LA IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA MARÍA DE GRACIA, DE CALAÑAS
Manuel Jesús Carrasco Terriza
La parroquia de Las Calañas figura ya en 1411 en el Libro Blanco de la catedral de Sevilla. Pertenecía a la vicaría de Niebla hasta 1572, en que ésta se divide y pasa a pertenecer a la vicaría de Puebla de Guzmán . En la visita canónica de 1681, se constata que la parroquia tenía los oficios eclesiásticos siguientes: un beneficio simple, una prestamera, tres curatos de provisión arzobispal, un sacristán mayor, un sacristán menor y un organista. Los clérigos eran diez presbíteros, dos subdiáconos, dos minoristas. A ellos se les suma un alguacil . En 1846, la parroquia era servida por dos curas, un ecónomo, dos beneficiados y dos presbíteros, todos presentados por el ordinario. Servían como ministros un sochantre, un sacristán y un organista, nombrados por el ayuntamiento a propuesta de los beneficiados . La parroquia está dedicada a Santa María de Gracia, advocación que alcanza su apogeo en las postrimerías del medievo y en época renacentista.
A. Desarrollo histórico del edificio
La iglesia parroquial de Calañas puede adscribirse al conjunto de templos onubenses que fueron iniciados en el gótico tardío, y a los que une la nota común de conservar alguna portada de arco apuntado o conopial, o bóvedas de crucería, y de haber sido acabados a lo largo de los siglos XVI y XVII, con abovedamientos de media naranja, decoradas con casetones, o de aristas. En este grupo nombraremos las iglesias parroquiales de Aracena, Encinasola, El Cerro, Cortegana y Zufre, como las de mayor impronta renacentista, y las de Valverde, Zalamea y Calañas como obras del siglo XVII . A aquellas edificaciones se asocian los nombres de los maestros mayores de fábrica del arzobispado, Diego de Riaño, Hernán Ruiz II, Miguel de Zumárraga, Vermondo Resta, Diego López Bueno y Pedro Sánchez Falconete, entre otros , a los que hay que añadir Francisco Flores Manrique por su posible intervención en Calañas.
Un arco conopial abocinado, en la portada de los pies, nos habla de un templo de hacia 1500, que no sería el primero, pues en el Libro Blanco (1411) de la Catedral de Sevilla figura Las Calañas entre las parroquias dotadas con media prestamera .
La presencia de un capitel visigodo, que hacía las veces de pila de agua bendita –hoy en la ermita de Coronada–, llevó a Amador de los Ríos a pensar en una primitiva basílica visigoda, que pudiera haber sido cubierta por una mezquita musulmana, siendo, a su vez, reemplazada por el actual templo cristiano .
Al edificio de fines del siglo XV o principios del siglo XVI corresponden la portada de arco conopial –reconstruida en su ubicación actual poco después de 1703–, las bóvedas de crucería de los brazos del transepto, la antigua sacristía de dos plantas, con sus trompas de aristas de tradición mudéjar en el primer cuerpo. Posiblemente en los comienzos del siglo XVII se sustituyera la bóveda central de nervadura por una bóveda de media naranja con casetones, sobre pechinas. Podría corresponder a este momento la cabecera plana, cubierta con bóveda vaída, y la torre, con su cuerpo de campanas , que nos recuerda el diseño de la torre de Zalamea, atribuida a Vermondo Resta.
2. Ampliación y configuración definitiva. 1678-1687
Los primeros datos documentados se refieren a las importantes obras que se llevaron a cabo entre 1678 y 1687, durante casi diez años ininterrumpidos, posiblemente dirigidas por Francisco Flores Manrique, maestro mayor de fábricas del arzobispado, y que configuraron el templo en su aspecto actual .
Fue en mayo de 1672 cuando el visitador general del arzobispado, Alonso de Quintanilla, «mandó que el mayordomo de la dicha fábrica alargase el dicho templo, dándole todo el ancho del dicho cruzero, haziéndola de tres nabes, como se hiso y obró [...]» .
La visita canónica efectuada por Pedro Castaño Galindo en abril de 1681 da fe de las obras que se están realizando. Dice que la iglesia de Santa María de Gracia es de ladrillos, piedra y mezcla, de una nave, con la capilla mayor y las capillas colaterales del crucero de bóveda. Advierte que se está haciendo de nuevo más de la mitad, alargándola y ensanchándola, para comodidad del vecindario, y augura que, una vez acabada, será muy hermosa. Tiene tres puertas, una torre con tres campanas grandes, sacristía y órgano. Hay en su interior nueve altares: el mayor, de pinturas con un nicho para la Virgen de Gracia, y un calvario en el ático; en el lado del evangelio, los de la Virgen del Rosario, Niño Jesús, San José, Cristo crucificado y San Francisco; en el lado de la epístola, el de la Concepción, que sirve de comulgatorio, Virgen del Carmen y Ánimas . Se nos da a entender que se estaban levantando los cimientos y muros exteriores, antes de sustituir las paredes de la única nave por pilares.
Era mayordomo de la obra Juan Alonso Delgado Charneca, de 42 años. En los dos últimos años, hasta fin de 1680, había gastado en la obra 1.494.848 maravedíes (unos 44.000 reales).
En julio de 1685, el vicario de La Puebla de Guzmán, Simón García Ponce, informaba de la gestión del administrador de la obra, y de que en 1683 el Provisor mandó al maestro mayor de fábricas que visitase las obras y tasase lo que faltaba por obrar, quien lo presupuestó en 264.000 reales. Y termina diciendo que «el concluirse la dicha obra es cosa muy nessesaria por estar sólo cubierto el dicho cruzero y capilla» .
Aunque no conocemos con detalle el decurso de aquella construcción, sabemos que en 1687 informó favorablemente el maestro mayor de fábricas del arzobispado, Francisco Flores Manrique . La visita de 1692 sólo se refiere a la fábrica cuando ordena «que se cierre y tape a ladrillo la puerta de la calle por donde se entra a la sacristía, y sólo se entre por la yglesia» .
Joaquín de Ussun y Soria, visitador del arzobispado, en su visita de agosto de 1703, viene a resumir las obras realizadas hasta la fecha:
«Esta yglesia fue de un solo cañón con capilla maior y cruzero dilatado, y auiédose aumentado el pueblo fue presiso haserse más yglesia, lo que se a executado extendiéndola a lo largo casi otro tanto como / [fol. 3 vº] era, reduciendo las paredes largas antiguas a postes con arcos de uno a otro, y haziendo otras dos naues formadas en la capasidad que permitían los dos lados de el cruzero antiguo, de forma que desuanesido dicho cruzero biene a constar la yglesia sin él de tres naues mui anchas y corridas de testera a testera pared y se an echo bóuedas firmísimas a todas ellas que llaman de arista mui fuertes, y toda esta obra es fortísima con paredes maestras mui fuertes de cal, piedra y ladrillo, juntamente con los muros por la parte de afuera seis de cada lado. Hísose también una tribuna mui dilatada y ermosa, con exselentes lumbreras. Y sólo resta para consumar y perfisionar esta obra leuantar la portada de auajo, y a las de los lados, por ser pared raza, haserles arco y portada, y echar las puertas nueuas con clauasón. Y todo se a echo a costa de las rentas de las quartas partes dezimales, y viene a zer esta yglesia de las más ermosas y fuertes que tiene toda la zierra.»
La iglesia, pues, era de un solo cañón, con capilla mayor y ancho crucero. Pero el aumento de la población hizo necesario que se ampliase la iglesia, extendiéndola a lo largo casi el doble de lo que era. Las paredes de la primitiva nave fueron sustituidas por pilares, quedando abierta a las naves laterales de la misma anchura que tenía el crucero. De esta forma, consta la iglesia de tres naves muy anchas, cubiertas con bóvedas de arista; las paredes, muy sólidas, están edificadas de cal, piedra y ladrillo, reforzada con contrafuertes. A los pies se dispuso una tribuna, dilatada y hermosa, con sus correspondientes óculos por cada nave.
Es de destacar la noticia que nos ofrece sobre las portadas, tanto la de los pies como las laterales: «Y sólo resta para consumar y perfisionar esta obra leuantar la portada de auajo, y a las de los lados, por ser pared raza, haserles arco y portada, y echar las puertas nueuas con clauasón» . Queda claro que la portada de los pies no se encuentra en el mismo lugar que ocupaba en el anterior templo. Hemos de suponer que, al demoler el primitivo hastial, se conservaran las piezas de ladrillo tallado, comprendiendo la belleza de su traza y de su labra, para ser reubicada en el nuevo testero. Observemos cómo se indica que se harán sendos arcos para cobijar las portadas laterales, por ser rasas las paredes, que es como hoy las vemos.
Su conclusión no puede ser más halagadora: «Viene a zer esta yglesia de las más ermosas y fuertes que tiene toda la zierra» .
Los tramos son progresivamente más anchos: el primero, 6 m. entre los centros de los pilares; el segundo, 7 m., y el tercero 7,5 m.
3. Dotación de bienes muebles en el siglo XVIII
Concluidas las importantes obras, los visitadores fueron ordenando la dotación o renovación de elementos litúrgicos necesarios para el templo. En agosto de 1703, el visitador, Joaquín Ussun y Soria, ordenaba la construcción de un púlpito, como el que se había hecho recientemente para la parroquial de Valverde del Camino . En efecto, lo forjó Antonio Roldán y Báñez, vecino de San Juan del Puerto, en 1706
El mismo visitador insinuaba en 1703 que sería conveniente proveer a la iglesia de un retablo mayor, en consonancia con el edificio: «El maior solamente es retablo llano de molduras grandes con diuersas efijies que llenan toda la fachada asta arriua, y necesitaua haserse nueuo retablo a este altar, pero por ser mui cortos los medios de la fábrica no se discurre modo ni aruitrio por aora» . Por fin se encargó en 1712 a Pedro Roldán Ortega y Villavi cencio, quien, después de no pocos contratiempos, lo terminó con la ayuda de Pedro Guisado en 1717 . El dorado lo llevó a cabo Juan Antonio del Bosque entre 1736 y 1742 .
La visita de Gregorio Luis Zapata y Palafox, de marzo de 1714, no recoge más que pequeñas obras de reparación en tejados y porche, una escale ra para el púlpito, y dar más capacidad a las gradillas del altar mayor para poder poner el primer cuerpo del retablo .
En agosto de 1777, Lorenzo Ornedo, maestro fundidor de campanas, vecino de Villalba del Alcor, dejó colocadas en la torre de la parroquial dos campanas: la segunda, que pesó 48 arrobas y 15 libras, y el esquilón, que pesó 6 arrobas y 11 libras, «quedando [los eclesiásticos] mui contentos por razón de sus hechuras, construciones y buenos sonidos de ellas» .
En 1779 se encargaron dos canceles para las puertas laterales. El Visitador había dejado dispuesto «que se hiziese un canzel para la puerta principal de dicha Yglesia para liberarla de los vientos de que frequentemente le conbate, y en atención a que a el mismo tiempo se necesita construir otro para la puerta que se halla opuesta para ebitar la correspondencia de los citados vientos» . Presentaron un presupuesto Fernando Rodríguez, vecino de Valverde, y José Romero, de Calañas, pero finalmente, el 15 de abril de 1779 se le adjudicó a Francisco Ramos y Francisco de la Corte Ramos, maestros carpinteros de lo blanco, vecinos de El Cerro . El costo de los dos canceles habría de ascender a 4.000 reales.
4. Posibles obras a lo largo del siglo XVIII
¿Qué daños experimentó la iglesia en el terremoto de noviembre de 1755? Hasta tanto aparezcan nuevos documentos, y teniendo en cuenta las noticias de obras posteriores, pensamos que los daños no fueron de tal magnitud que obligaran a una notable transformación del edificio. En cambio, debieron sufrir fisuras sus bóvedas, causando filtraciones y goteras. La solución arbitrada fue descargar los senos de las bóvedas, y, una vez aligerado el peso, se superpuso a las azoteas una techumbre de teja árabe, sobre armadura de madera. Es la misma solución que se adoptó en iglesias similares, como en las de la Asunción de Aracena, Aroche, Cortegana, Zalamea, etc.
5. Obras de Santiago de la Llosa y Francisco del Valle, en las cubiertas, de 1790 a 1809
Al cabo de diez años se había presentado un problema serio en las cubiertas. En octubre de 1798, la fábrica de la parroquia de Calañas solicitaba del Provisor y Vicario General del arzobispado que el maestro mayor de obras de fábrica y el maestro mayor de carpintería pasasen a informar sobre la necesidad de reparar los tejados y de ampliar el presbiterio .
Santiago de la Llosa, maestro mayor de fábricas del arzobispado, emitió su informe el 20 de diciembre de 1798. De sus palabras deducimos que la solución de armadura y teja no fue acertada, o, al menos, estuvo muy mal resuelta. La armadura molinera apoyaba en pilares y planchas, con tablas de pino del país y teja morisca en cobija y solera. Más que tejado, parecía celosía, lo que daba lugar a numerosas goteras, que dejaban sus chorreones por todas las paredes. Proponía como solución levantar toda la techumbre, componerla de madera y entablado, y volverla a tejar con canal y redoblón de Trigueros, a lomo cerrado con mezclas de dos de tierra y una de cal.
Por lo que afecta al interior, reconoció que el presbiterio era muy estrecho, pero no encontró otro modo de ampliación que desbaratar las gradas, sacarlas más afuera del arco toral, colocando de nuevo sus barandas. Para igualar el nivel de la puerta de la sacristía con el que adquirirá el presbiterio, se elevará dicha puerta a la altura del pavimento, y se abrirá otra puerta que comunique directamente la sacristía con el templo por la nave de la epístola, de una vara de ancho y dos y tercia de alto. El presupuesto de albañilería sumó 27.750 reales .
Por su parte, el maestro mayor de carpintería de fábricas del arzobispado, Francisco del Valle, emitió su informe el mismo día 20 de diciembre de 1798, refrendando lo dicho por Santiago de la Llosa. El nuevo presupuesto es de 16.500 reales, incluyendo los andamios, pies derechos y mechinales .
El problema surgió a la hora de determinar la participación en los gastos, que correrían a cargo de los diezmos, puesto que la Casa de Medina Sidonia también percibía parte de esos diezmos . Tras un enojoso pleito, que duró cuatro años, volvió Santiago de la Llosa a reconocer el estado del templo, redactando su informe el 26 de abril de 1802. Ya se había comenzado a desenvolver el colgadizo de la nave de la epístola, y, además de comprobar la pudrición de las maderas, descubrió que éstas descansaban sobre pilares asentados sobre los vanos de las bóvedas y arcos, produciendo un quebranto apreciable en las claves. Propone la solución de levantar sobre los pilares de las naves otros tantos pilares, formando sobre ellos sus arcos y pared en línea, que recibirán las armaduras de la cubierta, y, sobre ellas, la tablazón y el tejado de canal y redoblón. En la parte del crucero, eliminará las muchas canales maestras, atando los colgadizos con los de las naves menores. La cubierta del cuarto de tránsito ya se había arruinado. Se mantiene la necesidad de reparar cornisas y remendar molduras. Al presupuesto anterior añade la cantidad de 13.514 reales, sumando un total de 41.264 reales . El mismo 26 de abril de 1802, Francisco del Valle redacta su informe y se ratifica en la necesidad de ejecutar de nuevo la armadura de la nave central y los colgadizos de las naves menores .
En agosto de 1803, giran nueva visita de reconocimiento los maestros mayores Santiago de la Llosa y Francisco del Valle. El primero declara que se habían desbaratado todos los tejados de las naves, del crucero y de la cabecera; ya se había levantado la línea de arcos, sobre pilares de dos pies de alto. También se ha labrado de nuevo una vara de alto de pared a toda la guardera alrededor de la iglesia, para sujeción de las cornisas y para dar más salida a las aguas. Se han labrado tres cuchillos de tapamento a los colgadizos y armadura del lado de la torre; se ha labrado a la cerca de la capilla mayor de dos varas de alto de pared para dar más corriente a los tejados de la media naranja. Se ha labrado la cornisa de la nave de la epístola. Está puesta la mayor parte de las armaduras y colgadizos.
En cuanto a la continuación de la obra, falta tejar y abrir tres abujardas o buhardillas, para ventilación de las maderas; se remendarán las cornisas y se repellarán las paredes con cal y arena, y después se dará una mano de blanqueo general para su mayor permanencia y hermosura. Falta, igualmente, la obra prevista en el presbiterio y en la azotea del tránsito a los comunes. Una vez levantado el andamio para la aguja de la torre, y comprobado el estado ruinoso de su armadura, ordena desbaratar las citarillas, labrar el banquillo y hacer una armadurita como la que tenía, se labrarán las citaras en los lados del chapitel, que se recubrirán finalmente con azulejo vidriado. Debajo de la cruz se pondrá una bola, que sirva de adorno y que cubra las uniones de las ochavas. En el cuerpo de campanas se repararán las cornisas y se repondrán los ladrillos vanos. Después de repellarla por el exterior y blanquearla, se dará a los perfiles un color «honesto y propio de su fábrica». El presupuesto es de 25.500 reales .
Seguidamente, Francisco del Valle daba su visto bueno a la marcha de las obras de carpintería, indicando que se reforzaría con tornapuntas desde las bóvedas a los tirantes, y desde éstos a las alfardas. Anota la construcción de las armaduras de las buhardillas y del chapitel de la torre, y finalmente encarga se haga una reja sencilla de tiradillo de hierro, para impedir la salida a los tejados de la iglesia. Lo que falta asciende a 18.520 reales .
Continuaron las obras en la forma prevista. El 9 de febrero de 1805 cursa nueva visita Santiago de la Llosa , e informa que están construidas las líneas de arcos sobre los pilares intercolumnios, que soportan las armaduras y los colgadizos. Se ha labrado de nueva una vara de pared a toda la guardera de la iglesia, vara y tercia de grueso; todo el cuadro de paredes de la media naranja, de tres varas de alto, para darle corriente a los tejados; tres cuchillos de tapamento a los colgadizos y armadura del lado de la torre sobre la capilla mayor; se ha labrado en este sitio una pared de ocho varas de largo y siete de alto, de dos pies de grueso. Se ha tejado, se han hecho las abujardas y otras ventanas de ventilación, ascendiendo todas las obras a 127.500 reales. Lo que falta por hacer es dos tercios del blanqueo exterior y todo el blanqueo del interior; la obra del presbiterio; los cubiertos de los comunes y su tránsito, y la aguja de la torre. Finalmente, se hará de nuevo la cubierta del cuarto taller. Presupuesta lo que falta en 18.280 reales.
Francisco del Valle, el mismo día, emite su informe, certificando que se ha hecho todo lo correspondiente a la carpintería, faltando tan sólo la armadura de la aguja de la torre, los cubiertos de los comunes y su tránsito, y hacer tres alambradas para las buhardillas, con su bastidor y peinazo, de tres varas de alto por una y media de ancho (2,50 x 1,25 m), y los de cuatro ventanas de dos varas de alto por una vara y seis pulgadas de ancho (1,67 x 1 m.). Faltan por remendar doce vidrieras de ventanas y claraboyas, y construir la cubierta del cuarto taller. Queda todo presupuestado en 10.210 reales.
En 1808 parece que las obras llegan a su fin. Francisco del Valle, el 12 de diciembre, da cumplida cuenta de haberse ejecutado todo lo que se había proyectado: las armaduras y colgadizos de nave mayor y naves laterales, crucero y cabecera, puerta de hierro para evitar que los muchachos salgan a los tejados y los estropeen, armaduras de las buhardillas con sus alambradas para evitar la entrada de pájaros sobre las bóvedas; se han compuesto las ventanas y claraboyas; y se han ejecutado los colgadizos de los comunes, de su tránsito desde la sacristía, y del cuarto taller. El total ha ascendido a 85.750 reales de vellón .
El mismo día, 12 de diciembre de 1808, Santiago de la Llosa certifica igualmente el cumplimiento de todo lo proyectado. Se han ejecutado las dos líneas de arcos intercolumnios sobre pilares, para asiento de la armadura y colgadizos; se ha elevado la pared guardera, todo el perímetro de la iglesia, en una vara de alto; las cornisas se han hecho de nuevo o han sido reparadas; se ha labrado un tapamento para la conjunción de los tejados con la torre. A la media naranja se le ha levantado una pared de tres varas de alto, para dar corriente a sus tejados. Se han tejado todas las cubiertas de canal y redoblón, abriendo tres abujardas para ventilación de las maderas. La obra de la torre queda terminada, con su aguja nueva, alicatada de cerámica vidriada, y reparadas sus cornisas y molduras; se han repellado sus desconchados, y ha sido blanqueada de arriba abajo. También se ha blanqueado toda la iglesia, tanto por dentro como por fuera. Queda hecha la obra del presbiterio, con tres gradas nuevas de azulejos y su solería. Se han reparado los desperfectos de la solería de la iglesia. Y, por lo que se refiere a las dependencias auxiliares, queda dicho la terminación de las obras de los comunes, tránsito y cuarto taller. Finalmente, indica que se rellene en talud los espacios exteriores que median entre los contrafuertes, para evitar el estancamiento de las aguas y sus consiguientes humedades. Por último, aconseja se remiende la solería del porche de los pies .
De esas últimas obras dio cuenta el albañil y oficial mayor de las obras de la iglesia, Domingo Gómez Macías, vecino de Calañas, el 15 de abril de 1809, por un importe de 1.716 reales y medio .
Las obras quedaron oficialmente aprobadas por el Provisor y Vicario General, Joaquín María Torres, con el consentimiento del Deán y Cabildo de la Catedral hispalense, el 19 de julio de 1809 .
Y para mayor constancia, vemos hoy grabada, en el friso de las portadas meridional y septentrional, la inscripción: «AÑO DEL SEÑOR 1808».
De esta fecha se conserva la lápida funeraria de mármol blanco (35 x 35 cm.), de Mons. José Tejero, cuya inscripción dice: «AQVI [ escudo episcopal ] IACE / EL M. R. P. M. F. JO / SE TEXERO / EX PROVINL DEL OR / DEN DE S. AGVSTIN I N / ATVRAL DE ESTA / VILLA DE CALAÑA / MVRIO EN 29 DE FEB / DE 1808 R.I.P.A.»
6. Levantamiento de la cubierta en 1861-1862
Aquella solución de cubrir las azoteas con armadura y teja volvió a manifestarse ineficaz y contraproducente. Apenas habían pasado cuarenta y cinco años desde las obras de Santiago de la Llosa cuando los alarifes del pueblo, en escrito de 30 de julio de 1853 se dirigían al cardenal arzobispo de Sevilla manifestando la delicada situación de las cubiertas de la iglesia, y la urgencia con que debían atenderse. Señalaban, también, la necesidad de reparar las solerías del templo. De nuevo, el 24 de enero de 1856, la clerecía y el ayuntamiento, llenos de dolor, exponen al gobernador eclesiástico del arzobispado, sede vacante, la ruina de las cubiertas, que, si no se corrige, acabará en ruina para todo el templo. No pueden ocultar su desacuerdo con la reciente construcción de la armadura, para la que utilizan calificativos despectivos, aunque tal vez no recordaran que no se hizo más que continuar con una solución adoptada anteriormente .
Preocupados los vecinos por el peligro de verse sin el templo que les legaron sus mayores, presentan un presupuesto de reparación de emergencia, cuantificado en 6.000 reales, cantidad que podrían obtener de los medios propios y de las aportaciones personales, en dinero y en trabajo, de los propios vecinos, pero son conscientes de que sólo conseguirían retrasar un par de años la ruina total . Sin embargo, piden que se estudie una solución definitiva, que ascendería a 60.000 reales, solución que no podría acometerse sino con la ayuda del gobierno provincial y del gobierno de S. M. la Reina . A la petición acompañaban los dos presupuestos: el primero, de 5.850 reales, consistente en limpiar tejados, renovar sus tejas, apuntalar algunos maderos, pero pronosticando que sólo serviría para que aguantara dos años. El segundo presupuesto contempla desmontar la techumbre de madera y canal, y solar las bóvedas de ladrillo y cal, por un total de 67.790 reales .
En respuesta, el 12 de marzo de 1856, el gobernador eclesiástico se dirigió al gobernador de la provincia para que comisionara un arquitecto, que reconociera e hiciera un presupuesto formal, para elevarlo al ministro de Gracia y Justicia del gobierno de Su Majestad . Enseguida, el gobernador de la provincia designa como facultativo a Antonio Bellón, lo que comunica al arzobispado en oficio de 17 de marzo .
Antonio Bellón se desplazó a Calañas, e hizo dos presupuestos y pliegos de condiciones, considerando ambas posibilidades: la de que quedara la armadura, una vez reparada por completo, y la de que se sustituyera la armadura de madera por una nueva azotea, que fueron remitidos al arzobispado el 14 de abril de 1856. La diferencia de presupuestos era escasa: la reparación de la armadura, descontando la aportación de los vecinos, costaría 27.730 reales; la construcción de las azoteas, descontando los aprovechamientos de las maderas, ascendería a 39.545 reales . El expediente fue enviado al ministerio de Gracia y Justicia, pero, con no poca indignación por parte del pueblo, les fue devuelto porque Antonio Bellón no tenía el título de arquitecto.
Para salvar este escollo, el arzobispado acudió a su arquitecto titular, Manuel Portillo y Navarrete, arquitecto por la Academia de San Fernando de Madrid, quien presentó su informe con fecha 11 de diciembre del mismo año 1856. Portillo pasó a reconocer la iglesia de Calañas, y pudo comprobar in situ cuanto se decía en los informes anteriores, pues le tocó visitar el lugar en pleno temporal de lluvias, propias de las últimas semanas del otoño . Comprobó también el mal estado de las cubiertas y de la solería interior, y la necesidad de otras reparaciones menores, como desconchados y remiendos en las solerías de la sacristía, capillas, almacenes y demás piezas adyacentes. La solución que propone, sin lugar a dudas, es la de volver a la azotea, consolidando los senos de las bóvedas con sus rellenos correspondientes . El proyecto y presupuesto fueron cursados al ministerio de Gracia y Justicia. Mientras tanto, la iglesia continuaba su deterioro, con peligro para los que entraban en el templo y para los que circulaban por su entorno. El 5 de octubre de 1859, se denunciaba ante el arzobispado el peligro que causaba el estado de ruina de la buhardilla situada sobre la puerta del Perdón .
Por fin, una Real Orden de 23 de marzo de 1861 concedía a la reparación del templo parroquial de Calañas la cantidad de 56.178 reales, una vez ajustado el presupuesto de Portillo y Navarrete. El cardenal de Sevilla, Tarancón y Morón, nombró una Junta de Reparación del templo, el 18 de mayo de 1861, que sería la encargada de administrar la subvención recibida. Se encomendó el proyecto y dirección de obras al mencionado arquitecto Miguel Portillo y Navarrete, quien contó como encargado de obras al maestro albañil Francisco de Paula Rosales. Las obras comenzaron el 22 de julio de 1861 y concluyeron el 13 de noviembre de 1862 .
De este modo, la iglesia parroquial volvió a su primitivo volumen cúbico, debido a su planta de salón, ahora más marcado por la elevación que Santiago de la Llosa hizo de sus paredes guarderas.
7. Obras realizadas a principios del siglo XX
En 1909, Amador de los Ríos, al describir el templo, observa su aspecto fortificado y su carácter suntuoso, y hace un breve pero acertado diagnóstico de su proceso constructivo.
«Con aspecto de fortaleza, la Iglesia Parroquial de la villa está dedicada, como la de El Cerro de Andévalo, a Santa María de Gracia. Edificio aislado, su exterior nada dice, y su puerta septentrional, greco-romana, ha sido labrada en el pasado año de 1907, conforme se declara en ella. En cambio, –presentando el tipo por lo común ofrecido por otros varios templos de la Provincia,– la portada principal de Ocaso, construida de ladrillo, avanza sobre el perímetro de la iglesia sobre nueve gradas, también de ladrillo, acusando en las decadentes postrimerías del arte ojival,–con sus tres concéntricos volteles florenzados, los abocelados baquetones de los mismos, las impostas corridas y las dos finas columnas que flanquean el frente de la portada, para recibir la pequeña y poco saliente moldura de la cornisa,– los años primeros de la XVIª centuria. Debió ser entonces construido el templo; mas al interior nada primitivo en su fábrica conserva, habiendo sido tal y tan completa la reforma en él efectuada durante el siglo XVII, como para que haya desaparecido toda huella del precedente. Consta de tres naves espaciosas, greco-romanas, abovedadas y sencillas; sus retablos, barrocos y dorados, no se apartan de los común, procurando el mayor atemperarse a la tradición clásica con sus salomónicas columnas y su traza, bien que de ella le apartan los relieves, los dorados y los demás elementos que la integran. Compuesto de dos cuerpos superpuestos, en el superior y procedentes sin duda del retablo primitivo, a uno y otro lado, pero fuera de él, sobre repisas modernas, destacan a derecha e izquierda del Crucifijo que en aquél figura, las efigies de la Santa Madre y del Evangelista, entrelargas e interesantes. A los pies del templo se halla instalado el Coro, cuya sillería muestra los respaldos tallados con grandes hojas y flores, y adosado al primero de los pilares del lado del Evangelio, en la nave central, está el púlpito, de hierro forjado, que parece obra del siglo XVIII, y que es verdaderamente estimable como labor de rejería. El tornavoz, coronado por la Fe, y decorado con estatuillas, se ofrece todo él dorado, y es de bello aspecto, siendo contemporáneo del púlpito.»
Por lo que dice Amador de los Ríos, en 1907 se debió reparar la puerta norte, en la que inscribió la referida fecha. Hemos de recordar que las portadas ostentan la antigua inscripción «AÑO DEL SEÑOR 1808». Posiblemente se ocultó la primitiva inscripción, y se sustituyó por ésta otra, que obedecía a la reciente reparación de la portada. En el inventario redactado en 1907 por el cura Francisco Borrero y González, se dice: «Templo parroquial, con tres naves de bóvedas y azotea; sacristías alta y baja; corralete y cuarto almacén, llamado secreta» . La prolijidad del minucioso inventario hablan a favor de la dedicación del párroco a la conservación del templo y de sus enseres.
Los destrozos de la guerra civil de 1936, aunque destruyeron el patrimonio mueble, no afectaron al edificio.
Dionisio Ortiz, cura párroco, hizo obras de reforma en el templo en 1959, además de encargar un nuevo retablo mayor. Según sus palabras, «comprenden, según proyecto, nueva escalinata en el Presbiterio (así lo exige el nuevo retablo que se ponga), la antigua Sacristía pasa a ser Capilla-Sagrario, adaptación de dependencias anexas a la fábrica del templo, hasta ayer inservibles y en estado lamentable, para una nueva Sacristía y cuartos de aseo, de los cuales carecía. Sobre la bóveda de la antigua Sacristía (hoy Capilla-Sagrario) existe un salón-estudio de 8 x 6 m². Adaptación y adecentamiento del mismo para reuniones parroquiales como asimismo la escalera, que por la torre, hasta él conduce.- Blanqueo y limpieza de este templo parroquial que no se efectúan en sus bóvedas y alturas desde el año 1922.»
En 1967, el encargado de obras del Ayuntamiento de Calañas hizo un presupuesto para el raspado, repello en partes y blanqueo general de la parroquia Santa María de Gracia, de la villa, junto con otras obras complementarias, como la reparación de parte de la azotea, reparación de cornisas y pintura de portajes, cuyo importe ascendía a 101.330,62 ptas. Al año siguiente, Mons. García Lahiguera bendijo las obras nuevas llevadas a cabo en el templo parroquial .
En los últimos veinte años se ha colocado una solería de mármol en las tres naves del templo, aunque las capillas de los pies aún conservan solería hidráulica roja y blanca, en damero. Se ha reforzado la segunda planta de la antigua sacristía, y se ha adecentado el espacio de sacristía y servicios.
9. La restauración de Carlos Hermoso, en 2014-2015
MEMORIA
Gracias al esfuerzo de D. Francisco Javier Real Álvarez, en nombre de la parroquia de Santa María de Gracia de Calañas (Huelva), como Cura Párroco de la misma y de la aportación de sus feligreses, así como del Obispado de Huelva, con D. José Vilaplana, D. Manuel Jesús Carrasco y D. José María Camacho y del Ayuntamiento de Calañas a través de su alcaldesa, la valiosa colaboración del personal del Servicio de Bienes Culturales de la Delegación Territorial de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte y el interés de la empresa constructora Docress, con D. Benito Santos y D. Jesús Batanero y del taller de carpintería de D. Daniel Sánchez, de la Cerámica David de Beas y todos los operarios y personas que en mayor o menor medida han colaborado, se han podido concluir las obras de rehabilitación de fachadas.
CONDICIONANTES PREVIOS
El documento redactado para guía de las obras, ha sido la principal condición a cumplir en el desarrollo de las mismas, si bien se constataba la idea general de la población de que el edificio, tras la restauración no pareciera nuevo, tanto es así que se deseaba que las piedras quedaran vistas. Fue necesario estudiar alguna alternativa, que cumpliendo los objetivos marcados, no defraudara sus ilusiones a los parroquianos, teniendo en cuenta que la Iglesia Parroquial de Santa María de Gracia, figura inscrita en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como bien de interés cultural con la categoría de monumento por Decreto 360/2009 de 20 de Octubre de la Consejería de Cultura de la J de A.
DESARROLLO DE LOS TRABAJOS
La actuación inicial prevista fue la demolición de los andenes o bancadas que a modo de protección, se habían añadido entre los contrafuertes de la iglesia, por razones diversas.
Se realizó esta labor primeramente a máquina retroexcavadora y las zonas próximas a los muros a mano, conservando incluso los antiguos enfoscados, que eran blancos como puede verse en las fotos. Se recuperaron piezas de cerámica y piedras para su posible empleo posterior.
La estructura de andamiajes prevista montar, se ha limitado a cuerpos de andamios de un solo módulo y el resto de la intervención se ha realizado mediante plataformas móviles y especialistas en trabajo vertical, dado que la rapidez de la intervención y la diversidad de los puntos a actuar, hacia más aconsejable el empleo de medos móviles.
Limpieza de todos los paramentos, incluso de la torre y la cerámica del chapitel, mediante chorro de agua a presión, con cepillado manual para saneando las fábricas y retirada de materias orgánicas, que por estar mucho más adheridas de lo inicialmente previsto, demoró la obra.
Para la reposición de los enfoscados se realizó mediante el enjalbegado con estuco preparado de cal, tras diversas pruebas realizadas con distintas composiciones, de la empresa Morteros y Estucos de Cal, en un tono ligeramente ocre, respetando las verdugadas de ladrillo visto horizontales de los paños de los muros, los arcos del testero de la capilla mayor y de la portada de los pies y ojos de buey de la misma.
En las zonas donde existían oquedades o rehundidos se hizo una reposición con mampostería recuperada de los andenes y mortero de cal blanca de la casa Puma, pero dejando siempre señalada la mampostería o labra de ladrillo preexistente.
En la torre, se restauraron los elementos disgregados de cornisas e impostas y se completaron las piezas de cerámica vidriada con piezas nuevas fabricadas artesanalmente en la cerámica David de Beas con igual color que las existentes.
No se ha hecho distinción de la zona donde estaban los andenes, aunque estos son aun perceptibles.
En la fachada de la sacristía, se mantiene el zócalo existente, tratando de manera uniforme al resto de los paramentos para evitar distorsiones visuales en los acabados. Se conserva asimismo el elemento adosado a la capilla del sagrario, ya que su demolición dejaría vista la trasera del retablo del sagrario, pues hay un arco en el muro.
Las hiladas y roscas de ladrillo cara vista se protegen con imprimación hidrófuga incolora.
Se ha repasado la fábrica en las cogidas de las campanas.
En las portadas se realizó la limpieza mediante cepillado manual y agua a presión en función de la resistencia de los paramentos a limpiar, para dejar el ladrillo limpio. Se repusieron los elementos cerámicos desaparecidos mediante el tallado de piezas iguales a las que se van a reponer, utilizando piezas cerámicas similares recuperadas de los andenes demolidos o de otras procedencias, recibiendo estas con resina acrílica en cuanto al pegado con cerámica vieja y mortero de cal para el llagueado. Especial cuidado se puso en la elección del tipo de cerámica vista para que sea similar a la existente. Se mantienen las piezas deterioradas que conservan en parte su función ornamental.
En la portada de los pies se dejó la fábrica de ladrillo limpia, reponiendo las piezas desaparecidas solamente. La escalinata existente se mantiene en las mismas condiciones.
En las portadas laterales, se limpió la fábrica vista, recuperando el ladrillo original. Se repasó el enfoscado de las columnas, con emplaste de exteriores para recuperar la curvatura primitiva, ya que algunas estaban muy deformadas. Su acabado se decidió igualar los tonos de las dos portadas, ya que al proceder al limpiado fueron apareciendo diversas capas de colores, por lo que tras estudiar y consultar la mejor alternativa se decidió por los tonos del ladrillo pardo y del rojizo, salvo la columna que irían en un rojo burdeos, tal como tenia. Para la calidad de las pinturas, se prefirió un acabado más liso y fino que la cal, para evitar tapar la junta de los ladrillos y conseguir una mayor veladura. Se escogió la pintura montokril liso, permeable al vapor de agua e impermeable a esta, específico para fachadas
La carpintería de madera de las tres puertas, tras un estudio de las mismas, dada la deformación y pudrición de la tablazón, se decidió la retirada de los clavos de bronce existentes y herrajes antiguos para su restauración, con limpieza y reposición de los que faltan por otros iguales, así como reconstrucción de los pasadores inferiores de las tres puertas. Se desmonto de
la tablazón y se reparó la peinacería, conservando toda la pieza original sana y completando solamente los peinazos deteriorados, con recuperación de su forma primitiva. Decapado del armazón y regeneración del sistema de pivotes. Reposición de la tablazón de las puertas, que se realizó en madera de iroko de 3,5 cm de grueso en duelas iguales a la existente, por su buen comportamiento a la intemperie y tratamiento de base con xylacel fondo y acabado de lasur. Con montaje de clavos y cerrajería recuperada, completando las piezas que faltan. Refuerzo de los goznes mediante piezas metálicas que reciben el pivote.
Otros aspectos del mobiliario restaurado pero en intervención ajena a este documento, es la reconstrucción de los canceles interiores de las puertas laterales, con recuperación de la geometría inicial, ajuste para su correcto cierre y apertura. Completar la cornisa que falta en uno de ellos, quedando ambos similares. Terminación del retablo actual del altar mayor, completando las piezas que le faltan a las columnas salomónicas, basas y capiteles, así como cornisas rotas y algunos elementos deteriorados, repaso de oro metal envejecido las zonas dañadas y de todo el conjunto.
Reposición de las mallas de protección de las ventanas, y de los cristales rotos de las vidrieras.
Las obras se han desarrollado en un plazo superior al previsto, pero en el presupuesto establecido inicialmente de 37.290 E como presupuesto de contrata más IVA.
Huelva Febrero de 2015