. Las conclusiones apuestan claramente por los movimientos especializados de A. C., como instrumentos eficientes para llevar a cabo la evangelización de los ambientes, y por un plan pastoral de conjunto. La Conferencia Episcopal trató del tema del apostolado seglar en su IV Asamblea Plenaria (1967). Puede decirse que marca un paso trascendental en la evolución de la Iglesia española contemporánea. Reconoce y bendice las nuevas formas de apostolado asociado, manteniendo, como no podía ser menos, la A.C. por su estrecha cooperación con la jerarquía. Abre nuevos horizontes hacia los compromisos de acción temporal, conserva la primacía de lo espiritual, y alerta del peligro del abandono de la formación. Mientras disminuía la presencia de la A. C. general, crecía la actividad de las secciones especializadas. La JARC, Juventud Agrícola y Rural de A. C., movida por su consiliario diocesano, Ildefonso Moreno Biedma, tenía especial fuerza en el Condado. La JOC tenía como consiliario a Andrés Pérez López. El 26 de mayo de 1965 comenzó el primer cursillo de cristiandad para mujeres. El día de la Inmaculada de 1966 se conmemoró el 10º aniversario de Cursillos en Huelva. El 3 de mayo de 1967, el obispo bendijo e inauguró oficialmente el domicilio social del Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad, en un piso de la calle Puerto. Labor caritativa y social de la Diócesis La tómbola diocesana de Caridad continuó funcionando durante los años de pontificado de García Lahiguera. Los beneficios fueron aplicados, en adelante, a la Escuela de Formación Profesional Marítimo Pesquera Stella Maris. Cáritas fue tomando cada vez más fuerza, viviendo en los años posteriores al Concilio unos momentos decisivos de expansión, que, desde Cáritas nacional y diocesana, se hizo llegar a las Cáritas parroquiales. Iniciativas de corte social fueron las cooperativas creadas en diversos pueblos, como la cooperativa Monseñor Cantero, de Nerva. El ministerio de la palabra Al magisterio ordinario del obispo, a través del cual podemos seguir la marcha general de la Iglesia, se suma la acción en la Iglesia en los campos de la enseñanza, la educación y la difusión cultural. La labor emprendida por Cantero en el campo de la enseñanza fue secundado por García Lahiguera, llevando a feliz término obras emprendidas por su antecesor, e iniciando otras nuevas. En todos los casos, el obispo implicó a todos los sectores sociales del entorno de aquellas obras. Tales fueron la Escuela de Formación profesional Virgen de las Mercedes, de Bollullos, la Escuela náutico-pesquera de Huelva; los Colegios menores San Pablo, en Huelva, y Arias Montano en Aracena; el Colegio-Instituto Cristo Sacerdote, de Huelva; las Escuelas parroquiales de San Juan del Puerto, y el Colegio Sagrado Corazón, de Huelva. Radio Popular organizó una Campaña de alfabetización, que dio como resultado la obtención de cientos de certificados de estudios primarios. Los Hermanos Obreros de María construyeron en Huelva la Ciudad de los Niños, para la educación de la infancia más abandonada. En 1967 se abrió la Librería religiosa Welba, dirigida por las Misioneras Seculares. Radio Popular, que había incrementado su audiencia y su peso en la sociedad onubense, se trasladó a unos modernos estudios. Religiosidad popular García Lahiguera destacó por su devoción a la Virgen de la Cinta, expresada en numerosas ocasiones, desde los actos de su llegada hasta los de su despedida. Bendijo los nuevos locales del Santuario, que había sido restaurado en 1967. En reconocimiento fue nombrado Hermano Mayor Perpetuo. En abril de 1969 inauguró el Santuario de Ntra. Sra. del Rocío, en la aldea almonteña. De su entrega a las devociones patronales, destacaremos actos tan solemnes como la proclamación del Patronazgo canónico de la Virgen del Socorro, de Rociana; de la Virgen de los Milagros, de Palos; de la Virgen del Valle, de Manzanilla; y de la Virgen del Carmen, de Galaroza. En El Rocío, el obispo asistió anualmente a la peregrinación de Pentecostés, celebrando la eucaristía, y presenciando la procesión; inauguró el nuevo Santuario, y celebró el 50º aniversario de la coronación canónica. Relaciones con la Santa Sede En diciembre de 1967, el obispo mandó a la Santa Sede la Relación Quinquenal, elaborada a partir de las informaciones recibidas de los sacerdotes responsables de las diferentes áreas pastorales, y unificadas por la experiencia del prelado, que había terminado recientemente la visita pastoral. La contestación de la Congregación para los Obispos lleva fecha de 20 de marzo de 1969. Mons. García Lahiguera dirigió a los diocesanos una carta presentando la respuesta de la Santa Sede, y aprovechando la ocasión para expresar sus sentimientos de unidad con la Sede de Pedro. Traslado a Valencia y despedida de Huelva El 3 de julio de 1969, cuando faltaba un mes para que se cumplieran los cinco años de pontificado en Huelva de Mons. García Lahiguera, se hizo público su nombramiento como Arzobispo de Valencia. El balance que hace de su pontificado, en la carta dirigida a los sacerdotes comunicándoles la noticia, se resume en una palabra: amar. Amor a Huelva, amor a los sacerdotes. La despedida de los sacerdotes y seminaristas tuvo lugar en el Seminario el 30 de julio de 1969, recibiendo el regalo de un precioso cáliz, regalo del clero. El homenaje popular fue en la Plaza de las Monjas, el 6 de agosto, con una asistencia multitudinaria. El alcalde, Federico Molina Orta, había invitado a la ciudadanía con estas palabras: «Huelva tiene una cita con este santo hombre que se nos marcha». A las 6,30 la Virgen de la Cinta fue trasladada desde su Santuario del Conquero a la Plaza de las Monjas, donde había de celebrarse la misa. Al finalizar la eucaristía, se leyó el acuerdo municipal por el que se le nombraba Hijo Adoptivo de Huelva. La ciudad de Aracena le concedió su medalla de oro el 17 de julio de 1969, en reconocimiento de sus esfuerzos por la sierra y, en concreto, por el Colegio Menor Arias Montano. Condecoración que vino a sumarse a los honores y distinciones que le fueron concedidos a lo largo de estos años: la Gran Cruz de Isabel la Católica (1965), la Gran Cruz de la Soberana Orden de Malta (1966); en 1968 fue nombrado Presidente del Instituto Pontificio CLAUNE (Claustros Necesitados); y el mismo año, Miembro del Consejo de Patronos de la Universidad de Navarra. El temple y la formación de director de almas marcó la pastoral de García Lahiguera. Movido por su gran corazón de padre y de pastor, buscó la persona más que la institución, pero creyó en la necesidad de la renovación de las estructuras y confió en los colaboradores que podían llevar a cabo la transición a nuevos modos de pastoral. c) Vicario Capitular sede vacante, don Bernardo Pascual Real (1969) Al quedar vacante la sede onubense, por haber tomado posesión de la sede valenciana su anterior obispo, cesaron el Vicario General y los recién nombrados vicarios pastorales. El Cabildo, reunido el 11 de septiembre de 1969, a tenor de lo dispuesto en el derecho canónico, eligió Vicario Capitular a don Bernardo Pascual, que había sido Vicario General durante el último pontificado. El Seminario había obtenido el reconocimiento oficial para los estudios medios. Don Rosendo Álvarez, hasta ahora Vicerrector, pasaba a ser Rector del Seminario. La reforma litúrgica, mientras tanto, seguía su curso normal. En octubre de 1969, la Santa Sede publicaba una instrucción acerca de la aplicación gradual de la constitución apostólica Missale Romanum. El Vicario Capitular dio normas para la entrada en vigor del nuevo ordo. d) Mons. Rafael González Moralejo (1969-1983) El 26 de noviembre de 1969 era nombrado obispo de Huelva Mons. González Moralejo, a quien tocó conducir el pueblo de Dios en Huelva durante casi 25 años, en los difíciles, críticos y decisivos tiempos de la transición social y política y de la renovación postconciliar. Nació en Valencia el 19 de mayo de 1918. Tras obtener la licenciatura en Ciencias Químicas en su Universidad, ingresó en el Seminario valentino, cursando la teología como becario del Real Colegio del Corpus Christi. Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1945, continuando en el Seminario como profesor de materias científicas. Su formación en doctrina social, por la que tanto destacó, la recibió de don Ángel Herrera Oria, tanto en los conceptos como en la práctica. A su lado, vivió una experiencia sacerdotal en el barrio pesquero de Santander, en 1946, y, una vez nombrado Herrera Oria obispo de Málaga, marchó con él para colaborar en la dirección de la Escuela Social Sacerdotal de Málaga, por 3 años, y la de Vitoria, de 1948 a 1959. En 1950 pasó a Madrid, donde cursó Ciencias Económicas, al tiempo que era Profesor de Doctrina Social de la Iglesia en el Instituto Social León XIII, y Profesor de Teología Moral en el Seminario Hispanoamericano y en el Colegio Vasco de Quiroga, ambos de la OCSHA. El 28 de febrero de 1958, a la edad de 39 años, fue nombrado obispo titular de Dardano y auxiliar del arzobispo de Valencia, Mons. Marcelino Olaechea, hasta el 22 de noviembre de 1966, en que, por dimisión del prelado, fue elegido Vicario Capitular, quedando al frente de la archidiócesis hasta noviembre de 1969 con facultades de obispo residencial. Obtuvo un reconocido prestigio en materia de doctrina social de la Iglesia por sus innumerables libros y artículos, como Acción Católica y Acción Social, Un programa de acción social, Bien común económico y distribución de la Renta Nacional a la luz de la doctrina moral y de la ciencia económica, El momento social de España, y Pensamiento pontificio sobre el bien común, y su colaboración en el Breviario de Pastoral Social. Fue Obispo Presidente de las Semanas Sociales de España. Sus últimas publicaciones revelan una inquietud intelectual le ha llevado al estudio de la historia religiosa onubense, en su libro La comunidad cristiana de Huelva. Relato histórico (1997) En el Concilio Vaticano II participó muy activamente, en nombre propio y en el del episcopado español. Fue uno de los principales redactores de la Constitución Gaudium et Spes, al lado de Karol Wojtyla, entonces arzobispo de Cracovia, con quien entabló una gran amistad, frecuentemente recordada por Juan Pablo II. La experiencia del Concilio no se limitó a sus aportaciones doctrinales, sino que caló hondamente en su espiritualidad, uniéndose a otros obispos en la formación de una fraternidad episcopal, inspirada en la espiritualidad de Charles de Foucauld. La venida a Huelva, diócesis aún incipiente, y pobre en muchos sentidos, fue consecuencia de una opción personal. Por esta misma razón se esforzó durante todo su pontificado por conocer mejor el carácter de los onubenses, y buscar en causas históricas y sociológicas su peculiar idiosincrasia. Supo destacar la finura de sentimientos del pueblo, sencillo y cariñoso, la religiosidad popular, fervorosa y espontánea, y, junto a él, la entrega generosa e incondicional de los sacerdotes. La toma de posesión, el 18 de diciembre de 1969, y la ceremonia con que iniciaba su pontificado, en una eucaristía concelebrada en la plaza de San Pedro, marcaba un nuevo lenguaje, lejos de los simbolismos ideados para la entrada de su predecesor. En la misma línea de austeridad puede situarse el gesto de no servirse del palacio episcopal como residencia, habilitándose para sus habitaciones una zona del Seminario Diocesano. El nuevo estilo postconciliar le llevó a rehuir todo tipo de servidumbres, para caminar hacia una Iglesia independiente y libre, más pobre y más cercana a los pobres. Evolución del marco social Durante los años del pontificado de González Moralejo ocurrieron algunos de los acontecimientos más trascendentales para la historia de España: la muerte de Franco, la coronación del rey Juan Carlos, la transición política a la democracia, la constitución, la sucesión de partidos políticos de distinto signo en el gobierno de la nación, el desarrollo de las autonomías. Estos y otros hechos marcaron un nuevo modo de estar la Iglesia en la sociedad española, más independiente del poder político y más centrada en la tarea evangelizadora. En Huelva, el Polo de Desarrollo atrajo la inmigración de trabajadores de la provincia a la capital, creciendo en población y en necesidades de nuevas parroquias. También se acusó el problema del paro, que alcanzaba el 17 % de la población activa. Por su parte, la enseñanza experimentó un rápido desarrollo, con la multiplicación de centros de bachillerato en toda la provincia. La situación de la Iglesia a la llegada de don Rafael mostraba ya unos preocupantes problemas. Se iniciaba la experiencia del traslado de los estudios filosóficos y teológicos del Seminario al CET de Sevilla, mientras en Huelva quedaba un Seminario Menor, cuya identidad se había desdibujado. El rápido descenso de las vocaciones fue una primera señal de alarma. El desmoronamiento de las formas unitarias de apostolado en la A. C., fue reemplazado poco a poco por múltiples asociaciones y movimientos, independientes entre sí. Las hermandades y cofradías ocuparon un espacio de participación laical en el culto de la Iglesia, iniciándose un desarrollo que hubiera parecido impensable en los primeros momentos del cambio. El clero acusó los efectos de la crisis social e ideológica de mayo del 68, y la crisis de identidad sacerdotal, produciéndose una dolorosa cadena de secularizaciones, de casi un tercio del clero, al tiempo que se mantenía la probada y callada fidelidad del resto. Organización diocesana Correspondió a don Rafael la plena aplicación del Concilio, la culminación de la reforma litúrgica y la introducción de las instituciones previstas por el nuevo derecho canónico, cuyo código fue promulgado en 1983. Su hábito de trabajo científico, metódico y riguroso en sus razonamientos, lo aplicó en su forma de gobernar, y procuró inculcarlo a sus más inmediatos colaboradores. El edificio del Palacio Episcopal se vio repetidamente amenazado por ciertos aires reformistas, que pretendían que la diócesis se deshiciera de él, por considerarlo un antitestimonio. Por el contrario, se remodelaron las oficinas, adaptándolas a las nuevas exigencias de los organismos de pastoral diocesana. Al comienzo de su pontificado, Moralejo confirmó a don Bernardo Pascual como Vicario General, a quien sucedió don Juan Mantero Lorca en noviembre de 1970, con don Francisco Girón como Pro-Vicario. Dividió la diócesis en tres zonas pastorales, nombrando a don Carlos Núñez para la zona norte, a don Manuel Martín de Vargas para la zona sur, y a don Ildefonso Fernández para la zona de Huelva capital. En 1974 volvió a la estructura tradicional, de un solo Vicario General, desarrollando la figura de las Delegaciones y Secretariados como instrumentos pastorales a nivel diocesano, y de los arciprestazgos como puntos de conexión y correa de transmisión entre la pastoral diocesana y las parroquias. En 1977 es nombrado Vicario General don Rosendo Álvarez, hasta que fue preconizado obispo de Jaca en noviembre de 1984. Le sucedió en el cargo don Ildefonso Fernández, siendo confirmado en el mismo por Mons. Noguer Carmona, en 1993. Además del Consejo de Presbiterio, desarrolló la figura de los Consejos de Consultores y de Economía, dotándolos de estatutos propios. Tras la entrada en vigor del nuevo Código, el Provisor Juez eclesiástico es denominado Vicario Judicial, cargo que ocupa don Juan Mairena desde mayo de 1979. Por iniciativa del vicario general, Álvarez Gastón, se publicaba una Guía de la Iglesia Diocesana en 1978 y en 1982, que ofrecía por primera vez una visión de conjunto de las instituciones diocesanas. La Guía de 1985, preparada por el vicesecretario, Carrasco Terriza, siendo vicario don Ildefonso, presentaba la imagen de un organismo bien trabado y experimentado en la práctica pastoral. En palabras del obispo, ofrecía «un esquema completo de todas las instituciones y organismos que integran la Diócesis, reflejo de las realidades que en ella existen y operan. Pero también pauta para quienes se interesan por conocer la estructura organizativa de su dinamismo pastoral». Creado por su antecesor, a finales de 1967, el Consejo de Presbiterio fue una institución de vital importancia para el gobierno de la diócesis. Repasar los asuntos tratados es como sentir el palpitar de las inquietudes diocesanas, tanto de los problemas que preocupaban como de los proyectos más ilusionantes. Después del terremoto, la Dirección General de Bellas Artes emprendió la restauración del edificio, monumento nacional, bajo la dirección del arquitecto Rafael Manzano, quien completó la fachada con la elevación de las espadañas laterales, la remodelación del presbiterio, situando en torno al altar la sede episcopal y la sillería de coro. El Cabildo, tras laborioso estudio, renovó sus Estatutos, a tenor de la nueva legislación canónica. Sacerdotes y Seminario Desde el principio de su mandato, don Rafael procuró por encima de todo la unidad de sus sacerdotes. Multiplicó las reuniones sacerdotales como vehículo de encuentro y de entendimiento. Dirigió numerosas cartas pastorales en momentos oportunos, abordando problemas espirituales o pastorales. La misa crismal, adelantada al martes santo, se convirtió en uno de los momentos más intensos de encuentro sacerdotal en torno al pastor. Los años del pontificado de González Moralejo fueron los más difíciles para la perseverancia sacerdotal. La crisis de identidad inducida por quienes pretendían la abolición del celibato y de los que introducían una imagen distorsionada del fin sobrenatural de la Iglesia se cebó en el presbiterio. Fueron 50 los sacerdotes que abandonaron el ministerio entre 1970 y 1992. De ellos, 38 pidieron y obtuvieron la secularización. Al comienzo de su pontificado se produjo la prometedora experiencia de concentrar los seminarios de la provincia eclesiástica en Sevilla, con el deseo de conseguir una mejor formación en el Centro de Estudios Teológicos, y un mayor enriquecimiento, al contacto con seminaristas de otras diócesis. Con mucha frecuencia el obispo visitaba a sus seminaristas en los pisos, manteniendo viva la unión con la vida de la diócesis. Al frente del Seminario estuvo don Diego Capado. Problemas circunstanciales, ajenos a la casa, enturbiaron el resultado, produciéndose un descenso vertiginoso de vocaciones, hasta quedar dos alumnos, que terminaron sus estudios en Salamanca. Un repunte de las vocaciones y la reconducción de los cuadros directivos del CET permitió el regreso a Sevilla, y, finalmente, volver a tener Seminario Mayor en Huelva. El Seminario Menor pasó por la crisis de identidad de quedar reducido a un colegio de bachillerato, quedando los indicios de vocación como mero expediente. La exigencia del planteamiento vocacional expreso fue mayor, terminándose con la ambigüedad, aun a costa de la disminución de alumnos. Arciprestazgos y parroquias La institución de los arciprestazgos fue tomando cada vez más cuerpo, adelantándose a la consideración que de ellos hace el Código de Derecho Canónico. Promovió las reuniones arciprestales mensuales, a las que asistió siempre que le fue posible. La afluencia de población de la provincia a la capital obligó a la creación de parroquias en las nuevas barriadas, y a la construcción de sus respectivos templos: Santa Teresa, Santa María Madre de la Iglesia, El Carmen, Cristo Sacerdote, El Pilar, San Leandro, Santiago y San Juan de Ávila. Además de las reparaciones ordinarias, hay que sumas la obras de restauración en monumentos, llevados a cabo por Bellas Artes, en la Catedral, Niebla, Trigueros, Villalba y Santa Clara de Moguer. La organización de las parroquias fue cada vez más completa, fomentándose la creación de los Consejos Parroquiales, tanto los de pastoral como los de economía, como cauce de corresponsabilidad de los laicos con sus pastores. Vida consagrada Una nueva forma de apostolado de religiosos y religiosas, surgida en aquellos años fue la colaboración en las parroquias, lo que vino en gran parte a paliar la progresiva escasez de sacerdotes y a dinamizar enormemente la catequesis, el apostolado juvenil y la atención caritativa y social. Apostolado seglar. A la práctica desaparición de la Acción Católica sucedió el brotar de los movimientos de apostolado. Entre todos destaca el Camino neocatecumenal, que iniciaba su implantación en Valverde del Camino en 1974, con el apoyo y seguimiento cercano del obispo. En 1983 eran 66 comunidades extendidas por toda la geografía diocesana. Recogiendo la experiencia de diez años del Camino en Huelva, publicaba el obispo una importante Instrucción Pastoral (1993). En las parroquias, tomó cuerpo de movimiento de apostolado los grupos de catequistas. A ellos se sumaron algunos grupos juveniles o familiares de carácter parroquial, y movimientos más generales, como el Movimiento Familiar Cristiano, Equipos de Nuestra Señora, Movimiento Carismático, y grupos apostólicos vinculados a determinadas congregaciones religiosas: salesianos, paúles, teresianas, jesuitas. El grupo musical Brotes de Olivo, nacido en la familia Morales, reunió en torno a sí a numerosos simpatizantes, que compartía su afán apostólico. Catequesis La actividad del Secretariado Diocesano de Catequesis ha sido, sin duda, uno de los aspectos más notables del pontificado de González Moralejo. La capacidad organizativa y la competencia de sus responsables, don Francisco Echevarría y don Baldomero Rodríguez, consiguió poner en marcha a miles de catequistas, que se reunían anualmente en multitudinarios Encuentros de Catequistas. El Secretariado preparó un moderno y original material catequético, que abarcaba todo un proceso catecumenal, desde la infancia a la preadolescencia. La colección, editada por Paulinas, se convirtió en el material común en España y Portugal, y hasta en Hispanoamérica. Magisterio episcopal Don Rafael se ha servido ampliamente de la pluma y de la palabra para el ejercicio de la misión evangelizadora. Su larga trayectoria como ensayista y escritor fue continuada con las numerosas cartas pastorales, homilías, conferencias y escritos, que rebasaban el interés circunstancial de las jornadas nacionales, para remontarse a temas de hondo calado pastoral, social y eclesial. La acción caritativa y social La progresiva mentalización de la diócesis hacia el ejercicio de la caridad se manifestó en la mejor organización de Cáritas Diocesana y de las Cáritas parroquiales. Al mismo tiempo surgieron numerosas iniciativas apostólicas de asistencia y promoción social, especialmente con la creación de guarderías y de residencias de ancianos. Atención a la religiosidad popular Admirador de la religiosidad del pueblo sencillo, que, a pesar de su escaso cumplimiento sacramental, se siente identificado con sus devociones patronales, González Moralejo quiso orientar la vida de las hermandades y cofradías, ofreciéndoles una nueva visión y un nuevo marco jurídico, en el Decreto sobre revisión y renovación de las Reglas y Estatutos de las Hermandades y Cofradías en la Diócesis de Huelva, de 25 de julio de 1975. Igualmente interviene para intentar suprimir ancestrales rivalidades entre hermandades, cofradías o cruces de mayo. En 1981 se creó el Secretariado Diocesano de Hermandades y Cofradías, destinado a ser uno de los organismos más atareados de la Curia. La década de los 80 fue testigo de un verdadero renacer de las hermandades y cofradías. Muchas renovaron sus estatutos o formalizaron su status jurídico como asociaciones públicas de fieles. Mientras que en la Guía de 1978 y 1982 no figuran datos de hermandades, por carecer de suficiente información, en la Guía diocesana de 1985 habían actualizado sus decretos de erección canónica y renovado sus estatutos un total de 114 hermandades y cofradías. En la Guía de 1997 el número se elevaba a 203. La romería de El Rocío triplicó el número de peregrinos y de hermandades filiales. Cuando García Lahiguera bendijo el nuevo Santuario, existían 34 hermandades, mientras que en 1993 eran 90. En 1983 los obispos de las provincias eclesiásticas de Sevilla y Granada dictaron unas normas por las que se regula la creación de nuevas hermandades del Rocío. La cultura Al unísono con el desarrollo de las instituciones culturales en los organismos civiles y en la Conferencia Episcopal, fueron creados en 1975 la Comisión Diocesana de Arte Sacro y el Museo Diocesano, con sede en Santa Clara de Moguer, cuya dirección fue encomendada a Carrasco Terriza. Al mismo tiempo se iniciaba la clasificación del Archivo Diocesano, formado con los fondos procedentes de Sevilla. Corresponsabilidad episcopal Don Rafael participó muy activamente en la vida de la iglesia española, desde sus cargos en la Conferencia Episcopal y en la Asamblea de los Obispos del Sur. Presidió las comisiones episcopales de Migraciones y de Pastoral Social, y fue miembro de la Comisión Permanente, del Comité Ejecutivo del Episcopado Español, del Consejo de Economía, y de la Comisión Episcopal para el V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, y del Patronato de la Fundación Pablo VI. Continuó su labor en la Semanas Sociales y en la Comisión Nacional Justitia et Pax. María, Estrella de la Evangelización. El V Centenario La celebración del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, que tuvieron como núcleo los Congresos Internacionales Mariológico y Mariano, y que culminó con la visita del Papa, quedó escrita con letras de oro en la pequeña historia de esta Diócesis, aún no cincuentenaria. Significaba mucho para la diócesis, puesto que la evangelización del Nuevo Mundo tuvo sus inicios en el monasterio franciscano de La Rábida y en la parroquia de Palos, de cuyo puerto zarparon -en nombre de Dios y de Santa María- los intrépidos marinos onubenses. Fue preparada por medio de una misión popular por todos los arciprestazgos de la diócesis, destacando la especial incidencia de la coronación canónica de las imágenes de las Patronas de las ciudades vinculadas al Descubrimiento de América, Moguer, Lepe y Ayamonte, en los mismos años. A los Congresos Internacionales XI Mariológico y XVIII Mariano, en septiembre de 1992, asistieron 600 congresistas, y fueron presididos por el Legado Pontificio, cardenal Martínez Somalo, quien coronó a la Virgen de la Cinta, Patrona de Huelva, el día 26. En la jornada siguiente, fueron clausurados en El Rocío con la asistencia de los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, la Condesa de Barcelona, y multitud de peregrinos. La Visita Apostólica de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, el 14 de junio de 1993, se inició en la ciudad de Huelva con la celebración eucarística, que ocupó toda la mañana. El obispo pronunció unas emocionadas palabras de salutación, exponiendo al Santo Padre los testimonios históricos de la fe cristiana onubense, y el compromiso de fidelidad de la Diócesis. La parte musical estuvo a cargo de la Coral Polifónica de Trigueros, que apoyó el canto del pueblo. En la presentación de las ofrendas estuvieron significadas las cinco zonas pastorales de la Diócesis, y fue acompañada por la Danza de los Cascabeleros de San Juan Bautista, de Alosno. La homilía de Su Santidad fue considerada por la prensa internacional como la más importante alocución de todo el viaje papal. En ella delineó un programa pastoral de largo alcance, para la diócesis onubense. María fue la Estrella de la gran epopeya misionera que llevó la luz de Cristo a América. La gran empresa evangelizadora del pasado es estímulo para la nueva evangelización, para llevar el vino nuevo de Cristo a una sociedad, que acusa la ausencia de valores y un deterioro moral. La sociedad, necesitado de la luz del Evangelio, demanda un nuevo esfuerzo evangelizador, de los sacerdotes, de los religiosos/as, y del laicado adulto y responsable. Todo ello será posible gracias a la intercesión poderosa de María Santísima, venerada en Huelva con el título de Ntra. Sra. de la Cinta. Al finalizar, el Santo Padre improvisó unas palabras, en las que hizo alusión a su antigua amistad con el Sr. Obispo, nacida de su común participación en los trabajos del Concilio Vaticano II, en la Comisión de la Constitución Gaudium et Spes, sobre la Iglesia y el mundo actual. Seguidamente, el Santo Padre se retiró al Palacio episcopal, donde almorzó con los miembros del séquito pontificio y con los Obispos del Sur de España. Antes de la comida se asomó al balcón principal del Obispado y saludó a los numerosos fieles que le aclamaban. Después, descansó brevemente en sus habitaciones. A las 15,45 horas, el Santo Padre, acompañado en el coche panorámico por Mons. González Moralejo, se dirigió a los Lugares Colombinos. A las 16,15 horas, en Moguer, recorrió las calles de la ciudad y visitó la Iglesia Parroquial de Santa María de la Granada, donde oró ante la imagen de Ntra. Sra. de Montemayor, y saludó al clero local, a las autoridades y al pueblo. Firmó un pergamino conmemorativo, y, a la salida, elogió la grandeza del templo parroquial. Seguidamente la comitiva continuó el itinerario hasta Palos de la Frontera. A las 16,45 horas, la comitiva llegó a Palos de la Frontera. En la plaza Ingeniero Conradi saludó a las autoridades eclesiásticas y civiles. Rompiendo el protocolo, se dirigió a los fieles, especialmente a los niños, jóvenes y enfermos. En la escalinata de acceso al templo agradeció las atenciones que estaba recibiendo. El Santo Padre oró unos minutos en la Iglesia Parroquial de San Jorge. Seguidamente, Juan Pablo II marchó a La Rábida, donde, tras saludar a S. A. R. la Infanta doña Cristina y al Presidente de la Junta de Andalucía, realizó una breve visita al Monasterio franciscano. Ante el sagrario volvió a orar unos minutos, para después dirigirse al pie del Monumento a los Descubridores, donde tuvo lugar la Coronación Canónica de la Virgen de los Milagros, Santa María de la Rábida. Al inicio de la Celebración de la Palabra, Mons. González Moralejo pronunció unas palabras de saludo. Los textos litúrgicos siguieron el Ritual de la Coronación de una Imagen de Santa María Virgen. La lectura bíblica fue tomada del leccionario de la Misa de Santa María Reina. El Sr. Obispo y la Infanta doña Cristina, presentaron las coronas a Su Santidad. Tras la coronación, el Papa rezó una Plegaria a Ntra. Sra. de los Milagros. A su término, añadió unas palabras de agradecimiento, expresando su emoción por encontrarse en el lugar histórico donde empezó un nuevo capítulo en la historia del mundo, donde empezó la historia de la salvación y de la evangelización del Continente americano, y a donde vuelven los hermanos de España y de América a dar gracias a la Madre de los hombres, la Reina de las Américas. Desde La Rábida, Su Santidad se trasladó en helicóptero a la aldea de El Rocío (Almonte). En la Puerta de las Marismas, del Santuario de la Stma. Virgen del Rocío, le reciben el clero parroquial, las autoridades locales, y una representación de la Hermandad de Almonte. Una vez en el Santuario oró largamente ante el Santísimo y ante la imagen de la Virgen, la Blanca Paloma. En el templo se hallaban los representantes del centenar de Hermandades y Asociaciones rocieras, con sus respectivos simpecados, alineados a derecha e izquierda, de la nave central. Seguidamente, desde la balconada del Santuario, el Santo Padre tras ser saludado por el Sr. Obispo, dirigió una Alocución a las más de cien mil personas, de las Hermandades rocieras y fieles reunidos al pie del Santuario. En sus palabras, elogió la religiosidad popular mariana, invitando a purificarla del polvo del camino. La alocución fue varias veces interrumpidas por los aplausos, aprovechando el Santo Padre para improvisar frases cariñosas. «Que todo el mundo sea rociero», dijo en un momento. Finalmente, recitó el Ave María, impartió la bendición papal, y se despidió, mientras sonaba la melodía de la Salve rociera. Con esta visita del Santo Padre al principal centro de la religiosidad popular andaluza, quiso expresar lo que esta devoción popular puede representar en el marco de una nueva evangelización, invitando al compromiso de una fe con obras. d) Mons. Ignacio Noguer Carmona (1990 / 1993 -- ) Desde el 16 de noviembre de 1990, González Moralejo contó con la ayuda de Mons. Ignacio Noguer Carmona, que fue nombrado obispo coadjutor el 21 de octubre de 1990 y tomó posesión el 16 de noviembre del mismo año. El día 27 de octubre de 1993, tras la aceptación de la renuncia presentada ante la Santa Sede por Mons. González Moralejo, pasó a ocupar la sede onubense Mons. Noguer Carmona, su actual Obispo.
Fuentes y Bibliografía Como es obvio, la documentación se encuentra en el Archivo Diocesano de Huelva. De ella destacaremos las Relaciones quinquenales para las Visitas ad Límina, cada vez más completas y voluminosas. Una visión global de la Iglesia en Huelva, a nivel divulgativo, en GONZÁLEZ MORALEJO, Rafael, La comunidad cristiana de Huelva. Relato histórico (Diputación de Huelva -- Obispado de Huelva, Huelva, 1997), y CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, Precedentes históricos de la Diócesis de Huelva (memoria de licenciatura, inédita, Pamplona, 1982). Ambos abarcan desde la primera cristianización hasta el momento de la creación de la diócesis. Para hacerse cargo del ambiente antirreligioso en Huelva y provincia en el primer tercio de siglo, ver CAMPOS GILES, J., El Obispo del Sagrario abandonado (Palencia4, s.f.), y ORDÓÑEZ MÁRQUEZ, Juan, La apostasía de las masas y la persecución religiosa en la provincia de Huelva. 1931-1936, (CSIC, Instituto Enrique Flórez, Madrid, 1968). Sobre el pontificado de Cantero Cuadrado: Así nació la Diócesis de Huelva. El primer lustro de su vida histórica. Número extraordinario de «Huelva Católica», Semanario Diocesano, año IV, nº 122, domingo, 15 de marzo de 1959. GIRÓN, Francisco, José Mª SEGOVIA y Manuel MARÍN, Diez años. Diócesis de Huelva, (Gráficas Sevillanas, Sevilla, 1964). CANTERO CUADRADO, Pedro, Diálogos con el mundo actual (Huelva, 1964). Al incoarse el proceso de canonización de Mons. García Lahiguera, aparecieron dos biografías, que recogen el pontificado en la sede onubense: MUÑOZ IGLESIAS, Salvador, José María García Lahiguera, un carisma, una vida (Madrid, 1991); CÁRCEL ORTÍ, Vicente, Pasión por el sacerdocio. Biografía del Siervo de Dios José María García Lahiguera (BAC, Madrid, 1997). Parte del pontificado de Mons. González Moralejo queda recogido en Diez Años de un Obispo y de una Diócesis, BOOH 229 (1979), y D. Rafael González Moralejo, 25 años de Obispo, BOOH 245 (1983). Los acontecimientos del V Centenario, en SUGRAÑES GÓMEZ, Eduardo J., Los inolvidables días de Huelva. Crónica de los Congresos Marianos y de la Visita del Papa (Obispado de Huelva, Huelva, 1996). Un índice de la legislación diocesana del periodo estudiado, en BOGARÍN DÍAZ, Jesús, Cuarenta años de la Diócesis de Huelva, a través del Boletín Oficial del Obispado --Producción Canónica-- (1953-1993) (Suplemento del «Boletín Oficial del Obispado de Huelva», Huelva, 1994). 1. A. MUÑOZ TORRADO, La iglesia de Sevilla en el siglo XIII (Sevilla, 1914) 162. 2. Ibid., 2-29. 3. L. SALA BALUST - F. MARTÍN HERNÁNDEZ (eds.), Obras completas del Santo Maestro Juan de Ávila, VI (BAC, Madrid, 1971) 166-167. 4. J. L. GOZÁLVEZ ESCOBAR, La formación de la provincia de Huelva y el afianzamiento de su capital (Huelva, 1983). Id., «Presentación» a la edición del Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, de Pascual Madoz, (Huelva, 1985). 5. F. SUÁREZ, Génesis del Concordato de 1851: Ius Canonicum 3 (1963) 65-249. E. DELAPUENTE GARCÍA, Relaciones diplomáticas entre España y la Santa Sede durante el reinado de Isabel II (1843-1851) (Madrid, 1970). V. CÁRCEL ORTÍ, Vicente, Los despachos de la Nunciatura de Madrid (1847-1857): Archivum Historiae Pontificiae, 13 (1975) 311-400; 14 (1976) 265-356. PÉREZ MIER, L., Revisión de las circunscripciones diocesanas: Ecclesia 642 (31 oct. 1953) 494-495. 6. BOEAS 1646 (10 ag. 1953) 514: Comunicación pastoral de Su Emcia. Reverendísima sobre la erección de la Diócesis de Huelva. 7. Ibid., 515-516. 8. P. CANTERO CUADRADO, Pedro, Josemaría Escrivá de Balaguer: un hombre de Dios (Testimonios sobre el Fundador del Opus Dei 2, Palabra, Madrid, 1991) 17. 9. P. CANTERO CUADRADO, Hoy...: Huelva Católica 122 (1959) s.p. 10. P. CANTERO CUADRADO, Dos años después...: Huelva Católica 122 (1959) s.p. 11. Ecclesia 669 (1954) 508-509. 12. BOOH 7 (1954) 252-260. Ecclesia 693 (1954) 456. |