CHRISTUM FERENS.

525º ANIVERSARIO DEL VOTO COLOMBINO

 

                                                                                        Manuel Jesús Carrasco Terriza

 

I. PRESENTACIÓN

            La provincia y la diócesis de Huelva vienen celebrando en 2017 el 525º aniversario del Descubrimiento y de la Evangelización de América, y el 25º aniversario del viaje apostólico del Papa San Juan Pablo II a Huelva, a los Lugares Colombinos –Moguer, Palos y La Rábida– y al Santuario del Rocío. Celebramos también en 2018 el 525º aniversario de los votos colombinos, en el Monasterio de Santa Clara de Moguer  y en el Santuario de Ntra. Sra. de la Cinta.

            En tal sentido, la Hermandad de Nuestra Señora de la Cinta de Huelva, que conmemora el 25º Aniversario de la coronación canónica de su imagen titular, acontecida en el marco de los Congresos Internacionales XI Mariológico y XVIII Mariano, ha celebrado en los días 19 al 22 de septiembre, la Semana Mariológica, que organiza anualmente la Sociedad Mariológica Española.

            Por parte de la Diócesis, el Secretariado de Patrimonio Cultural y el Monasterio de Santa Clara de Moguer organizan, en este edificio, una exposición netamente colombina, bajo el título Christum ferens, en memoria de los votos colombinos.

            Partiendo del nombre propio de Cristóbal Colón y de los jeroglíficos que componen su firma, se explica su contenido, poniendo de relieve el hondo sentido cristiano, la profunda fe religiosa y el sentido providencial de su sueño descubridor. La firma de Colón comienza con una confesión de fe trinitaria: “.S. // .S. / A / .S.”, que se interpreta como Sanctus, Sanctus, Sanctus, o como Pater est Deus, Filius est Deus, Spiritus Sanctus est Deus. Bajo tales siglas aparecen otras: “X / M / Y”, que significan “Christus, Maria, Yoseph”. Su hijo Fernando decía de él que comenzaba sus escritos con esta jaculatoria: “Iesu cum Maria sit nobis in via”, Jesús con María esté en nuestro camino. Su nombre propio lo escribía en latín “xtoferens”, versión del griego Christóforo, afirmando su conciencia de ser Christóferens, portador de Cristo.

            Hoy día se mantiene viva la devoción trinitaria de Colón en el Buque Escuela Juan Sebastián Elcano. Es sabido que, desde hace 90 años, cada vez que zarpa para dar la vuelta al mundo, su comandante repite las palabras de Colón:

«Larga trinquete en nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas y un solo Dios verdadero, que sea con nosotros y nos guarde, que acompañe y nos dé buen viaje a salvamento y nos lleve y vuelva a nuestras casas».

            Esto nos da pie para titular la exposición como Christum ferens, “el portador de Cristo”, estableciendo cuatro capítulos, en cuatro salas, mas una sala dedicada al voto colombino de Santa Clara:

1ª sala. La Trinidad del Cielo.

                        2ª sala. La Trinidad de la tierra

                        3ª sala. Iesus cum Maria sit nobis in via

                        4ª sala. El voto colombino de Santa Clara

                        5ª sala. Christóferens.

                                                                       * * *

 

I. LA FIRMA DE COLÓN

            Personaje, como pocos, poliédrico y enigmático, tanto en sus orígenes como en su trayectoria vital, viene a definir y al mismo tiempo a encubrir su nombre y sus pensamientos en su firma. Se dice que “en ella el Almirante quiso encerrar muchos de los secretos que conforman el enigma de su vida[1]. Como el tema de sus orígenes, el jeroglífico de su firma ha dado lugar a múltiples interpretaciones, que, en vez de aclarar, han envuelto aún más al personaje en el halo del misterio.

            Se han contabilizado 42 firmas de Colón, 31 de ellas autógrafas. Las firmas se componen de tres grupos de caracteres superpuestos: en la parte superior, un triángulo con las letras “.S. / .S. / A / .S.”; la línea intermedia, “ X / M / Y”; y en la inferior “xto ferens” o “El Almirante”.

            Entre 1493 y 1501, en 11 ocasiones, encabeza la firma con la doble invocación y la termina con “El Almirante”:

.S.

.S.  A  .S.

X    M   Y

El Almirante

 

            Entre 1502 y 1505, en 17 documentos, aparece el jeroglífico completo.

.S.

.S.  A  .S.

X    M   Y

Xpo FERENS

 

            Y en 3, tan sólo la última línea “xpo FERENS”, en 1504 [2].

 

            Las interpretaciones de la firma han sido muy diversas, puesto que Cristóbal Colón no la explicó: tan sólo determinó que sus sucesores en el Mayorazgo la utilizaran fielmente.

 

“…Don Diego, mi hijo, o cualquier otro que heredase este Mayorazgo, después de haber heredado y estar en posesión de ello, firme de mi firma, la cual agora acostumbro, que es una X encima y una M con una A romana encima, y encima de ella una S y después una Y griega con una S encima con sus rayas y vírgulas como yo agora fago; y se parecerá por mis firmas, de las cuales se hallarán muchas y por esto parecerá…” [3]

            De ahí la disparidad de criterios, resumidos por Antonio Fernández y Fernández, quien afirma sobre las siglas que “en ellas se condensan la vida, la obra, intención y anhelos del Almirante Don Cristóbal Colón[4].

            El hecho de hacer una invocación religiosa en las cartas, testamentos y demás documentos, sea en el encabezamiento, sea en la firma, es una práctica habitual en personas de convicción cristiana, más en aquella época. Alejandro de Humbolt decía, en 1824, que

“…Los españoles han conservado hasta nuestros días en la vida ordinaria la firma con rúbrica acompañada frecuentemente con rasgos complicadísimos y repetidos con completa igualdad. En la Edad Media, para diferenciarse de los moros y de los judíos, tan numerosos en la Península antes del sitio de Granada, precedían a su firma, por devoción, algunas iniciales de un pasaje bíblico o el nombre de un santo de la especial devoción del que firmaba”.[5]

            En la carta de confirmación de las Capitulaciones de Santa Fe de 17 de abril de 1492, fechada el 23 de abril de 1497 en Burgos, que tiene rango de Carta de Privilegio, se expresa el contenido de la fe de Colón, contenida en las tres líneas de la firma. Se inicia con una solemne invocación a la Santísima Trinidad y a la Virgen María, y concluye con una manifestación de la conciencia de Colón de ser elegido para ser mensajero de la fe católica.

“En el nombre de la Santa Trinidad, e eterna unidad, Padre, e Fijo, e Espíritu Santo, tres Personas realmente distintas, e una esencia Divina, que vive e reina por siempre sin fin; e de la Bienaventurada Virgen gloriosa Santa María nuestra Señora, su Madre, a quien nos tenemos por Señora e por abogada en todos nuestros fechos, e a honra, e reverencia suya, e del Bienaventurado Apóstol Señor Santiago, luz e espejo de las Españas, Patrón e guiador de los reyes de Castilla e de León, e así mismo a honra y reverencia de todos los otros Santos e Santas de la Corte Celestial. Porque, aunque según natura non puede el home complidamente conoscer qué cosa es Dios, por el mayor conocimiento que del mundo puede haber, puédelo conocer, veyendo e contemplando sus maravillas e obras e fechos que fizo e face de cada día, pues que todas las obras por su poder son fechas e por su saber gobernadas e por su bondad mantenidas; e así el home puede entender que Dios es comienzo, e medio, e fín de todas las cosas; e que en él se encierran, y él mantiene a cada uno en aquel estado que las ordenó, e todas le han menester, y él no ha menester a ellas, y él las puede mudar cada que quisiere, según su voluntad, y no puede caber en él que se mude ni se cambie en alguna manera[…]” [6].

“E agora, por cuanto vos el dicho D. Cristóbal Colón, nuestro Almirante del mar Océano, e nuestro Visorrey e Gobernador de la tierra-firme e islas, nos suplicastes e pedistes por merced que porque mejor e más cumplidamente vos fuese guardada la dicha carta de merced a vos e a vuestros hijos e descendientes, que vos la confirmásemos e aprobásemos e mandásemos dar nuestra carta de previllejo della, o como nuestra merced fuese: e Nos, acatando lo susodicho e los muchos e buenos e leales e señalados e continuos servicios que vos el dicho D. Cristóbal Colón, nuestro Almirante e Visorrey e Gobernador de las islas e tierra-firme descubiertas e por descubrir en el mar Océano en la parte de las Indias, nos habedes fecho, e esperamos que nos fagáis, especialmente en descobrir e traer a nuestro poder, e so nuestro señorío a las dichas islas e tierra-firme; mayormente porque esperamos que, con ayuda de Dios nuestro Señor, redundará en mucho servicio suyo e honra nuestra, e pro e utilidad de nuestros Reinos, porque esperamos con ayuda de Dios, que los pobladores Indios de las dichas Indias se convertirán a nuestra Sancta Fe Católica, tovímoslo por bien; e por esta dicha nuestra merced de previllejo, e por el dicho su treslado signado como dicho es, de nuestro propio motivo, e cierta ciencia e poderío Real absoluto de que en esta parte queremos usar e usamos, confirmamos e aprobamos para agora e para siempre jamás a vos el dicho D. Cristóbal Colón [...]” [7].

            Prescindiendo en las interpretaciones de las siglas que hace Madariaga, Spotorno, Roselly de Lorgues, y otros, preferimos la de Lago González (1865-1925), que fue obispo de Tuy y arzobispo de Santiago de Compostela, aunque introduciendo una modificación[8].

            La explicación de la unidad de naturaleza y la diversidad de personas en la Trinidad se ha expresado tradicionalmente por medio de un diagrama triangular, con radios que confluyen en el centro, llamado scutum fidei o arma Trinitatis. Ciertamente, un gráfico en forma triangular establece una determinada relación entre los miembros, bilateral entre los vértices y común de los tres con el incentro, o punto central. Pues bien, los vértices, formados por las tres “S”, evocan a cada una de las tres divinas Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, el “Sanctus, Sanctus, Sanctus”, trisagio o aclamación litúrgica con que comienza la plegaria eucarística, y que corresponde a las palabras de Is 6, 3 y de Ap 4,8. La letra “A” del punto central podría ser una alusión a la esencia o ser de Dios, eterno, “A S”, alfa y omega, principio y fin de todo lo creado, confesión de fe expresada en la confirmación de las capitulaciones, 1497, y el detalle de poner el nombre de Alpha al cabo más oriental de Cuba, en su segundo viaje[9].

            Ahora bien, al estar delimitada cada S con un punto inicial y otro final, “.S.”, y teniendo en cuenta que tal signo ortográfico separa las frases entre sí, se puede interpretar que tanto el punto previo como el posterior, separan de la relación bilateral con los miembros contiguos, resultando su lectura de este modo: Pater non est Filius nec Spiritus Sanctus, Filius non est Pater nec Spiritus Sanctus, Spiritus Sanctus non est Pater nec Filius, con lo que afirma la distinción de Personas en el seno de la Trinidad.

            En cambio, la “A” del incentro no está delimitada, por lo que se afirma que la esencia o naturaleza divina es común a cada uno de los vértices, es decir, a cada una de las Personas divinas: Pater est Deus, Filius est Deus, Spiritus Sanctus est Deus[10].

            En definitiva, cuantos interpretan la firma en sentido de profesión de fe cristiana no dudan en que se trata de una invocación trinitaria.

            En la siguiente línea se lee “X / M / Y”, cuyo significado interpretamos que se refiere a la “Trinidad de la Tierra”, Jesús, María y José, en correspondencia con la “Trinidad del Cielo”, Padre, Hijo y Espíritu Santo, como encontramos en múltiples ejemplos en la iconografía de los siglos XVII y XVIII. No obstante, su grafía es inusual: serían las iniciales de Christus, María, Yoseph, salvo que se entienda que si la X es la inicial griega de OD4FJóH, la Y debería ser la ípsilon. En consecuencia, Manuel Lago ofrece la hipótesis de que sea la inicial de K4`H, es decir, Christós Marías Yiós, Cristo Hijo de María[11]. En ese sentido podría aducirse su otra costumbre de encabezar los escritos con la invocación a Jesús y a María, “Iesus cum María sit nobis in via”, según cuenta Hernando Colón[12]. De este modo, este segundo grupo tendría un contenido netamente cristológico y mariano. No obstante, y reconociendo la dificultad que expresa Lago, y la ausencia de alusiones a San José en los escritos de Colón, prefiero la interpretación de la Trinidad de la Tierra, la Sagrada Familia, en la línea de la iconografía que hemos señalado.

            Finalmente, la última línea, “Xpo FERENS”, no plantea mayor dificultad: es la versión latina de Christóforo o de Cristóbal, el nombre propio del Almirante, que, además, revela su conciencia de su papel providencial como Portador de Cristo.

II. DESARROLLO DE LA EXPOSICIÓN

            Conforme a esta división tripartita, recorreremos la exposición, que nos irá recordando las ideas de fondo de la firma colombina.

1ª SALA. LA TRINIDAD DEL CIELO.

            La primera sala evoca la devoción trinitaria de Colón, expresada reiteradamente en muchos de sus documentos, especialmente cuando afirmaba que se hacía a la mar “en nombre de la Santa Trinidad”, piadosa costumbre que, como hemos dicho, adoptó el buque escuela Juan Sebastián Elcano. Recordaremos solamente algunos de esos documentos, empezando por  la carta de confirmación de las Capitulaciones de Santa Fe, fechada en 1497.

            1º.- El primer documento es la ya citada carta de confirmación, fechada el 23 de abril de 1497 en Burgos. Se inicia con una solemne invocación a la Santísima Trinidad y a la Virgen María, y en ella se manifiesta la conciencia de Colón de ser elegido para ser mensajero de la fe católica.

“En el nombre de la Santa Trinidad, e eterna unidad, Padre, e Fijo, e Espíritu Santo, tres Personas realmente distintas, e una esencia Divina, que vive e reina por siempre sin fin; [...] Porque, aunque según natura non puede el home complidamente conoscer qué cosa es Dios, por el mayor conocimiento que del mundo puede haber, puédelo conocer, veyendo e contemplando sus maravillas e obras e fechos que fizo e face de cada día, pues que todas las obras por su poder son fechas e por su saber gobernadas e por su bondad mantenidas; e así el home puede entender que Dios es comienzo, e medio, e fín de todas las cosas; e que en él se encierran, y él mantiene a cada uno en aquel estado que las ordenó, e todas le han menester, y él no ha menester a ellas, y él las puede mudar cada que quisiere, según su voluntad, y no puede caber en él que se mude ni se cambie en alguna manera […]” [13].

            2º.-  El 15 de febrero de1493, Cristóbal Colón escribe a don Luis Santángel, Escribano de Ración de los Reyes Católicos, dándole cuenta del descubrimiento[14]. 

“ [...] toda la cristiandad debe tomar alegría y facer grandes fiestas, dar gracias solemnes a la Santa Trinidad, con muchas oraciones solemnes por el tanto ensalzamiento que habrán, ayuntándose tantos pueblos a nuestra Santa […]”[15].

            3º.- El tercer viaje zarpó desde el puerto de Sanlúcar el 30 de mayo de 1498 con seis navíos: Santa Cruz, Santa Clara, Castilla, Mabel, La Rábida, Santa María de Guía, Gaza y Vaqueña, en cuya tripulación se encontraban los Hermanos Niño, fieles colaboradores del Almirante desde el primer viaje[16]. Desde la Isla Española, en 1500, Colón redacta para los Reyes una larga relación dando cuenta de sus descubrimientos. A lo largo del texto aparecen repetidas referencias a la Santísima Trinidad, unas de forma explícita y otras a través del simbolismo numérico:

“La Santa Trinidad movió a vuestras Altezas a esta empresa de las Indias, y por su infinita bondad, hizo a mi mensagero dello…”[17]

            “... todo pasará, y no la palabra de Dios, y se complirá todo lo que dijo; el cual tan claro habló de estas tierras por la boca de Isaías en tantos lugares de su Escriptura, afirmando que de España les sería divulgado su santo nombre. E partí en nombre de la Santa Trinidad, y volví muy presto con la experiencia de todo cuanto yo había dicho en la mano: tornáronme a enviar vuestras Altezas, y en poco espacio, digo no de […] le descubrí por virtud divinal trescientas y treinta y tres leguas de la tierra firme, fin de Oriente…”[18].

“Partí en nombre de la santísima Trinidad, Miércoles 30 de mayo de la villa de S. Lúcar…”[19].

“y como su alta Magestad haya siempre usado de misericordia conmigo, por acertamiento subió un marinero a la gavia, y vido al Poniente tres montañas juntas: dijimos la Salve Regina y otras prosas, y dimos todos muchas gracias a nuestro Señor, y después dejé el camino de Septentrión, y volví hacia la tierra, adonde yo llegué a hora de completas a un Cabo a que dije de la Galea después de haber nombrado a la Isla de la Trinidad[20].

“y les digo de nuestra santa fe todo lo que yo puedo, y de la creencia de la Santa Madre Iglesia, la cual tiene sus miembros en todo el mundo, y les digo la policía y nobleza de todos los cristianos, y la fe que la Santa Trinidad tienen.”[21]

“Entretanto yo enviaré a vuestras Altezas esta escriptura y la pintura de la tierra, y acordarán lo que en ello se debe facer, y me enviarán a mandar, y se cumplirá con ayuda de la Santa Trinidad con toda diligencia en manera que vuestras Altezas sean servidas y hayan placer. Deo gracias.” [22]

            4º.- En el cuarto y último viaje, desde la isla de Jamaica escribe a los Reyes Católicos el 7 de julio de 1503, como Virrey y Almirante de las Indias, y, además de invocar a la Trinidad Santa, afirma su conciencia de ser ejecutor de la voluntad divina:

“Partí en nombre de la Santísima Trinidad, la noche de Pascua, con los navíos podridos, abrumados, todos fechos agujeros.[…] Después que yo, por voluntad divina, les hube puesto debajo de su real y alto señorío […] Cuya vida y alto estado la Santa Trinidad guarde y acresciente [23].

            5º.- Hay varias cartas de Cristóbal Colón a fray Gaspar Gorricio, monje de la Cartuja de las Cuevas de Sevilla, que siempre terminan con la conocida firma completa:

– 1 de mayo de 1502: “Mi partida será en nombre de la Santa Trinidad, el miércoles a la mañana”

– 20 de mayo de 1502: “Agora será mi viaje en nombre de la Santa Trinidad y espero della la victoria”[24].

            6º.- Carta de Cristóbal Colón a su hijo Diego, 1 de diciembre de 1504: “Plega a la Santa Trinidad de dar salud a la Reina nuestra Señora, porque con ello se asiente lo que ya va levantado”[25].

            7º.- Testamento de Colón, 22 de febrero de 1506. Entre las mandas piadosas establece dedicar renta

“que pueda sostener en una Capilla que se haya de facer, tres Capellanes que digan cada día tres misas, una a honra de la Santa Trinidad, e otra a la Concepción de Nuestra Señora, e la otra por anima de todos los fieles difuntos e por mi anima e de mi padre e madre e mujer. E que si su facultad abastara que haga la dicha Capilla honrosa, y la acreciente las oraciones y preces por el honor de la Santa Trinidad, e si esto puede ser en la Isla Española que Dios me dio milagrosamente, holgaría que fuese allí donde yo la invoqué que es en la Vega que se dice de la Concepción.[26]

            Exponemos, en primer lugar, un panel con la firma autógrafa de Colón [1], estampada en un Memorial a los Reyes Católicos, de hacia 1502. Tiene la particularidad única de que el nombre de Xto FERENS va precedido por dos puntos y cerrado por punto y barra inclinada. Martín Lagares tiene un relieve con el retrato de Colón, y su firma [2]. Del Monasterio de la Rábida, exponemos varios facsímiles de cartas de Colón, suscritas con el conocido jeroglífico [3].

            Como representación apofática de la Trinidad, reproducimos un bello ejemplo del triángulo trinitario, conocido como Scutum fidei o Arma Trinitatis [4], tomado de Cornelius Petraeus, en Sylva Philosophorum, de principios del siglo XVII [27]. En los vértices del triángulo trinitario aparecen los nombres de las tres divinas personas en tres nodos circulares: spiritus sanctus, pater, filius. Las bandas relacionan entre sí a las personas negativamente: non est. Fueras de ellas, confiesa sanctvs, sanctvs, sanctvs. A su vez, cada vértice se conecta por una banda, que afirma est, con un nodo central radiante: Devs. Es llamado Scutum Fidei o Arma Trinitatis[28] (cfr. Ef 6, 14) porque representa sintéticamente la confesión de fe trinitaria, frente a las herejías, tanto arrianas como monofisitas, y porque, cuando se dibuja de forma invertida, adopta la forma de escudo. El triángulo queda inscrito en un círculo, en el que se lee: devs est trinvs et vnvs et omnia in omnibvs, Dios es trino y uno, y todo en todas las cosas, tomando estas últimas palabras de 1 Cor 15, 28, lo que viene a significar, en el contexto creacional, que Dios es el principio y fin de todas las cosas. En los ángulos, cuatro querubines.

            La Trinidad es prefigurada en el Antiguo Testamento en el episodio de la hospitalidad de Abraham a los tres ángeles en la encina de Mambré (Gén 18, 1-15): Yahvé se apareció a Abraham por medio de tres ángeles idénticos entre sí que le anuncian que Sara concebirá a quien será su hijo Isaac.  El patriarca se dirige a ellos en singular:

“El Señor se apareció a Abraham junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se postró en tierra y dijo: «Señor mío, si he alcanzado tu favor [...]»” (Gén 18, 1-3).

            La escena, muy conocida por el icono de Rublev, ya aparece en la Catacumba de Vía Latina y en los mosaicos de Santa María la Mayor y en San Vital de Rávena[29]. En el coro alto de la parroquia de Escacena del Campo tenemos una representación poco habitual de este pasaje bíblico [5]. El cuadro se compone de dos registros. Las Tres Divinas Personas, que se hallan en el rompimiento de gloria, están representadas, no como tres ángeles sino con la iconografía tradicional: el Padre a la izquierda, como el “anciano de muchos días” con capa pontifical, el Hijo a su derecha con la cruz redentora y el Espíritu Santo en el centro en forma de paloma. En el plano de tierra, sobre un fondo de paisaje abierto, aparece Abraham, al pie de la encina, arrodillado, vestido con ropón de piel ribeteado de armiño sobre túnica verde, que dirige su mirada a la Trinidad ante la que exclama: “Tres vi y Uno adoré”, texto tomado de San Agustín, “Ipse Abraham tres vidit, et unum adoravit[30], y que repite Pacheco en El Arte de la Pintura[31]. Ángeles con cintas repiten el trisagio: “Sanctus, sanctus, sanctus[32].

            La iconografía habitual de la Trinidad procede de una interpretación del salmo 109: “Oráculo del Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha y haré de tus enemigos estrado de tus pies[33], y de los símbolos de la fe más antiguos: “qui sedet ad dexteram Patris[34]. En el Monasterio de Santa Clara de Moguer se encuentra depositada una tabla de la Trinidad, de la parroquia de Santiago de Hinojos, procedente del ático de un retablo [6]. Representa al Padre y al Hijo en perfecta simetría, de composición triangular, y con idénticos rasgos fisonómicos, salvo en la edad: joven, Cristo, y anciano el Padre. Ambos se miran mutuamente y se enlazan por mano y antebrazo, transmitiendo así la idea de unidad. El Espíritu Santo en forma de paloma sobrevuela entre ambos, en una nube luminosa. El Padre, representado como anciano, viste túnica oscura y manto dorado, y sostiene con la izquierda un largo cetro. El Hijo, con el torso desnudo, se cubre con un amplísimo manto blanco, portando en su diestra el orbe redimido coronado por la cruz. Ángeles y querubines les contemplan desde las nubes. El alargamiento de las figuras, la elegancia de las manos, el tornasolado de los ropajes y de las nubes, son rasgos estilísticos propios del manierismo flamenco, lo que situaría la obra en el último tercio del siglo XVI.

            Exponemos un cuadro al óleo sobre lienzo de la Santísima Trinidad [7] (2,12 x 1,55 m), de la escuela de Murillo, del primer tercio del siglo XVIII, atribuible a Alonso Miguel de Tovar, es el que se encuentra en la capilla bautismal de la parroquia de Santa Olalla del Cala. Fue restaurado por Laura Guerrero Fernández en 2002[35]. Son admirables los tonos suaves y la amabilidad de las formas, con ángeles que recuerdan las glorias de Murillo.

            En los misales de altar suelen ilustrarse las fiestas de la Santísima Trinidad y de la Asunción de María. Aparece la Trinidad coronando a la Virgen María en el momento de su Asunción, como vemos en el grabado de Pieter van der Borcht, que firma con las iniciales P.B., inserto en el Misal Romano, de la parroquia de Puerto Moral, impreso en los talleres de Plantino, en Amberes, en 1576 [8].  Un grabado de Juan Antonio Salvador Carmona (1740-1805) [9] representa a las tres Divinas Personas en su gloria, acompañadas por la gloria de los santos. El autor divide la escena en tres planos: en el superior la Trinidad con la Virgen Santísima, y en los dos inferiores, otros tantos grupos de santos, la mayoría identificables por sus atributos.

2ª SALA. LA TRINIDAD DE LA TIERRA

            La segunda sala corresponde a la segunda línea de la firma de Colón, en que se lee “X / M / Y”, y que hemos interpretado como referida a la “Trinidad de la Tierra”, Jesús, María y José, en correspondencia con la “Trinidad del Cielo”, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a pesar de lo inusual de la Y como inicial de “José”, y la ausencia de alusiones al santo Patriarca en los escritos de Colón.

            La Sagrada Familia es un grupo itinerante, formado por José y María, con Jesús Niño en el centro, tema muy difundido a partir del Renacimiento. Es conocido como la Trias humana, o la Trinidad jesuítica[36]. El tema iconográfico de la Sagrada Familia “a partir del siglo XV, debido a los escritos de los franciscanos, se desarrollará ampliamente, llegando a ocupar ya un lugar destacado durante el Renacimiento en donde encontramos bellísimos ejemplos. A raíz de la Contrarreforma, y gracias al gran impulso dado por los jesuitas al promover el culto a la Sagrada Familia como modelo de vida cristiana, este tema se extiende y adquiere un nuevo simbolismo”[37]. San Francisco de Sales escribía en Conversaciones espirituales: “María, José y el Niño es una Trinidad en la tierra, que en cierta forma representa a la Santísima Trinidad. San José es la imagen de Dios Padre, el Niño es evidentemente el Hijo y la Virgen sustituye al Espíritu Santo, del cual es el templo vivo”. Desde el punto de vista teológico reviste el interés de poner de manifiesto que Jesucristo, en este caso Jesús Niño, es al mismo tiempo Hijo de Dios e hijo de María.

            Exponemos el cuadro de las “dos Trinidades”, de la Ermita de Jesús, de Bollullos, de la primera mitad del siglo XVII[38] [10]. María y José pasean plácidamente en un paisaje abierto, llevando de la mano a Jesús, a quien ambos miran cariñosamente. Entre las tres figuras forman un triángulo invertido, en cuyo eje central se hallan las tres divinas Personas, el Padre y el Espíritu Santo en sendos rompimientos de gloria.

            Las “dos Trinidades” se hallan también representadas en el capillo de una capa pluvial del Monasterio de Santa Clara [11], obra del siglo XVII[39].

            Una copia antigua del famoso cuadro de Murillo de las dos Trinidades, de la National Gallery de Londres, de h. 1680, se encuentra en el convento de Santa María de Gracia, de MM. Agustinas, de Huelva [12].

            Un desarrollo más amplio de la familia de Jesucristo es la conocida como la Sagrada Estirpe o la Parentela de la Virgen [13]. Procedente del antiguo convento franciscano de Moguer, se expone habitualmente en el coro de Santa Clara. La tabla (225 x 250 cm), de autor anónimo del último tercio del siglo XVI. Representa a la Sagrada Familia acompañada por san Joaquín y santa Ana. A este grupo central se añaden, además, María Cleofás y María Salomé con sus respectivos esposos e hijos. La primera, casada con Alfeo, fue madre de Santiago el Menor, san Judas Tadeo, san Simón y José el Justo. La segunda, esposa de Zebedeo, engendró a Santiago el Mayor y a san Juan Evangelista. Este retrato de familia está presidido por el Espíritu Santo,  en forma de paloma, en el absidiolo que centra el cuadro, con lo que hace presente que Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo. La composición se dispone en forma de X, con los personajes distribuidos simétricamente, respaldados por una arquitectura de extrema sobriedad[40].

            Exponemos un lienzo circular que representa las sagradas familias del cielo y de la tierra en las que se han incluido San Joaquín y Santa Ana [14]. Fue una reciente donación a la parroquia de El Almendro.

            Para el nuevo templo parroquial de Santa Teresa, de Huelva, pintó Juan Antonio Rodríguez Hernández en 1981 una Sagrada Familia [15], en su habitual estilo murillesco, amable, suelto y vaporoso. Las tres figuras se hallan en una escena de interior, sedentes y en animada conversación. Óleo sobre lienzo, mide 1,70 x 0,89 m.[41]

            La Sagrada Familia de la parroquia de San Miguel, de Jabugo [16], es un grupo escultórico en barro cocido y telas encoladas y policromadas (miden: San José, 0,53 ms.; Santa María, 0,52 ms.; el Niño, 0,35 ms.), obra anónima sevillana de principios del siglo XIX. Se sitúa en una hornacina de la capilla del Sagrario. La Virgen, vestida con traje rosa, manto celeste y toca en un tono más pálido del mismo color, alza la cabeza, ceñida con corona real, y eleva su mirada hacia un rompimiento de gloria del que surge el Paráclito en forma de paloma. El Niño luce traje color gris con cíngulo celeste. San José lleva túnica azul verdoso y manto marrón cruzado en diagonal. Porta la vara, atributo de la elección divina[42].

            Mostramos también la Sagrada Familia, de la parroquia de San Juan del Puerto [17] es un grupo escultórico en madera policromada (miden: San José, 0,53 ms. de alto; Santa María, 0,53 ros.; el Niño, 0,31 ms.) obra anónima sevillana de fines del siglo XVIII. Se trata de tres figuras itinerantes, de talla muy simple, pero dotadas de toda la gracia de lo popular e ingenuo. Tanto María como José dan una mano a Jesús, y llevan la otra al pecho, en actitudes simétricas y contrapuestas. Los ropajes aparecen decorados con motivos de rocallas. Jesús viste túnica corta ceñida. José calza botas altas, que quedan patentes bajo el corto traje de caminante. María luce túnica y manto, cubriendo su cabeza con una toca. Se hallan situadas habitualmente en sendas repisas del retablo de la capilla sacramental del templo[43].

3ª SALA. IESUS CUM MARIA SIT NOBIS IN VIA

            La tercera sala recuerda la piadosa costumbre del Almirante, de encabezar sus escritos con la invocación a Jesús y a María, “Iesus cum María sit nobis in via”, según cuenta Hernando Colón. Decía que su padre no probaba la pluma sin escribir estas palabras: Jesús con María esté con nosotros en el camino[44].

‘‘Don Fernando, hijo del Almirante, decía que su padre, cuando tomaba la pluma siempre empezaba escribiendo: JESUS CUM MARIA SIT NOVIS IN VIA, y el libro que Colón envió a los Soberanos conteniendo las profecías que consideraba referirse a sus descubrimientos y al rescate del Santo Sepulcro, empieza con las mismas palabras. Esta práctica se parece a la de poner por antefirma las iniciales de palabras piadosas y de mucha probabilidad al modo como sean descifradas…”[45]

            Ilustramos esta devoción mariana, unida a su vocación marinera, con la exhibición de las tres carabelas, obra de Esteban Castaño; los carteles de los Congresos Mariológico y Mariano de 1992, que tenían como lema María, Estrella de la Evangelización; las referencias a los votos colombinos, hechos en el viaje de vuelta, tanto a Guadalupe de Extremadura, Loreto de Italia y Santa Clara de Moguer, como a La Cinta de Huelva.

            Después de la veneración a la Santísima Trinidad, las principales devociones de Colón era a Jesucristo Salvador, y, por influencia franciscana, a María Santísima en su Inmaculada Concepción. Lo demuestra el nombre que iba poniendo a los lugares descubiertos.

“A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador a conmemoración de Su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado; los Indios la llaman Guanahaní; a la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción [...]” [46]

“El Almirante, para proceder con orden en la imposición de los nombres, pues á la primera que llamaban o Guanahani los indios la llamó «Gloria de Dios,» que se la había mostrado librándole de muchos peligros; «San Salvador» á la segunda por la devoción que tenía á la Concepción de María Santísima, y por el principal favor que en ella ven los cristianos, llamó, Santa María de la Concepción [...][47].

            La Inmaculada del Convento de la Rábida [18], obra del siglo XVIII, es exponente de la devoción franciscana: no en vano fue un hijo de su Orden, Duns Scoto, quien halló la fórmula teológica de aunar la universalidad de la redención obrada por Cristo con el privilegio de María, de ser preservada del pecado original desde el primer instante de su concepción. La escultura procede del convento sevillano de San Antonio de Padua, donada en 1936 a Fray Jenaro de Jesús y restaurada por Antonio Castillo Lastrucci[48].

            Popularmente se dice que Colón, en su tránsito a o desde La Rábida, debió pasar por el convento jerónimo de la Luz, de Lucena. De Lucena exponemos la imagen de la Inmaculada  [19], escultura en madera policromada (1,27 m.) datada en 1778, de escuela sevillana, inspirada en el modelo montañesino de La Cieguecita, o en el de su seguidor Alonso Martínez[49]. Según los libros parroquiales, esta Inmaculada, junto con la figura de San José, fueron costeadas por los vecinos de Trigueros. Al finalizar el año 1772, el Provisor y Vicario General del Arzobispado de Sevilla, José de Aguiar y Cueto, en cumplimiento de una orden del Consejo Real Supremo de Castilla, destina al uso de la parroquial de Lucena una serie de objetos de culto del colegio de Santa Catalina Mártir, de los PP. Jesuitas de Trigueros, a raíz de su expulsión en 1767. Entre ellos figuraban una imagen de la Virgen y el Señor San José. En marzo de 1774 se habían retirado de Trigueros los objetos litúrgicos, pero no así las dos imágenes, por la oposición del vecindario. A pesar de lo dicho por el Real Consejo de Castilla la entrega de ambas piezas a la parroquial de Lucena del Puerto no fue posible, “ por la turbulencia de las mugeres”. A cambio se obligó al pueblo de Trigueros que costearan una Inmaculada y un San José. Por fin, sabemos que en 1778 se abonan 20 reales por la colocación de la Virgen y de San José en sus respectivos altares[50].

            La Sagrada Familia en camino, en su Huida a Egipto (Mt 2, 13-15) se relaciona con el anterior, el de la Trinidad de la Tierra. Vemos la escena en dos facsímiles: uno de finales del siglo XII, de la Vie de Jésus Christ, de la la Pierpont Morgan Library [20], y otro del Libro de Horas de Rouen, de la Abadía de Monserrat, del s. XVI [21].

            Aunque no se exponen, podemos recordar la Huida a Egipto, del retablo de la Vida de la Virgen, de la parroquial de Zufre, que hemos atribuido a Hernando de Esturmio y a Pedro de Villegas Marmolejo, 1545-1546.  La tabla está situada en el ángulo inferior del lado de la epístola. San José camina tirando del asno en que van montados la Virgen y el Niño. A su paso, las palmeras le ofrecen sombra y alimento. El paisaje, luminoso en el horizonte, es, en cambio, sombrío para quienes huyen de la persecución de Herodes. Se repite la composición del rostro femenino, inclinado en posición de tres cuartos, mirada triste, boca pequeña y tez blanca. Contrasta tal delicadeza con la fuerte anatomía de San José[51].

            Recordamos también esta escena en un óleo de la iglesia del Socorro, de Ayamonte, perteneciente a una serie, de factura popular del siglo XVIII, que desarrolla la vida de la Virgen y la infancia de Jesús[52]. Los fugitivos de los celos criminales de Herodes atraviesan un paisaje oscuro e inquietante. El asno es tirado de las riendas por dos ángeles, que les guían y dan seguridad a los viajeros en medio de su zozobra. María, montada en el animal, con sombrero de peregrina, abraza al Niño Jesús, que duerme envuelto en ropas de abriga. La Virgen mira a San José, que camina detrás, portando un fardo sobre sus hombros. Tanto los vestidos de María como los de José muestran los colores habituales en la iconografía: blanco y celeste Ella, y gris y marrón él.

            El descanso de la Sagrada Familia en su huida a Egipto, o en su regreso a Nazaret, [22] lo contemplamos en una composición muy original, que se conserva en la Residencia Santa Teresa Jornet, de Huelva, óleo sobre lienzo, del siglo XIX. La entrañable escena se desarrolla al atardecer en un espacio abierto, solo insinuado por unos árboles y unas ruinas romanas. La Virgen, vestida con túnica roja, manto azul y esclavina con las veneras de peregrina santiaguista, está recostada sobre unos restos arquitectónicos, un podio y media columna rota, que simboliza el fin del paganismo. Se cubre con sombrero de paja y lleva una vara con horquilla en la derecha. Sobre ella, recostado también, cansado del camino (fatigatus ex itinere, Jn 4, 6), duerme el Niño Jesús, con similar atuendo en color blanco y celeste, con esclavina de peregrino; en la izquierda tiene una varita y con la derecha sostiene un sombrero de paja. A sus pies, una calabaza de agua para el camino. San José, con túnica gris azulada y manto marrón, los mira absorto. Lleva consigo la vara florecida, de la que hablan los Apócrifos a propósito de sus desposorios con María.

            Para imaginar el viaje de Colón, aventurero y creyente, que invoca a Jesús y a María antes de emprender cualquier asunto, y más en este viaje a lo desconocido, exponemos las tres carabelas, Santa María [23], Pinta [24] y Niña [25], realizadas por Esteban Castaño Márquez para este Monasterio de Santa Clara de Moguer, de las que él mismo da cuenta ampliamente en un artículo en esta misma publicación.

            La Diócesis de Huelva comenzó el 31 de mayo de 1984 la preparación de los actos conmemorativos del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América, con la constitución de una Junta Diocesana[53]. Entre los preparativos, destacaron la coronación canónica de las imágenes marianas de los pueblos marineros, Montemayor de Moguer (15-6-1991), Bella de Lepe (13-6-1992) y Angustias de Ayamonte (25-7-1992). La clausura de los Congresos Internacionales Mariológico y Mariano culminó con la coronación de la Virgen de la Cinta de Huelva (26-9-1992). Y finalmente, el Papa San Juan Pablo II coronó personalmente a la Virgen de los Milagros de la Rábida (14-6-1993). Para tales actos, y otros de aquellas fechas, se editaron once carteles, con un leit motiv común: en el cielo, una estrella con el signo de María, y sobre el mar, las tres carabelas, y el lema “María, Estrella de la Evangelización”. Los carteles fueron realizados en Gráficas Mamelón, de Jerez de la Frontera, con diseño de Manolo Valle[54] sobre ideas facilitadas por la Junta Diocesana. Exponemos en un panel algunos de aquellos carteles de las imágenes coronadas en el V Centenario [26].

            Al contemplarlos, suena en nuestro interior el Himno de los Congresos, compuesto por Francisco Garfías, con música de Primitivo Lázaro:

“Todo el mar de repente se inundó de plegarias

de paz la viña verde y el olivar en flor.

Una inmensa ternura va impulsando las velas:

María va a la proa... ¡Es el Reino de Dios!”.

            Junto con los carteles, exhibimos algunos grabados de dichas imágenes coronadas. La Virgen de Montemayor [27] fue grabada en Sevilla por Francisco Gordillo, hacia 1780, a devoción del presbítero Diego de la Cruz[55]. El de la Virgen de la Bella [28] lo grabó José María Bonifaz, sobre dibujo de J. M. Arango, estando todavía la imagen en el convento franciscano del Terrón, es decir, antes de 1835. La estampa de la Virgen de las Angustias [29] es una litografía anónima, de principios del s. XIX, con una orla de F. Lorente del tercer cuarto del XIX, impresa “a devoción de su Clero”. Finalmente, el de la Virgen de la Cinta [30] es una reproducción a imprenta de la calcografía de 1732, hecha a devoción de José Pérez.

            De la parroquia de Moguer, traemos la imagen de la Virgen de los Milagros, de Antonio Léon Ortega, copia de la original de La Rábida [31].

4ª SALA. EL VOTO COLOMBINO

            La efemérides que celebramos es el 525º aniversario del voto que hizo Colón de venir al Monasterio de Santa Clara a ofrecer un cirio, al pasar un terrible tormenta el 14 de febrero de 1493. Un cuadro de La Rábida nos ayuda a imaginarnos aquellos angustiosos momentos [32]. Así lo contaba el Diario de a bordo, de Colón, según la versión de fray Bartolomé de las Casas.

“Jueves 14 de Hebrero.

            Esta noche creció el viento y las olas eran espantables, contraria una de otra, que cruzaban y embarazaban el navío que no podía pasar adelante ni salir de entremedias dellas y quebraban en él: llevaba el papahigo muy bajo, para que solamente lo sacase algo de las ondas: andaría así tres horas, y correría veinte millas. Crecía mucho la mar y el viento; y viendo el peligro grande, comentó a correr a popa donde el viento lo llevase, porque no había otro remedio. Entonces comenzó a correr también la carabela Pinta, en que iba Martín Alonso, y desapareció, anque toda la noche hizo faroles el Almirante y el otro le respondía; hasta que parece que no pudo más por la fuerza de la tormente, uy porque se hallaba muy fuera del camino del Almirante. Anduvo el Almirante esta noche al Nordeste, cuarta del Leste, cincuenta y cuatro millas, que son trece leguas. Salido el sol fue mayor el viento, y la mar cruzando más terrible: llevaba el papahigo solo y bajo, para quel navío saliese de entre las ondas que cruzaban, porque no lo hundiesen. Andaba el camino del Lesnordeste, y después a la cuarta hasta el Nordeste: andaría seis horas así,  y en ella siete leguas y media. Él ordenó que se echase un romero que fuese a Santa María de Guadalupe y llevase un cirio de cinco libras de cera, y que hiciesen voto todos que al que cayese la suerte cumpliese la romería, para lo cual mandó traer tantos garbanzos cuantas personas en el navío venían, y señalar uno con un cuchillo haciendo una cruz, y metellos en un bonete bien revueltos. El primero que metió la mano fue el Almirante y sacó el garbanzo de la cruz, y así cayó sobre él la suerte, y desde luego se tuvo por romero y deudor de ir a complir el voto. Echóse otra vez la suerte para enviar romero a Santa María de Loreto, que está en la marca de Ancona, tierra del Papa, ques casa donde Nuestra Señora ha hecho y hace muchos y grandes milagros, y cayó la suerte a un marinero del Puerto de Santa María, que se llamaba Pedro de Villa, y el Almirante le prometió de le dar dineros para las costas. Otro romero acordó que se enviase a que velase una noche en Santa Clara de Moguer, e hiciese decir una misa, para lo cual se tornaron a echar los garbanzos con el de la cruz, y cayó la suerte al mismo Almirante. Después desto el Almirante y toda la gente hicieron voto de en llegando a la primera tierra ir todos en camisa en procesión a hacer oración en una Iglesia que fuese de la invocación de Nuestra Señora.

            Allende los votos generales o comunes cada uno hacía en especial su voto, porque ninguno pensaba escapar, teniéndose todos por perdidos, según la terrible tormenta que padecían”. [56]

            A Guadalupe se dirigió el primer voto. Para recordarlo, exponemos dos versiones de la Virgen de Guadalupe, de la parroquia de El Almendro, que la tiene por titular, una de Benito de Hita y Castillo y otra de Juan Abascal Fuentes. La villa de El Almendro fue fundada en 1519 por el conde de Niebla Alonso Pérez de Guzmán, muy devoto de la Virgen extremeña. La imagen de Hita del Castillo [33], datada en 1778, era de tamaño natural, llevaba al Niño en su izquierda, y lucía cetro y corona de plata de Vicente Gargallo, 1783[57]. Destruida en 1936, al menos se conservó la cabeza, que ahora ha sido restaurada por Jesús Mendoza, y que exponemos como primicia. La de Juan Abascal Fuentes [34] fue realizada en 1963, reproducción del modelo iconográfico original.

            El segundo voto habría de cumplirlo Pedro de Villa, en el Santuario de Ntra. Sra. de Loreto, en Ancona, Italia [35]. Vemos reproducido una estampa del grabador alemán Johann Jakob Kleinschmidt (1687-1772) que trabajó en Augsburgo (A. V., Augusta Vindelicorum).

            El tercero le tocó al Almirante cumplirlo en Santa Clara de Moguer. Para ilustrar este voto colombino exponemos algunas obras de arte y documentos del Monasterio. La imagen de Santa Clara, que preside el retablo mayor de la iglesia del Monasterio, obra del escultor isleño Francisco Zamudio, 1998 [36], que sigue el modelo de la escultura anterior de la titular, del siglo XVII[58]. Evocamos la influencia del espíritu franciscano en el Almirante, de su paso por la Rábida, al regreso del periplo descubridor, con la figura del Santo de Asís, escultura del Monasterio de Santa Clara [37] y un óleo sobre cobre [38]. El Convento de la Rábida está representado gráficamente por un cuadro de Lola Martín (1904–1989), que recoge la luz interior del presbiterio, en el que ora un fraile [39]. Fue pintado en los años en que la pintora ayamontina decoró la antigua Hostería de la Rábida.

            Del fondo documental del Monasterio de Santa Clara, en el Archivo Diocesano de Huelva, mostramos un contrato sobre el arrendamiento de unas viñas, de fecha 20 de noviembre de 1517 [40], que tiene el interés de estar otorgado por la abadesa del Monasterio, Dª. Inés Enríquez, y por el notario Alonso Pardo, ambos directamente relacionados con Cristóbal Colón. Inés Enríquez era pariente del rey Fernando el Católico, que allanó el camino de Colón en la corte. El escribano Alonso Pardo fue quien declaró en 1515 que había sido fedatario ante Cristóbal Colón del embargo de los navíos y gente de Moguer y de Palos para descubrir las Indias en 1492, y en 1493 fue testigo de la vuelta de los navegantes, que trajeron indios de aquellas tierras[59].

            De la pujanza del monasterio de clarisas de Moguer en las décadas cercanas al Voto Colombino son muestras el ostensorio gótico y los ornamentos. El ostensorio de estilo gótico [41], de hacia 1525, presenta una estructura arquitectónica marcadamente poligonal; basamento polilobulado, con pestaña de calada tracería y torrecillas cilíndricas en sus aristas, y con triple gallón festonado en el interior de los lóbulos; el astil de dos cuerpos superpuestos y decrecientes imita un cimborrio con ventanales de tracería; el sol y el viril son añadidos modernos[60].

            El llamado “Terno de los Portocarrero” [42] se compone de casulla y dos dalmáticas, bordados al romano en el siglo XVI. La casulla de imaginería representa en su banda central, en el reverso la Virgen con el Niño, San Pablo y San Juan Evangelista, y en el anverso  San Pedro y San Andrés. En las dalmáticas se repite la heráldica de la Casa de los Portocarrero, tablero ajedrezado de quince jaqueles[61].

            Procedente del monumento funerario de Pedro Portocarrero, de 1519, es la efigie de alabastro de San Pablo [43]. Posiblemente estaría situado en una de las hornacinas que decoraban los pilares laterales, de los que arranca el arco conopial. Una de ellas desapareció al colocarse el retablo mayor. En ellas estarían los santos apóstoles Pedro y Pablo. 

            Se exponen también algunos libros de las clarisas, que ilustran la vida de las religiosas, consagrada a la oración, con la vivencia de los votos de pobreza, castidad y obediencia: la Regla de Santa Clara [44], o un Breviario Romano, de 1825, encuadernado con el Oficio propio de los Santos de la Orden de San Francisco, de 1831, libro con el que las monjas rezaban las horas canónicas [45].

            Pedro Alonso Niño colaboró con Cristóbal Colón en el descubrimiento de América, como piloto de la carabela la Niña. Su recuerdo se hace presente por medio del boceto de su retrato, obra de Martín Lagares [46].

            Tradicionalmente se llama la “Cruz de Colón”, la que existe en el Monasterio. La parte superior es de madera tropical; la inferior es un añadido, porque se hicieron cruces de recuerdo con su madera [47].

            El 3 de marzo sufrieron otra tempestad, acudiendo de nuevo a la protección de la Virgen María, haciendo voto de acudir a la ermita de Ntra. Sra. de la Cinta de Huelva. Así consta en la Historia del Almirante, de Hernando Colón, y en la relación del primer viaje, de Fray Bartolomé de las Casas.

A 3 de Marzo, tuvieron tan gran temporal, que pasada la media noche, se rompieren las velas, y hallándose en manifiesto peligro de muerte, hicieron voto de enviar un peregrino á Nuestra Señora de la Cinta, para que fuese descalzo y en camisa á su devota casa, que está en Huelva: tocó también la suerte al Almirante, en que parecía quería mostrar Dios glorioso con tantos votos como le caían en suerte le eran más gratas sus promesas que las de los otros; demás de esto hicieron otros particulares [...] Con esto entró en el río de Lisboa, lunes a 4 de Marzo”.[62]

“Domingo 3 de Marzo.- Después del sol puesto navegó a su camino al Leste. Vínole una turbiada que le rompió todas las velas, y vídose en gran peligro, mas Dios los quiso librar. Echó suertes para enviar un peregrino diz que a Santa María de la Cinta en Huelba, que fuese en camino, y cayó al suerte al Almirante. Hicieron todos también voto de ayunar el primero Sábado que llegasen a pan y agua [...] Vieron señales de estar cerca de tierra, hallábanse todo cerca de Lisboa”[63].

            En recuerdo del voto a la Virgen de la Cinta, vemos una fotografía del azulejo existente en el lado de la epístola del Santuario onubense, realizado por el ceramista segoviano Daniel Zuloaga en 1920 [48]. En la parte inferior se reproduce el texto de Fray Bartolomé de las Casas:

Sabado en la noche 2 de Marzo 1493 vino una grande y su- / bita turbiada o golpe de tempestad por lo cual se vido el Cristobal / Colon y todos en gran peligro de perderse, mas Dios le qui- / so librar como dice en su navegacion. echó suertes para / enviar un romero a Santa Maria de la Cinta que es una casa / devota con quien los marineros tienen devocion que esta en la / villa de Huelva y cayo la suerte sobre el almirante como solia / Fray Barme de las Casas”.

            De la parroquia de Ntra. Sra. de los Dolores de Huelva, exponemos un cuadro de la Virgen de la Cinta, copia del mural de su ermita [49].

 5ª SALA.  CHRISTÓFERENS

            El Almirante tenía conciencia de su misión apostólica en los planos divinos de expansión del Reino de Dios, que ostentaba en su propio nombre: Cristóbal, del griego OD4FJ`N@D@H, Christóphoros, que significa portador de Cristo, y que él utiliza en su forma latina para identificarse: Christóferens, o sea, Christum ferens,  el que lleva a Cristo. Así lo justifica su hijo, Hernando Colón, en la Historia del Almirante. Explica, además, el apellido de Colón, abreviatura de Colombo, procedente del latín columba, lo que le lleva a relacionarlo con el Espíritu Santo, que aparece en forma de paloma en el Bautismo de Cristo:

“Yo me escusé de estos afanes, creyendo que el Almirante fue elegido por Nuestro Señor, para una cosa tan grande como la que hizo, y porque había de ser verdadero Apóstol, como lo fue en efecto, quiso que en este caso imitase a los otros, a los cuales para publicar su nombre, eligió en las orillas del mar [...]. Y así se llamó Colón: esta consideración me mueve a creer que así como la mayor parte de sus cosas fueron obradas por algún misterio, así en lo que toca a la variedad de semejante nombre y sobrenombre, no deja de haber algún misterio. Podríamos traer para ejemplo muchos nombres que fueron puestos como indicios de los efectos que habían de suceder por causas ocultas, como en lo que pertenece al Almirante, de quien fué pronosticada la maravilla y novedad de lo que hizo; porque si atendemos al sobrenombre común de sus ascendientes, diremos que verdaderamente fué Colombo, ó Paloma, en cuanto llevó la gracia del Espíritu Santo al Nuevo Mundo, que descubrió; mostrándose como en el bautismo de San Juan Bautista el Espíritu Santo, en figura de Paloma, manifestando que era el hijo amado de Dios, que no era allí conocido, porque sobre las aguas del Océano, llevó como lo paloma de Noé, el ramo de oliva, y el aceite del bautismo; por la unión, y paz, que  debían tener aquellas gentes con la Iglesia, que estaban encerradas en el arca de las tinieblas, y la confusión, y consiguientemente, son muy apropósito al sobrenombre de Colón, que volvió a renovar, que en griego significa miembro, para que siendo el propio suyo Cristóbal, se supiese de quien era miembro; esto es, de Cristo, de quien había de ser embiado para salud de aquellas gentes, y si queremos reducirle á la pronunciación latina, es Christophorus Colonus, y diremos que como se dice que San Cristóbal tuvo aquel nombre por que pasaba a Cristo por la profundidad de las aguas, con tanto peligro, de que fué llamado Cristóbal, que así como llevaba y conducía las gentes, que ninguno se atrevía a pasar, del mismo modo el Almirante que fue Chistophorus Colonus, pidiendo a Cristo su ayuda, y que le favoreciese en aquel peligro de su viaje, pasó él y sus ministros para que hiciesen a las gentes indias, colonos y habitadores de la Iglesia triunfante de los cielos; pues es de creer que muchas almas, de que imaginaba Satanás apoderarse, faltando quien las pasase por el agua del bautismo, fueron hechas por él colonas del cielo, y habitadores de la gloria eterna del Paraíso” [64].

            El Almirante mismo confiesa esa conciencia apostólica en varios de sus escritos, como en la narración del tercer viaje, escrito hacia 1500.

Plega a nuestro Señor de dar mucha vida y salud y descanso vuestras Altezas para que puedan proseguir esta tan noble empresa, en la cual me parece que rescibe nuestro Señor mucho servicio, y la España crece de mucha grandeza, y todos los Cristianos mucha consolación y placer, porque aquí se divulgará el nombre de nuestro Señor; y en todas las tierras a donde los navíos de vuestras Altezas van, y en todo cabo mando plantar una alta cruz, y a toda la gente que hallo notifico el estado de vuestras Altezas y como su asiento es en España, y les digo de nuestra santa fe todo lo que yo puedo, y de la creencia de la Santa Madre Iglesia, la cual tiene sus miembros en todo el mundo, y les digo la policía y nobleza de todos los cristianos, y la fe que la Santa Trinidad tienen”.[65]

            En la carta del Almirante a doña Juana de la Torre, que había sido ama del Príncipe D. Juan, escrita a fines de 1500 dice:

“La esperanza de aquel que crió a todos me sostiene: su socorro fue siempre muy presto. Otra vez, y no de lejos estando yo más bajo le levantó con su brazo divino, diciendo: ó hombre de poca fe, levantate que yo soy, no hayas miedo.- Yo vine con amor tan entrañable a servir a estos Príncipes, y he servido de servicio de que jamás se oyó ni vido.- Del nuevo cielo y tierra que decía nuestro Señor por S. Juan en el Apocalipse, después de dicho por boca de Isaías, me hizo dello mensagero y amostró en cual parte”[66].

            Para mostrar la conciencia providencial de Colón, como Portador de Cristo, exponemos una imagen de San Cristóbal, obra de Antonio León Ortega, de la parroquia de Ntra. Sra. de los Dolores, de Huelva, 1956 [50].

            Algunas obras de arte nacidas en las tierras descubiertas y evangelizadas testimonian que no sólo se enriquecieron con la fe cristiana, sino también con la cultura y el arte que asimilaron admirablemente, dotándolo de su propia personalidad.

            El Cristo crucificado del Cabildo Catedral [51], de marfil, hispanofilipino (0,89 m.) de la segunda mitad siglo XVII, nos ilustra de la expansión evangélica, que no sólo llevó a Cristo al continente americano, sino también a Filipinas. Estas piezas de marfil se trabajaban en Filipinas y llegaban a la península a través de Méjico. Tan noble pieza fue donada la Cabildo onubense por la Excma. Sra. Condesa de Moraclaros. El Cristo crucificado preside habitualmente la Sala Capitular del Excmo. Cabildo Catedral de Huelva. Ante su imagen oró el Papa Juan Pablo II en Huelva, el 14 de junio de 1993, preparándose para celebrar la Eucaristía en la Avenida de Andalucía. Al pie de la cruz de ébano, una placa conmemorativa dice: “Este crucifijo presidió la Misa Papal que ofreció S.S. Juan Pablo II con ocasión de su visita pastoral a Huelva el 14 de junio de 1993.” La composición, propia de un Cristo de Expiración, sigue los modelos barrocos sevillanos, transmitidos a las islas por medio de estampas y grabados. Dentro de las limitaciones a que obliga el material, el artista ha diseñado una composición regida por un eje interno en forma de S, de suaves movimientos. Los ojos abultados, cejas pintadas, párpados rasgados son características inconfundibles del arte hispano-filipino[67].

            Con motivo del novenario de años de preparación para el V Centenario de la Evangelización de América, la Comisión Episcopal visitó las diócesis españolas relacionadas con el evento, haciendo entrega de la Cruz de la Evangelización [52], una copia idealizada de la cruz existente en Santo Domingo que le fue entregada a la Conferencia Episcopal en aquella isla en 1984.

            Quizás lo más representativo de la inculturación de la fe cristiana en los pueblos del continente americano es la Virgen de Guadalupe, de rasgos mestizos, que habla en nahuatl a Juan Diego, y le pide que construya una ermita en su honor. Para convencer al obispo Fray Juan de Zumárraga deja impresa su imagen en la tilma o ayate del indio. A partir de esa milagrosa imagen se han hecho infinidad de reproducciones, enviadas desde Méjico por devotos suyos, que dejan en sus tierras de origen el testimonio de aquella imagen[68]. Recordemos el legado del capitán Gómez Márquez, de Oaxaca a Cumbres Mayores, o el Francisco Martín Olivares, de México a la Cinta. Como muestras exponemos los lienzos de la Virgen de Guadalupe de Méjico, del Santuario de la Cinta [53] y de las parroquias de Palos [54] y de Zufre [55]. La imagen de la Virgen es fiel reproducción del original, y en eso tienen mucho cuidado los copistas. Las diferencias vienen del entorno: el del Santuario de la Cinta, de pocos antes de 1759, representa a la Virgen rodeada de pequeñas flores, y en sus cuatro ángulos las apariciones a Juan Diego y la presentación a Fray Juan de Zumárraga.  El de Palos, también de la segunda mitad del siglo XVIII se caracteriza por los adornos de rocallas, alrededor de la Virgen, y las cuatro escenas consabidas. El de Zufre se atiene estrictamente a la Virgen; fue donado por Francisca Labrador Ruiz, hermana del P. Antonio Labrador Ruiz, misionero jesuita en Méjico, en 1889[69]. De pequeño tamaño, exponemos la interpretación, al pastel, de Pablo Pulido Velo [56].

            Teresa Peña nos ofrece dos prototipos de aztecas, como aquellos que recibieron el Evangelio en el siglo XVI [57, 58].

            Con la fe llevada al nuevo continente viajó también la cultura y el arte, especialmente desde los talleres sevillanos, que, a su vez, nos trajo como mestizaje piezas artísticas bellísimas, cargadas de elementos autóctonos, de flora, de fauna y, sobre todo, de estética. Exponemos, por el singular aspecto de su decoración, la arqueta eucarística de Beas [59] (14 x 20 x 11 cm.), de cuerpo rectangular, rematado en columnas abalaustradas en sus ángulos, y tapa semicilíndrica con asa. Mientras mantiene unas cartelas con los esquemas heredados del Bajo Renacimiento, cincela con total libertad unos motivos realistas de fauna natural o simbólica: el pelícano eucarístico, liebres, perros, lobos, pájaros en vuelo, etc. Por su similitud con la composición y repertorios ornamentales de la orfebrería peruana hemos calificado esta pieza como obra de la región andina del Alto Perú de fines del XVII o primera mitad del XVIII[70].

            También de Beas exponemos uno de los dos cálices procedentes de talleres del Cuzco [60], de la primera mitad del siglo XVIII, (18,2 x 12 x 8,2 cm.) en los que destaca la copa acampanada, y los platillos de la subcopa y astil muy sobresalientes, con aplicaciones de hojas y de serafines con seis alas, de plata y esmaltes, en el basamento, astil y subcopa[71].

            De Puebla de los Ángeles vino el sagrario de reserva eucarística de la parroquia de San Pedro de Huelva. También de estilo poblano son un cáliz y unas vinajeras de la parroquia de Moguer [61, 62].

            Una pieza muy notable, que identificamos como procedente de México[72], es el ostensorio de Villarrasa, de 1675 [63]. De él se ocupa ampliamente Venancio Robles en este Catálogo.

            No menos espléndido es el manifestador de Cortegana, de 1740, firmado por Manuel Flores[73], fruto del legado de Juan Vázquez de Terreros[74], posiblemente de procedencia mejicana. Presenta estructura de dosel, de terciopelo rojo, recubierto de chapa de plata repujada, cincelada y calada. En el techo del dosel, ornamentado con capullos, margaritas y cabezas de querubines, destacan una serie de espejos ovales, que contienen las siguientes inscripciones: A la derecha: “soli / deo / honor / et gloria” (Sólo a Dios honor y gloria) y “anno / dni / mdccxxxx,” (Año del Señor de 1740). En el centro: “iosephus / dominus / romero / agnomine / guzman, za / more, gaze, pre / ses, matricis, sa / cra / vit/” (D. José Romero de la familia Guzmán Zamora lo dedicó al Titular de la Parroquia). A la izquierda: “emanuel / flores, floret / cum floribus / istis,” (Manuel Flores florece con estas flores) y “ad / maiorem / dei / gloriam” (A mayor gloria de Dios). Del dosel pende un sol de rostro y rayos dorados, que sirve de ocultador. En el centro destaca una gran cartela rocallesca, con un óvalo dorado enmarcado por palmetas, flanqueada en su base por dos angelotes alados que portan símbolos eucarísticos. En su interior aparece la efigie del Divino Salvador, titular de la parroquial de Cortegana.

            No sólo vinieron obras de arte, sino también fundaciones piadosas y benéficas, que contribuyeron a la cultura, a la vida social y a la actividad religiosa de los pueblos. Exponemos documentos de la fundación de una cátedra de Gramática en San Juan del Puerto, por Diego Rodríguez de Estrada en 1681 desde Guatemala[75] [65], y algunas de las capellanías, como la de Baltasar Tercero para el Rocío, fundada en Lima, en 1587[76] [66], o los legados del Capitán Gómez Márquez para Cumbres Mayores, desde Oaxaca[77], entre 1710 y 1718 [67].

            La copia del cuadro de Eduardo Rosales (1864) sobre el Testamento de Isabel la Católica, depositado en Santa Clara [68], nos recuerda la voluntad de la Reina, en defensa de los indios y su intención de extender el Evangelio en las nuevas tierras. En el Codicilo del testamento, otorgado en la villa de Medina del Campo el 23 de noviembre del año 1504, dice:

“Por quanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas e tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro sexto de buena memoria, que nos fizo la dicha concessión, de procurar inducir e traher los pueblos dellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica, e enviar a las dichas islas e tierra firme del mar Océano perlados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vezinos e moradores dellas en la Fe católica, e les enseñar e doctrinar buenas costumbres e poner en ello la diligencia debida, según como más largamente en las Letras de la dicha concessión se contiene, por ende suplico al Rey, mi Señor, mui afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Príncipe su marido, que ansí lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vezinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han rescebido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concessión nos es inyungido e mandado[78].

CONCLUSIÓN

            Sea esta exposición un recuerdo de la fe que movió a Cristóbal Colón a ser Portador de Cristo, y a confiar en la intercesión de la Virgen María y de los Santos en los momentos de gravísimo peligro.



[1] <http://www.cristobal-colon.com/la-firma-de-cristobal-colon-mensajero-de-cristo/>. Consultado el 27 de noviembre de 2017.

[2] <http://cristobal-colon.com/relacion-y-tipos-de-firmas-cristobal-colon/>. Consultado el 27 de noviembre de 2017.

[3] Martín Fernández de Navarrete, Colección de Documentos concernientes á la persona, viages y descubrimientos del Almirante D. Cristóbal Colón, tomo 2, Madrid 1825, p. 229: Institución del Mayorazgo, 1498, febr. 22.

[4] <http://www.cristobal-colon.com/interpretacion-de-las-siglas-de-la-firma-de-cristobal-colon/> Consultado el 27 de noviembre de 2017. [En adelante, Antonio Fernández, Interpretación]. Original en Rev. El Faro a Colón, Vigo, 1957.

[5] Alejandro de Humboldt, Cristóbal Colón y el descubrimiento de América : historia de la geografía del nuevo continente y de los progresos de la astronomía náutica en los siglos XV y XVI, 1824, trad. cast., Madrid, 1892, pp. 291-294.

[6] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. II, p. 57. Traslado en Libro de los Privilegios de Veragua, 15 de marzo de 1498, en Archivo General de Indias, Patronato, 295, N.98, fols. 8 rº - 10 vº.

[7]  Ibidem, t. II, pp. 193-194.

[8] Manuel Lago González, “La firma de Cristóbal Colón”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 82 (1923) 297-299, y en Boletín da Real Academia Galega, 151 (1923) 275-277 .

[9] Hernando Colón, Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, cap. XXXI. Ed. Tomas Minessa, Madrid, 1892, t. V, p. 130.

[10] El Símbolo Atanasiano (s. V) lo dice así: Fides autem catholica haec est: ut unum Deum in Trinitate, et Trinitatem in unitate veneremur. Neque confundentes personas, neque substantiam separantes. Denzinger-Schönmetzer [DS], 75.

[11] Manuel Lago González, “La firma de Cristóbal Colón”, BRAH, o.c., p. 298: “Esta letra [Y] es precisamente la que en el transcurso de cuatro siglos ha desconcertado a los intérpretes, que se han empeñado en ver en ella la inicial de «Iesus» o de «Ioseph», sin reparar en que ambas palabras se escribían entonces constantemente con I latina hasta en sus abreviaturas (Ihus, Ios.) y debía ser rarísima la fórmula Christus, Maria, Ioseph, si acaso se usaba alguna vez”.

[12] Hernando Colón, Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, o.c., p. 15.

[13] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. II, p. 57.

[14] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. I, p. 167.

[15] Ibidem, p. 174.

[16] David González Cruz, Descubridores de América. Colón, los marinos y los puertos. Madrid, Sílex ediciones, 2012.

[17] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. I, p. 242.

[18] Ibidem, p. 243.

[19] Ibid., p. 245.

[20] Ibid., p. 247.

[21] Ibid., p. 262.

[22] Ibid., p. 264.

[23] Ibid., pp. 304, 311, 312.

[24] Ibid., p. 331-332: 1 y 20 de mayo de 1502.

[25] Ibid., p. 338.

[26] Consuelo Varela, Cristóbal Colón. Textos y documentos completos. Relaciones de viajes, cartas y memoriales, Madrid, Alianza Editorial, 1982, pp. 332-336.

[27] Cornelius Petraeus, en Sylva Philosophorum, principios s. XVII. Es la primera de una serie de diagramas en los que explica la estructura de los seres creados, siguiendo los días de la Creación, Gén 1, 1-31.

[28] Raquel Rivera Torres, “Tipos apofáticos de la Trinidad”, en Los tipos iconográficos de la tradición cristiana. I. La visualidad del Logos, Dir. Rafael García Mahíquez, Madrid, Ed. Encuentro, 2015, pp. 174-185.

[29] Mª Ángeles Martí Bonafé, “La Trinidad en el Antiguo Testamento”, en Los tipos iconográficos, o.c., pp. 208-229.

[30] San Agustín, Contra Maximinum Arianorum Episcopum, lib. 2, cap. 26, 7: PL 42, 809.

[31] “[...] al santo Patriarca Abraham, cuando, viendo tres, adoró uno sólo”: Francisco Pacheco, El Arte de la Pintura (1649), ed. B. Bassegoda, Madrid, Cátedra, 2001, p. 563.

[32] Juan Miguel González Gómez,, Manuel Jesús Carrasco Terriza, Catálogo monumental de la Provincia de Huelva. t. I, Huelva, Universidad de Huelva, 1999.

[33] María Elvira Mocholí Martínez, “Formación icónica de la Trinidad a partir del salmo 109”, en  Los tipos iconográficos, o.c., pp. 462-505.. 

[34] DS 10-76.

[35] “Santa Olalla. Cultura restaura el lienzo de la Trinidad”, en Huelva Información, 28 enero 2002, p. 14.

[36] Louis Réau, Iconografía del arte cristiano, Madrid, Ed. del Serbal, 1996, t. I. 2, pp. 156-157.

[37] Cristina Cazorla García, La Vida de la Virgen en la Escuela Granadina de Pintura. Estudio Iconográfico, en Cuadernos de Arte e Iconografía, XI, 22 (2002) 306. María José Martínez Justicia, La vida de la Virgen en la Escultura Granadina, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1996, p. 182.

[38] Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, Catálogo monumental de la provincia de Huelva, Huelva, Universidad de Huelva, t. I, p. 155.

[39] Juan Miguel González Gómez, El Monasterio de Santa Clara de Moguer, Huelva, Diputación, 1978, p. 153.

[40] Juan Miguel González Gómez, “La Sagrada Estirpe”, en Mater Amabilis, Catálogo de la exposición,  Córdoba, Cajasur, 2001, pp. 92-93.

[41] MAÑES MANAUTE, Antonio, "La pintura religiosa e histórica de Juan Antonio Rodríguez en Huelva y Venezuela", en Andalucia y América en el siglo XX, Actas de las VI Jornadas de Andalucia y América, Vol. 1, 1986, p. 335.

[42] Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, Escultura mariana onubense, Huelva, Diputación Provincial, 1981, pp. 184-185.

[43] Ibidem, p. 185.

[44] Hernando Colón, Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, o.c., p. 15.

[45] Antonio Fernández, Interpretación, o.c.

[46] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. I, p. 167: Carta de Colón a Luis Santángel, Escribano de Ración de los Reyes Católicos, 15 de febrero de1493.

[47] Hernando Colón, Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, o.c., pp. 113-114.

[48] Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, Escultura mariana onubense, o.c., p. 67.

[49] Ibidem, pp. 62-63.

[50] Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, Catálogo monumental de la provincia de Huelva, o.c., t. I, pp. 304-305.

[51] Manuel Jesús Carrasco Terriza, “El retablo mayor de Zufre, atribuible a Hernando de Esturmio y a Pedro de Villegas Marmolejo”, en Boletín Oficial del Obispado de Huelva, 423 (julio-dic. 2016) p. 139.

[52] Manuel Jesús Carrasco Terriza, “Pintura barroca de la Casa Cuna de Ayamonte”, en V Jornadas de Historia de Ayamonte, 22 noviembre 2000, Ayamonte, Patronato Municipal de Cultura, 2001, pp. 11-44.

[53] Cfr. Eduardo J. Sugrañes Gómez, Los inolvidables días de Huelva. Crónica del XI Congreso Mariológico y XVIII Congreso Mariano Internacionales y de la Visita del Papa. Huelva, Obispado, 1996.

[54] http://www.lavozdigital.es/jerez/prensa/20070211/opinion_jer/manolo-valle-artista-diseno_ 20070211. html

[55] El 20 de octubre de 1978 se hizo en Sevilla una tirada de 12 ejemplares, a partir de la plancha de cobre de la familia Azcárate, de Moguer.

[56] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. I, pp. 149-151.

[57] Licenciado Altamirano, Iconografía guadalupense. En El Almedro (Huelva), en Guadalupe, 559 (1965) 889. Sebastián García y Felipe Trenado, Guadalupe: historia, devoción y arte. Sevilla, 1978, p. 358.  Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, Escultura mariana onubense, o.c., pp. 434-435; Id. Id., Nuevos datos de Escultura mariana onubense, Huelva, Diputación, 1992, pp. 54-55.

[58] Juan Miguel González Gómez, El Monasterio de Santa Clara de Moguer, o.c., pp. 89-91.

[59] Federico Ortega Flores, “Carta de la Abadesa Doña Inés Enríquez refrendada por Alonso Pardo, el Escribano de las Carabelas (1517)”, en Rev. Montemayor, 2017, pp. 10-14.

[60] Juan Miguel González Gómez, “Ostensorio gótico”, en Catálogo de la Exposición Ave verum Corpus,  Córdoba, Publicaciones CajaSur, 2004, pp. 390-391.

[61] Juan Miguel González Gómez, El Monasterio de Santa Clara de Moguer, o.c., pp. 151-153.

[62] Hernando Colón, Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, o.c., pp. 173-175.

[63] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. I, p. 161.

[64] Hernando Colón, Historia del Almirante Don Cristóbal Colón, o.c., pp. 5-6

[65] Fernández de Navarrete, Colección de Documentos, o.c., t. I, p. 262.

[66] Ibidem, t. I, pp. 265-266.

[67] Enrique Marco Dorta, Arte en América y Filipinas, t. XXI de Ars Hispaniae. Madrid, 1973. p. 408. Manuel Jesús Carrasco Terriza, La escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Huelva, Diputación Provincial, 2000, pp. 375-377.

[68] Patricia Barea Azcón, “La iconografía de la Virgen de Guadalupe de México en España”, AEA, LXXX, 318, abril-junio 2007, 177-206.

[69] Arch. Parr. Zufre, Acta de consagración al Sagrado Corazón de Jesús, 17 junio 1898.

[70] Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, Catálogo monumental de la provincia de Huelva, o.c., t. I, p. 120.

[71] Ibidem, t. I, p. 119.

[72] Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza, “Nuevas aportaciones sobre platería mejicana en Villarrasa”, en Laboratorio de Arte, 7 (1994) 179-200. Juan Miguel González Gómez, “Anónimo mejicano. Custodia. Villarrasa”, en Ave verum Corpus, o.c., pp. 388-389.

[73] Juan Bautista Quintero Cartes, “Manuel Flores. Manifestador.Cortegana”, en Ave verum Corpus, o.c., pp.380-381.

[74] María del Carmen Heredia Moreno, La orfebrería en la provincia de Huelva, Huelva, Diputación Provincial, 1980, t. I. pp. 291-299.

[75] Ildefonso Pulido Bueno, “Dos modelos de fundaciones con capital americano en San Juan del Puerto en el siglo XVII: capellanía y cátedra de gramática”, Actas de las III Jornadas de Andalucía y América, vol. 1, 1985, pp. 205-216

[76] Manuel Ángel López Taillefert, La Capellanía de Baltasar Tercer en la Ermita de Ntra. Sra. del Rocío y su obra Pía, Almonte, Hermandad Matriz de Ntra. Sra. del Rocío, 2011.

[77] Manuel Jesús Carrasco Terriza, “El legado del capitán Juan Gómez Márquez a Cumbres Mayores”, en Temas de Estética y Arte. XIII, Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría - Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Sevilla, 1999, pp. 113-172.

[78] Cfr. Luis Suárez Fernández, “Análisis del Testamento de Isabel la Católica”, en Cuadernos de Historia Moderna, 13 (1992) 81-89.